Un día de película en un castillo normando francés a tan sólo una hora de Capital Federal
¿Un tour a Europa en el Día? ¿Viajar al siglo 19 en tu propio auto como si fuera un DeLorean? Sí, es posible. Porque en la localidad de Lobos se erige La Candelaria, un imponente hotel de campo al que se puede ir a pasar una jornada a puro relax o quedarse a dormir en una suite con mobiliario rococó al estilo de la nobleza. Por Mariela Blanco
Había una vez…
La historia de este lugar de ensueño comienza en 1840 por iniciativa del boticario Don Orestes Piñeiro que compra los primeros lotes de campo en el partido de Lobos que, hacia el final del siglo pasaría a ser la estancia La Candelaria, llamada así en honor a su esposa, Doña Candelaria del Mármol.
Rebeca, la hija adoptiva del matrimonio, se casa con Manuel Fraga Calveyra que en uno de sus viajes queda impactado ante un castillo en el valle del río Loire – Francia.
Como en un cuento de príncipes azules donde todo es posible, Don Manuel contrata hacia finales del siglo XIX a los mejores de su época para replicarlo en tierras bonaerenses, una práctica que era muy habitual entre las familias adineradas que tenían la posibilidad de conocer los palacetes de la realeza.
De hecho, la mayoría de las lujosas residencias privadas de nuestro país encontraron en Europa su fuente de inspiración y aspiración. De ahí que más que tener un estilo arquitectónico propio, Argentina luzca sin pudor el más exquisito eclecticismo. Probablemente en esa mixtura de estilos radique su belleza y su impronta.
Pero volvamos a Lobos. El arquitecto francés Alberto Favre envía los planos pero jamás pisa nuestro país así que es un constructor de apellido Molière quien erige el castillo "de película" de cuatro niveles donde, mas allá del claro predominio del normando francés, también se aprecia cierta influencia renacentista, del gótico y del barroco.
Don Orestes muere antes de que estuviera concluida la obra así que es su yerno quien se encarga de todo en el momento mas próspero de nuestro país.
En 1937, dos años después de haber quedado viuda, Rebeca manda a construir la capilla que aún está dentro de la estancia. Los restos de toda la familia descansan allí.
Rebeca fue devota y caritativa pero su vida tuvo más de una desdicha. Vale decir que al igual que su madre, no pudo tener hijos.
El azul deslumbrante de su príncipe se desgastó prontamente. Dicen que no fueron felices ni comieron perdices e, incluso, que Rebeca murió misteriosamente en la ciudad de Mar del Plata.
Pero la estancia que nos legó esta familia sigue siendo la escenografía perfecta para vivir un día de cuentos perfecto. Por su rica historia y su buena gastronomía, hoy este hotel de campo recuperado hace casi tres décadas por dos amigos convoca a huéspedes ocasionales y visitantes habitués que buscan un oasis a tan sólo 120 km del Obelisco.
El Castillo, ayer y hoy
Se cree que a la hora de dar grandes banquetes, a Don Manuel le gustaba mostrar la belleza del castillo en pequeñas dosis y que, recién al amanecer, se descubrían algunos ventanales para sorprender a los invitados con la vista del parque.
El hall de ingreso es imponente. Cuenta con pisos de roble de Eslavonia, con líneas en cedro y columnas con capiteles jónicos y corintios.
El salón comedor es quizás una de las salas más bonitas del castillo. Tiene una imponente araña de cristal de Baccarat, techo dorado a la hoja y sillones imperial Carveado con asientos repujados.
Todo el mobiliario es importado y tiene diferentes estilos como el Francés, Inglés e Imperial. Hay detalles palaciegos pensados para transportarnos al pasado, como una estufa de hierro fundido de origen Belga de 1880, imponentes techos casetonados, paredes con un delicado brocato de seda italiana, un gran gobelino holandés que cubre la pared de la escalera que lleva hasta el primer piso y un vitreaux que permite el ingreso de luz natural.
El dorado y azul real son colores predominantes en toda la decoración del castillo, ambos muy utilizados en el siglo XIX para mostrar lujo y opulencia. Cada detalle de la estancia fue pensado para transportarnos al siglo XIX.
El parque merece un párrafo aparte. Fue diseñado por el paisajista Carlos Thays y cuenta con más de 100 hectáreas y 240 especies de árboles: casuarinas, ceibos, ombúes, paraísos, cipreses y álamos, entre otros ejemplares centenarios.
Probablemente fue pensado por Thays un detalle que no parece casual: Desde el balcón de la habitación Ceibo que perteneciera a Rebeca no hay un sólo árbol que impida la visión del sol naciente en todo su esplendor.
Actividades
Se puede disfrutar de una charla histórica, ordeñar una vaca, caminar por el bosque, realizar un tour botánico, pasear en tractor, disfrutar de un show folclórico y de la piscina.
También se pueden hacer cabalgatas, andar en bicicleta, probar los productos regionales del almacén de campo, pasear en un sulky y utilizar las canchas de deportes.
Aunque lo esencial muchas veces está en lo intangible como la posibilidad de poder pausar el reloj para conectarse con la energía de la naturaleza, sentir en los pies el rocío del amanecer o el olor a pasto recién cortado; acariciar a la yegua “Pampita” y rememorar las escenas de “Embrujo de amor”, el filme realizado en la estancia que fuera protagonizado por Sandro y Carmen Sevilla en 1971.
Restaurante y Bar
El restaurant 5º Chukker tiene un estilo country chic cálido ideal para encuentros con amigos o familias y ofrece un menú variado. Los platos son exquisitos, abundantes y la calidad humana del personal es inigualable. Por su parte, La Caballeriza Bar ofrece ricas picadas y tragos.
¿Dónde queda?
La Candelaria queda en Ruta 205, Km 114.5, Lobos.
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