Un documental sobre el fenómeno de La Salada
El filme documental "Hacerme feriante", que recorre y descubre el movimiento interno y de alrededor de la feria de La Salada, se estrena comercialmente este jueves en el cine Gaumont y se exhibe también a lo largo de todo el mes de febrero los sábados y domingos en el Malba.
Primer largometraje de Julián D`Angiolillo, "Hacerme feriante" sigue con una cámara que es pura observación de los distintos elementos y actores que se mueven en relación con la feria más grande de Latinoamérica y en torno a la cual conviven y a veces chocan intereses económicos, políticos y culturales.
Surgida en 1990 a partir de feriantes de la comunidad boliviana, La Salada está constituida en la actualidad por cuatro ferias: Urkupiña -la más antigua-, Ocean, Punta Mogote y de la Ribera.
Tres de estas funcionan en lo que fueran antiguas zonas de piletas y predios de recreación comprados a sus antiguos dueños y que hoy albergan casi 6000 puestos de venta, preferentemente para compradores mayoristas de todo el país.
"La historia de La Salada se puede contar a partir de la historia de la inmigración boliviana, porque fueron ellos los que la crearon a principios de los noventa", cuenta D`Angiolillo, quien tardó tres años en construir el filme.
Alumno de la escuela de artes plásticas Prilidiano Pueyrredón y recibido como licenciado en Artes Visuales en el IUNA (Instituto Universitario Nacional del Arte), D`Angiolillo se acercó a La Salada cuatro años atrás para realizar un trabajo de investigación para la muestra de arte y arquitectura Ciudades Ocasionales que se realizó en Barcelona.
"Se trataba de presentar investigaciones de todo el mundo, alrededor de 100 ciudades, y uno debía presentar un caso particular", relata el realizador.
"Presenté un video de 15 minutos sobre La Salada y ese fue el origen de esta película porque a partir de que empecé a ir, de conocer a los actores y acumular registros de la feria, me dí cuenta de que ahí había un largometraje y que lo podía hacer yo", resume D`Angiolillo.
"Me interesó la feria -consigna- como sistema de organización y de supervivencia y también para analizar lo que se definió como economías no hegemónicas, aquellas que establecen sistemas de intercambios que por un lado mantienen en vigencia ciertas leyes del capitalismo pero que presentan también una lógica propia que escapa a las leyes del mercado".
"El de la feria no es un mundo clandestino ni paralelo sino que tiene un montón de puntos de contacto con la macroeconomía, al punto de que a veces el Estado resulta más informal que la feria misma, eso también es parte de la paradoja", señala el director.
Asambleas de los feriantes en las que discuten el destino y modo de funcionamiento, trazas y visiones sobre la precariedad laboral, los sistemas de seguridad, el vértigo y el tránsito de los changadores, la intervención de la política, todos estos elementos están presentes en una película.
El guión sólido va sobrevolando este universo de a partes, casi cotidianamente, sin subrayados.
"Me cuidé mucho de no repetir ciertos clichés sobre La Salada que se ven en la televisión. Lo que más me interesaba era la dimensión temporal y espacial del lugar, poder materializar las fuerzas y energías que coinciden para armar la feria y luego se disipan en la medida en que se va levantando", relató.
Y agregó que buscó "algo que hablara también de la manera cómo un territorio es transformado por determinado tipo de intervenciones".
Al ser indagado sobre las decisiones que tomó de orden formal o narrativo en la construcción de la película, D`Angiolillo dice que "lo primero fue evitar la voz en off y el relato exterior" y que el método de obtención del material fue a partir de "estar ahí".
"Las ferias y los mercados no son zonas fáciles de filmar porque tienen su propia dinámica y porque siempre tienen zonas oscuras en lo organizativo", relata.
Por otra parte, "generar una cámara directa sin voz en off ni testimonios directos a cámara -abunda- fue la principal decisión que tomé y la primera de todas".
"Al ser un lugar en el que era muy complicado ganarse la confianza de la gente, lo más natural era contarlo de esa forma y que se expresara información en ocasiones precisas propias del conflicto y del funcionamiento del lugar, donde la gente diera sus opiniones sin estar haciéndolo para la cámara", resume.
Con 34 años y un cortometraje titulado "Overlock", que es un registro del trabajo esclavo a partir de cámaras ocultas de los mismos costureros, D`Angiolillo dice que si bien el tema de la precariedad laboral está presente en la película no está remarcado.
"El problema es que cuando uno se mete en el tema del trabajo precario es como si se convirtiera en el principal protagonista y en esta película a mí me interesaba abarcar todo el fenómeno de la feria", explica.
"Por otra parte -aclara- el trabajo precario no sólo alimenta a La Salada sino que también a las grandes marcas. A veces son los mismos talleres que producen para las dos lugares, es algo bastante complejo, un tema en sí mismo que merece una película propia".