Un escándalo inoportuno
*Por Joaquín Morales Solá. La política sería frívola si tratara sólo en clave electoral el escándalo que vincula a Sergio Schoklender con Hebe de Bonafini y con funcionarios nacionales. Schoklender lo está haciendo, porque la extorsión es su estrategia.
Poco importa, por lo demás, si semejante caso de corrupción y deslealtad moral afectará o no a la Presidenta en las elecciones de octubre. Es probable que no la perjudique. ¿Sería eso suficiente para que la política y, sobre todo, la Justicia indulten al Gobierno y a Bonafini de una trama que pone bajo sospecha la moral de los funcionarios públicos y el uso promiscuo de la digna causa de los derechos humanos?
Schoklender le dijo a la revista Noticias que el secretario de Obras Públicas, José López, autorizaba o negaba los contratos de viviendas según dos condiciones: el grado de adhesión política de los intendentes o gobernadores y el "arreglo" económico (un eufemismo de coima) que el funcionario hiciera. ¿Novedad? No. Hay innumerables testimonios de intendentes del conurbano bonaerense que sitúan a López como el representante del gobierno nacional con más capacidad de presión política, a cambio de obras públicas, sobre los municipios bonaerenses. El que presiona es López y no De Vido , dijo a La Nacion, hace poco, uno de los más conocidos intendentes del Gran Buenos Aires.
¿Es una novedad que la obra pública se haya convertido en una de las covachas más destacadas de la corrupción? ¿Podría serlo después de innumerables denuncias políticas y periodísticas en los últimos años? No. De hecho, un ex gobernador de Santa Cruz, Sergio Acevedo, renunció cansado de homologar precios desorbitados en su provincia cuando contrataba obras públicas ordenadas por el gobierno nacional. La única novedad que ofrece Schoklender es que la confirmación surge de una voz demasiado cercana, hasta hace muy poco, al oficialismo y al trasiego del dinero público. Schoklender podría ser un arrepentido si no fuera un extorsionador. Más allá del propósito de sus actuales denuncias, seguramente espurio, lo que importa es la veracidad de sus aseveraciones.
Todos lo que han conocido a Schoklender coinciden en describir a una persona perversa y brillante al mismo tiempo. Es capaz de perpetrar el daño y de explicar el daño como la obra de un corazón bueno. Fue capaz de salir de la cárcel con el estigma de haber matado a sus padres y de haber edificado, desde la nada, una considerable fortuna personal. Yo tengo un muy buen pasar y no me preguntes por qué , le contestó a un funcionario, en sus tiempos de gloria al lado de Bonafini, que lo interrogó sobre su tren de vida. Cambió la mirada. Esa mirada fría me dio miedo , recuerda ahora ese ya ex funcionario.
Pocos días antes de que Schoklender contara sus secretos (o parte de ellos), instancias judiciales que habían tenido acceso a la investigación del juez Norberto Oyarbide quedaron petrificadas de asombro. Las pruebas acumuladas en la causa sobre los manejos deshonestos de los fondos girados a la Fundación Madres de Plaza de Mayo son de una inconmensurable vastedad. Eso no puede limitarse a Schoklender. Una pesquisa judicial correcta debería avanzar sobre Hebe de Bonafini y sobre los funcionarios que le enviaron dinero estatal sin control , dijo el funcionario judicial que vio el expediente.
Oyarbide, en cambio, tuvo dos actitudes. Primero se sentó sobre el expediente, prorrogó sin explicación el secreto del sumario y todavía tiene a las Madres de Plaza de Mayo como querellantes de la causa. Querellante puede ser sólo quien probadamente no tiene ninguna vinculación con el delito que se investiga. Oyarbide recibió, en retribución, el elogio público de Bonafini. El juez nunca explicó del todo por qué razón se desplaza en un auto oficial que está a nombre de la Jefatura de Gabinete.
La segunda etapa de Oyarbide comenzó después de la espectacular irrupción de Schoklender en las últimas horas. Allanó a diestra y siniestra, prepara ahora la convocatoria de testigos y de indagados, y, por fin, encendió el motor de la causa. Las palabras de Schoklender parecen haber producido, en algún lugar al menos, el efecto que buscaba. El contraste habla del juez tanto como de Schoklender.
Aquella personalidad de Schoklender, astuta y maliciosa, lleva a la conclusión de que lo que dice está debidamente probado en su reciente presentación ante Oyarbide. Es abogado, además, y sabe que las mentiras ante la prensa, sin respaldo judicial, podrían agravar su situación. ¿Cómo explicar, entonces, que Bonafini fuera titular (hasta 2009, según él) de una cuenta en el exterior con dos millones de euros? Bonafini replicó que esa cuenta en Asturias se cerró en 2006 y que nunca tuvo tanto dinero, pero Schoklender precisó que le entregó documentación al juez que demuestra que la cuenta existió hasta hace dos años y que guardaba la cantidad de dinero que él sostiene.
Una parte de la versión de Bonafini es de dudosa veracidad. Ella señaló que a esa cuenta iban a parar donaciones y premios que las Madres recibían del exterior. En rigor, las Madres comenzaron a dejar de percibir ayuda del exterior después de dos notables exabruptos de Bonafini. El primero fue en el año 2000, cuando respaldó públicamente el proyecto criminal de la terrorista ETA. Casi todas las donaciones españolas cesaron en el acto. El segundo fue cuando festejó un año más tarde, en 2001, también públicamente, el atentado devastador a las torres del World Trade Center, en Nueva York.
Después de esos dos episodios, Bonafini se quedó con poca audiencia en el exterior y con menos caudal de recursos desde fundaciones internacionales. ¿De dónde provenían, entonces, los dineros que se depositaron en esa cuenta hasta 2006, según Bonafini, o hasta 2009, según Schoklender?
Sea como sea, lo más notable del caso de ese dinero, según cualquiera de las dos versiones sobre el monto, es que se manejó como plata negra, sin control financiero ni de los organismos impositivos argentinos. Quizá sea consecuencia de los modos kirchneristas: nadie en el Gobierno está en condiciones de supervisar o de impugnar a los retoños de la cima.
El extraño manejo de dinero no termina ahí. Personas que estuvieron vinculadas a la Universidad de las Madres aseguran ahora que renunciaron a sus tareas docentes cuando intuyeron que una parte importante de la financiación corría por cuenta del gobierno de Hugo Chávez. Rectores y decanos iban y venían a Venezuela con viajes pagos incluidos , señaló uno de esos renunciantes.
La otra espectacular denuncia de Schoklender (que probó ante Oyarbide, según aseguró) consiste en que las Madres financiaron con 1.500.000 pesos la campaña electoral de Amado Boudou cuando éste soñaba, hasta hace poco, con ser jefe del gobierno de la ciudad. Es muchísimo dinero para un precandidato. Boudou nunca llegó a ser candidato. En realidad, se trató, más que de una campaña clásica, de un casting ante Cristina Kirchner, quien fue la que decidió, a última hora, que el candidato sería otro.
Tampoco era dinero de las Madres. Era dinero del Estado que fue a las Madres y volvió a manos de Boudou para financiar su corta campaña. Boudou va camino de ser el vicepresidente de la Nación. Será, dentro de poco, una figura de relevancia institucional. Debería cuidarse un poco más de la ostentación de riqueza que hace. Se acaba de mudar a otro departamento en Puerto Madero, más lujoso que el que tenía antes. El ministro dijo que no era de su propiedad. ¿Quién es el dueño, entonces? Boudou también descansa en lugares caros y se traslada en motos más caras aún.
Las Madres cumplieron un importante rol de coraje y decisión durante los años de la dictadura. Algunas de sus integrantes prefirieron perseverar en la austeridad y la coherencia, pero debieron romper con Bonafini. Existe, es cierto, un pasado de valentía cuando ésta escaseaba. Esos pergaminos no habilitan a nadie, sin embargo, a la retórica de la arbitrariedad ni al manejo inmoral del dinero público.
Bonafini llamó "traidor" a Schoklender. Esa calificación pertenece al territorio de la política o al de los sentimientos. El problema tiene otra categoría: es moral, pero sus raíces más profundas llegan hasta el eventual delito.