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¿Un futuro energético más brillante?

*Por Robert Samuelson. Una semana después de que el presidente Obama negara la solicitud para el oleoducto Keystone XL ha llegado el momento de evaluar la realidad energética.

¿Qué nos depara el futuro? Podría ser mejor de lo que uno piensa. Ese es el mensaje del último "Panorama energético anual", de la Administración de Información Energética de Estados Unidos (EIA, siglas en inglés), que proyecta el suministro y la demanda de combustibles hasta 2035.

Los avances en energías renovables se ven contrarrestados por un aumento en la demanda de energía debido a una población mayor (390 millones de personas en 2035, de 310 millones en 2010)
Incluso Obama tuvo un tono optimista en su discurso sobre el Estado de la Unión. El informe de la EIA sugiere tres importantes conclusiones.

Primero, a pesar de los grandes avances en eficiencia energética y los aumentos de sistemas "renovables" (eólico, solar, biocombustibles), los combustibles fósiles seguirán siendo el factor principal en el sistema energético de Estados Unidos durante años. En 2010, los combustibles fósiles representaron el 83% del consumo energético del país, con 37% de consumo de petróleo, 25% de gas natural y 21% de carbón. Aunque el consumo total energético crecerá sólo 10% entre 2010 y 2035, la porción de combustibles fósiles sigue siendo alta (un 77% en 2035). Un 32% de consumo de petróleo, un 25% de gas natural y un 20% de carbón.

Segundo, exigiría esfuerzos hercúleos reducir drásticamente las emisiones de gases de invernadero. Los avances en eficiencia y la expansión de renovables se ven contrarrestados por un aumento en la demanda de energía debido a una población mayor (390 millones de personas en 2035, de 310 millones en 2010) y a más viviendas, edificios de oficinas, centros comerciales y automóviles. En 2035, las emisiones de anhídrido carbónico -el mayor gas de invernadero- se calcula que serán un 3% más altas que en 2010. Eso contrasta con el declive de entre un 50 y 80% para mediados de siglo, que algunos científicos dicen será necesario para estabilizar las temperaturas del globo.

BUENAS NOTICIAS

Finalmente, la producción norteamericana de petróleo y la de gas son industrias en crecimiento. Durante años parecieron estar en irreversible decadencia. Las importaciones de petróleo aumentarían y la mayor demanda de gas natural se satisfaría con gas natural licuado extranjero (LNG, siglas en inglés). Ahora, los avances en el fracturamiento hidráulico (la utilización de agua para "fracturar" formaciones de petróleo y gas) han abierto nuevos yacimientos. Entre 2007 y 2010, la producción petrolera de Estados Unidos se elevó de 5,1 millones de barriles diarios a 5,5 y para 2020 llegará a 6,7 según proyecta la EIA. Las importaciones de petróleo están declinando y la mayor producción de gas natural convertirá a Estados Unidos en exportador para 2016.

Visto de esta manera, nuestro futuro energético parece tranquilizador. Nos hemos vuelto muchísimo más eficientes. En 2010 se necesitó la mitad de energía que la utilizada en 1980 para producir un dólar de producto bruto interno. Este resultado es consecuencia de vehículos más eficientes en el consumo de combustible -una respuesta a los precios más altos de la gasolina y a los estándares de economía de combustible del gobierno- y de un viraje de una economía industrial de intenso uso energético a una economía de servicios. Un complejo de oficinas con 5.000 empleados utiliza menos energía que una acería con 5.000 trabajadores. La EIA espera que estas tendencias continúen; se proyecta que el consumo energético por cada dólar de PBI caerá 42% entre 2010 y 2035.

Mientras tanto, la producción energética interna se está elevando y -asombrosamente- la dependencia de las importaciones está cayendo rápidamente. En 2010, la importación de petróleo equivalió al 49% del consumo mientras que en 2005 representó el 60%. Para 2035, las importaciones podrían declinar a un 36%, proyecta la EIA. Todo eso parece ser buenas noticias.

OPTIMISMO EXCESIVO

Pero no vemos la energía de esa forma. Pedimos objetivos más grandiosos: volvernos "independientes" en cuanto a la energía o detener el calentamiento global. Y esos fines -como lo indica el informe de la EIA- son inalcanzables en un futuro cercano, si es que se alcanzan alguna vez. A menos que haya nuevos descubrimientos, no produciremos suficiente petróleo para satisfacer nuestras necesidades. En verdad, la suposición de la EIA sobre los biocombustibles, que aproximadamente se triplican para 2035, podría ser demasiado optimista: espera que para entonces los biocombustibles den cuenta del 12% del consumo de combustibles líquidos, mientras que en 2010 fue del 4%.

En cuanto al calentamiento global, es difícil ver cómo, bajo suposiciones plausibles, las emisiones de gases de invernadero podrían reducirse sustancialmente en un futuro cercano. Las presiones de la población y el crecimiento económico abruman las mejoras en la eficiencia energética o los cambios a la energía "verde". Por ejemplo, se proyecta que los sistemas de combustibles renovables (eólico, solar, geotermal, biomasa) se más que duplicarán para 2035, pero aún así, incluyendo la energía hidráulica, representarían sólo el 16% de la generación de electricidad. El carbón y el gas natural dominan la escena.

Debemos ver las cosas como son, no como nos gustaría que fueran. Consideremos el oleoducto Keystone XL. Podríamos depender indefinidamente de importaciones de petróleo, pero no todas las importaciones son iguales. El petróleo canadiense es casi tan seguro como el crudo norteamericano. El rechazo de Keystone no hizo nada para reducir las emisiones de invernadero. Simplemente incentivó a Canadá a explorar maneras de vendérselo a China y a otros clientes asiáticos.

El panorama energético no es tan malo. Con sentido común, podría ser aún mejor.