Un favor interesado e inoportuno
*Por Joaquín Morales Solá. Era un favor que Cristina Kirchner no le había pedido y que tampoco necesitaba. Puede decirse, al revés, que era el único favor que la Presidenta no quería recibir. Esa especie de proclamación cegetista de su candidatura a la reelección, con Hugo Moyano como abanderado de la ofensiva, fue inoportuna también.
Sucedió justo cuando la mayoría de los opositores comenzaba a mostrar signos ostensibles de impotencia para articular una política electoral alternativa a la del oficialismo.
En momentos en que los precandidatos presidenciales opositores caían uno detrás de otro, ¿qué necesidad tenía Cristina de aparecer del brazo de Moyano, uno de los dirigentes más cuestionados por la clase media? ¿Acaso ella misma no se había ido de Buenos Aires para huir de ese brazo?
No fue acto inocente ni generoso por parte de Moyano. Correspondió, más bien, a su proyecto de convertirse en uno de los arquitectos de la reelección presidencial y a la intención de alzarse con el pergamino de ser el primero en proclamarla. Podrán decirse muchas cosas de Moyano, menos que carece de tenacidad. El jefe cegetista comenzó hace mucho la organización del acto de ayer pidiéndole a Cristina Kirchner que usara esa tribuna para anunciar su candidatura a la reelección. La Presidenta lo esquivó como pudo, yéndose al prematuro invierno del Sur, pero Moyano la proclamó candidata por su cuenta y riesgo. A todo esto, debe precisarse que la propia Cristina no le comunicó a nadie si decidió, o no, ser candidata. Sigue sin hablar de ese tema , cuentan sus oyentes.
Cristina se fue de Buenos Aires, pero dejó al subordinado gobierno en pleno al lado de Moyano. La escenografía del acto, la presencia de todos los ministros (menos los que no estaban en Buenos Aires) y la completa nomenclatura del oficialismo mostraron una alianza crucial y definitiva entre el gobierno y el sindicalismo moyanista. Cierta frialdad viboreó entre la multitud durante gran parte de la ceremonia, porque esas concentraciones están hechas de gente movilizada que difícilmente iría a ellas por decisión propia. Pero era la ceremonia que Moyano necesitaba para erigirse también en pontífice de la liturgia peronista. Fue un acto peronista más que kirchnerista. No es la primera vez que el líder sindical hace esas cosas. En otra jornada entrañable para el culto peronista, el 17 de octubre último, apenas 10 días antes de la muerte de Néstor Kirchner, hizo otro acto enorme en River, pero aquella vez lo tuvo al matrimonio presidencial muy cerca de él.
Algo cambió en los últimos seis meses. No en vano Moyano habló más de Néstor que de Cristina Kirchner. Kirchner y Moyano tenían un diálogo cotidiano y de compadres; Cristina prefiere cierta distancia. En rigor, el ex presidente era más peronista que su esposa o, para decirlo de otro modo, entendía mejor los largos rituales del peronismo; la Presidenta, en cambio, les tiene poca paciencia. Nada se romperá, con todo: Cristina lo necesita a Moyano para disciplinar la esquiva tranquilidad social y Moyano reconoce en el kirchnerismo su fuente de poder y, de algún modo, de su impunidad.
En River, Moyano había pedido la Casa de Gobierno para un trabajador (lo que le valió una inmediata réplica de Cristina Kirchner); ayer se conformó con exigir "cargos en las listas". ¿Estaba pidiendo su propio nombre en la cabeza de la lista de diputados nacionales por Buenos Aires? Es probable. En el instante en que sacó a pasear su rencor y su resentimiento con el periodismo, se olvidó de señalar que los periodistas sólo siguen las causas judiciales que en su contra se investigan en tres juzgados federales distintos. Daniel Scioli fue al acto, pero no le gustaría el nombre de Moyano inscripto en sus listas. ¿Por qué debería tolerar las progresistas colectoras y, al mismo tiempo, los antipáticos caprichos de Moyano? Martín Sabbatella podría crecer de la mano no de un rechazo a Scioli, sino a Moyano.
El discurso del líder camionero fue un interminable rosario de contradicciones. Una parte de la sociedad argentina escuchó ayer, por ejemplo, una oración kirchnerista que exculpó a gran parte de la dirigencia argentina de la gran crisis de principios de siglo. Fue cuando Moyano criticó a los organismos internacionales, el Fondo Monetario y el Banco Mundial, entre otros, porque les reclamaban a gobiernos locales que "pagaran y pagaran". ¿Qué pagaban? Los monumentales créditos que los propios líderes argentinos habían pedido para financiar un despilfarro inexplicable de los dineros del Estado. Pero si la culpa es de los organismos internacionales, entonces no tienen ninguna culpa los gobernantes argentinos. Ningún argentino fue culpable de nada y toda la culpa es del exterior. Un nacionalismo ciertamente muy magnánimo.
Sonó extraño también que un oficialista del Gobierno que más habló de las corporaciones (y habló mal, por cierto) dijera un discurso con una visión tan corporativa. Según Moyano, la reunión convocada por la Presidenta con la CGT y la Unión Industrial debería resolver muchos asuntos cardinales de la sociedad. Luego los aprobará el Congreso casi sin discusión , remató. ¿No era, acaso, que la política debía prevalecer por sobre las corporaciones? ¿La política está en las corporaciones o está en el Congreso? ¿Para qué, en última instancia, tantas palabras contra las corporaciones si terminarían haciendo un altar con ellas?
La política -también es cierto- se enreda demasiado. La candidatura presidencial de Ricardo Alfonsín ha crecido, aun cuando para ello debió absorber buena parte del discurso de su contrincante Ernesto Sanz. Ya Francisco de Narváez no es mala palabra para el alfonsinismo y, por el contrario, está a punto de convertirlo en el único candidato a gobernador de Buenos Aires de ese espacio. Es la condición que puso el propio De Narváez. El radicalismo gambetea ahora el veto de Margarita Stolbizer, pero los radicales están seguros de que podrán convencerla. No les será tan fácil: Stolbizer ya vetó a De Narváez cuando era aliada de Elisa Carrió y ésta quiso acercarse al entonces creciente político bonaerense.
El problema para el radicalismo es Mauricio Macri, aunque Macri tiene su propio problema: su candidatura presidencial depende ahora de un milagro santafecino; es decir, de que Carlos Reutemann le acepte una reciente oferta para construir una fórmula electoral. Ya lo había intentado con Sanz, a quien le propuso distintas alternativas, incluida una que significaba la fórmula presidencial del senador mendocino con Gabriela Michetti como candidata a vicepresidenta. Macri le ofertó llevar esa fórmula (o cualquier otra que los uniera) a la interna del radicalismo el 14 de agosto. Sanz averiguó las trampas de la ley y descubrió que el radicalismo nunca le permitiría competir con esa alianza. Tengo 30 años de militancia en el radicalismo; no puedo romper el partido , explicó el viernes. Sanz se terminó de convencer de que debía bajarse cuando habló con De Narváez. Tengo que elegir entre Alfonsín y vos, pero Alfonsín mide mejor que vos . Me quedaré con Alfonsín , lo notificó De Narváez, no sin cierta frialdad. A Sanz lo bajó De Narváez , resumieron cerca de Macri.
En una última conversación con Reutemann, Macri le propuso a él también todas las alternativas posibles. ¿Candidato a presidente con un vice del macrismo? Es posible. ¿Candidato a vice de Macri? También es posible. Yo me bajo si hay una fórmula ganadora , les repitió a Sanz y a Reutemann. Reutemann le contestó con una frase evasiva que pateó para después una definición. Parece improbable que el senador santafecino modifique su decisión de no competir en octubre, pero Macri cree en los milagros. No hay argumentos contra la fe.
Macri no descarta una adhesión final a la candidatura de Alfonsín, pero reclama que antes exista una reunión privada entre ellos. Nunca antes se sentaron a tomar un café. Dos personas pueden coincidir o disentir durante una reunión. ¿Por qué tantos remilgos para un encuentro político?
Pero Alfonsín esquiva ese encuentro por ahora, porque primero quiere saber cómo le irá a Macri en la Capital el 10 de julio, cuando se elegirá al próximo jefe de gobierno. ¿Podrá aportar la Capital o no podrá aportar nada?, preguntan los radicales. Por el contrario, Macri quiere decidir la candidatura presidencial (la de él o la de cualquier otro) antes de resolver la Capital. Las reuniones con el macrismo son de segundas líneas y de muy baja intensidad , dijeron al lado de Alfonsín. Macri es un límite, aunque Alfonsín haya dicho que ese límite ya no existe.
A la Presidenta le importa, en efecto, más el inoportuno Moyano que sus opositores, porque ella está pescando, precisamente, en el impaciente río de la oposición.