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Un encontronazo más

Parece que será escaso el impacto económico de la decisión de Washington de privar a la Argentina de ciertos beneficios comerciales.

... la difusión del decreto correspondiente, firmado por el presidente norteamericano Barack Obama, no podrá sino incidir de manera muy negativa en nuestra imagen internacional ya que, para justificarlo, acusa al gobierno de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner de "no actuar de buena fe" por rehusar prestar atención a los laudos en su contra del tribunal arbitral del Banco Mundial. También perjudicará la imagen del país la reacción insólita del canciller Héctor Timerman que, además de calificar de "incomprensible" la medida, la atribuyó a las presiones de los "fondos buitres" y, para subrayar las bondades de las leyes argentinas, se refirió a las reparaciones recibidas por "las víctimas de la dictadura", como si dicho asunto tuviera algo que ver con los problemas comerciales. Según el gobierno de Cristina, los tribunales locales, que a su juicio son mucho más confiables que el Ciadi, deberían tener la palabra final sobre los reclamos formulados por empresas norteamericanas interesadas en cobrar deudas del Estado argentino. Por desgracia, en otras latitudes muy pocos creen que la Argentina se destaque por la seguridad jurídica, razón por la que los inversores más importantes siguen pasándola por alto para concentrarse en las posibilidades brindadas por países como Chile, Brasil y Perú.

En noviembre del 2008, cuando Obama triunfó en las elecciones presidenciales, derrotando a John McCain, muchos suponían que, por ser cuestión de un demócrata de opiniones consideradas progresistas, mejoraría sustancialmente la relación bilateral que se había visto gravemente afectada por el trato hostil, y nada cortés, brindado por el presidente Néstor Kirchner al republicano George W. Bush en ocasión de su visita a nuestro país. Quienes pensaban así no tardaron en darse cuenta de su error. Aun antes de iniciarse en junio del 2010 la gestión como canciller de Timerman, hubo muchos roces, comenzando con el provocado por la aparición en Aeroparque de una valija rellena de dólares que llevaba un venezolano "para la campaña de Cristina"; a partir de entonces, la relación se ha caracterizado por enfrentamientos con algunos intervalos de reconciliación aparente al encontrarse Obama y Cristina en distintos foros internacionales. Sin embargo, con el presunto propósito de eliminar las dudas de quienes sospechan que se siente demasiado comprometido con Estados Unidos, país en que vivió durante varios años, Timerman se las ha ingeniado para protagonizar varios incidentes en que ha hecho gala de su fervor antiimperialista, como hizo al incautar personalmente material sensible hallado en un avión de la Fuerza Aérea estadounidense que había aterrizado en Ezeiza, en el marco de un programa de cooperación bilateral, dando a entender que estaba destinado a caer en manos de narcotraficantes, golpistas o terroristas, para después exigir que Obama pidiera disculpas por lo ocurrido.

Puede que la opinión ya generalizada en el exterior de que el gobierno argentino no es de fiar haya tenido repercusiones positivas en la política interna, ya que Cristina dista de ser la única persona que se ha acostumbrado a culpar al "mundo" por los problemas nacionales, pero la mala reputación que ha sabido conseguir no parece ser el resultado de una estrategia coherente sino una consecuencia de la improvisación y de la falta de experiencia de políticos que, antes de llegar al poder, nunca manifestaron interés en lo que sucedía en el resto del planeta. Se suponía que Timerman estaría en condiciones de remediar el déficit así supuesto, pero a juzgar por su gestión impulsiva y errática su aporte en tal sentido ha sido muy negativo. Aunque no es culpa suya que el gobierno kirchnerista haya continuado resistiéndose a respetar las reglas que supuestamente rigen en la llamada comunidad internacional, a ojos de los demás, la forma extravagante en que reacciona frente a lo que toma por desaires sólo ha servido para convencerlos de que las autoridades argentinas son populistas incompetentes que viven en un mundo propio que es muy distinto de aquel de los líderes de países que Cristina misma calificaría de "normales".