Un gesto digno de ser imitado
Resultó alentador que los últimos cuatro jefes de gobierno hayan estado juntos en la inauguración de una obra hidráulica.
El mes pasado, el jefe de gobierno porteño, Mauricio Macri, convocó al acto inaugural del túnel aliviador corto del arroyo Maldonado a sus antecesores Aníbal Ibarra, Enrique Olivera y Jorge Telerman. Fue en la costanera Norte, a orillas del Río de la Plata, donde se encuentra la desembocadura del canal de desagüe. De esa forma se reconoció la labor realizada por los anteriores jefes comunales en el diseño del plan hidráulico, su conversión en ley, la adjudicación de la obra y el financiamiento de la misma.
Se trata del primer paso de la obra hidráulica más importante de los últimos 100 años en la ciudad de Buenos Aires, la cual beneficiará a más de 300.000 vecinos de los barrios de Palermo y Villa Crespo, afectados frecuentemente por las inundaciones.
Es lamentable que estas actitudes republicanas sean muy poco habituales en nuestro país si se considera cada nivel de actividad política, sea municipal, provincial y nacional. En este último caso, la situación es aún más preocupante, pues el gobierno de Cristina Kirchner ha convertido cada presentación pública o acto inaugural en un show mediático unilateral, rodeado de aplaudidores obsecuentes, entre los cuales no sólo hay mínima o nula presencia opositora, sino que éstos son permanente objeto de ironías y golpes bajos.
Brilla por su ausencia alguna invitación a ex presidentes para participar en actos de conmemoración de fechas patrias o de trascendencia para el país.
Las más altas esferas del gobierno nacional deberían saber que la sociedad observa la actitud y conducta de sus representantes. La permanente falta de respeto y desprecio hacia los dirigentes de distinto signo político se traduce en forma inmediata en igual sentimiento de la ciudadanía. No hay dudas de que la intolerancia de gran parte de la población para aceptar otras posiciones políticas e ideológicas de sus pares obedece a la imposibilidad de convivencia de líderes que nos dan un pésimo ejemplo.
Los permanentes llamados de la Presidenta a la unión nacional se transforman así en palabras vacías si no se actúa con hechos concretos en consecuencia. En los países con tradición democrática y altos niveles de calidad institucional los actos oficiales son el escenario de una plausible convivencia entre funcionarios de gobierno, líderes de la oposición y figuras políticas de distinta extracción.
Es natural que así suceda, ya que allí impera el cuidado de uno de los principios estructurales de toda república. La imprescindible coexistencia de partidos políticos y líderes de proyectos alternativos está por encima de los intereses y las ambiciones personales, partidarias o de facción.
Sería saludable para el bienestar de nuestra República, para mejorar su calidad institucional y a su vez aportar a la pacificación de una sociedad cada vez mas crispada e intolerante que comportamientos como el señalado del actual jefe de gobierno porteño y tres de sus antecesores se sucedan con tal frecuencia que no haga falta destacarlos.