Un desastre impecable
*Por Paul Krugman. El economista estrella continúa con sus consejos para salir de la crisis mundial, en esta oportunidad centrando sus propuestas en el problema europeo.
El jueves de la semana anterior, Jean Claude Trichet, el gobernador del Banco Central Europeo o BCE -el equivalente de Europa a Ben Bernanke en Estados Unidos- perdió la sangre fría. En respuesta a una pregunta sobre si el BCE se está volviendo un "banco malo" gracias a las adquisiciones de deuda de países aquejados de problemas, Trichet, con el tono de voz en aumento, insistió que su institución se ha desempeñado "¡impecablemente, impecablemente!", como guardián de la estabilidad de precios.
Sí lo ha hecho. Y por eso es que el euro ahora está en riesgo de colapsarse. La agitación financiera en Europa ya no es un problema de economías reducidas y periféricas, como Grecia. Lo que está en curso en este momento es una corrida de mercado a escala completa sobre las economías más grandes de España e Italia.
En este momento, los países en crisis representan cerca de un tercio del PIB de la Eurozona, así que la moneda europea común en sí misma está bajo amenaza existencial. Y todo indica que los dirigentes europeos no están dispuestos incluso a reconocer la naturaleza de esa amenaza, y mucho menos lidiar con ella en forma efectiva.
Me he quejado mucho de la "fiscalización" del discurso económico aquí en Estados Unidos, la forma en la que centrarse prematuramente en los déficits presupuestales alejó la atención de Washington del desastre en el empleo actual. Sin embargo, no somos los únicos a ese respecto, y, de hecho, los europeos han estado muchísimo peor.
Al escuchar a muchos dirigentes europeos -especialmente, pero de ninguna forma los únicos, a los alemanes- y se podría pensar que los problemas de su continente son una simple historia de moralidad de deuda y castigo: los gobiernos pidieron prestado demasiado, ahora están pagando el precio, y la única respuesta es la austeridad fiscal.
No obstante, esta historia se aplica, si acaso, a Grecia y nada más. España en particular tenía un excedente presupuestario y poca deuda antes de la crisis financiera de 2008; se podría decir que sus antecedentes fiscales eran impecables.
Y, aunque la golpeó duro el colapso de su auge de la vivienda, sigue siendo un país con relativamente poca deuda, y es difícil argumentar que las situación fiscal subyacente del gobierno español es peor que la de, por decir, el gobierno británico.
Entonces, ¿por qué España -junto con Italia, cuya deuda es mayor, pero más reducidos sus déficits- tiene tantos problemas? La respuesta es que estos países enfrentan algo muy pero muy parecido a una corrida bancaria, excepto que es contra sus gobiernos en lugar de, o más precisamente tanto como contra sus instituciones financieras.
Así funciona una corrida: los inversionistas, por cualesquiera razones, temen que un país caiga en mora en cuanto a su deuda. Ello hace que no estén dispuestos a comprar bonos del país, o al menos no mientras no les ofrezcan una tasa de interés muy alta. Y el hecho de que el país deba someter su deuda a altas tasas de interés empeora sus perspectivas fiscales, lo que hace más factible la moratoria, de forma que la crisis de confianza se vuelve una profecía autocumplida. Y como sucede, se convierte en una crisis bancaria también, ya que los bancos de un país normalmente invierten considerablemente en deuda gubernamental.
Bien, un país con su propia moneda, como Gran Bretaña, puede atajar este proceso: de ser necesario, el Banco de Inglaterra puede intervenir para comprar deuda gubernamental con dinero recién creado. Esto podría llevar a la inflación (aunque hasta eso es dudoso cuando la economía está deprimida), pero ella representa una amenaza mucho más reducida para los inversionistas que la moratoria declarada. No obstante, España e Italia han adoptado el euro y ya no tienen su propia moneda. Como resultado, la amenaza de una crisis autocumplida es muy real; y las tasas de interés sobre la deuda española y la italiana son de más del doble de la británica.
Lo que nos trae de vuelta al impecable BCE: lo que deberían estar haciendo Trichet y sus colegas en este momento es comprar las deudas española e italiana; es decir, hacer lo que estos países estarían haciendo por sí mismos si aún tuvieran sus propias monedas.
De hecho, el BCE empezó a hacer justo eso hace unas semanas y provocó un respiro temporal para esos países. Sin embargo, el BCE se encontró inmediatamente bajo presión severa de los moralistas que odian la idea de librar de toda culpa a los países que cometieron supuestos pecados fiscales. Y la percepción de que los moralistas bloquearán cualquier otra medida de rescate ha desencadenado un renovado pánico en los mercados.
Se suma al problema la obsesión del BCE de mantener sus antecedentes "impecables" en cuanto a estabilidad de precios: en un momento en el que Europa necesita desesperadamente una recuperación fuerte y una inflación modesta sería útil en realidad, en cambio, el Banco ha estado estrechando el dinero, tratando de evitar los riesgos de una inflación que existe sólo en su imaginación.
Y ahora todo está haciendo crisis. No hablamos de la crisis que evolucionará en un año o dos; esta cosa podría deshacerse en cuestión de días. Y de ser así, sufrirá todo el mundo.
Entonces, ¿el BCE hará lo que se necesita hacer: prestar libremente y bajar las tasas? ¿O los dirigentes europeos seguirán demasiado concentrados en castigar a los deudores para salvarse a sí mismos? Todo el mundo observa.