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Un consejo de Kruschev a Boudou

*Por Ricardo Roa. Salvo lo de sonreír más seguido, se nota que Boudou entendió al revés los consejos sobre cómo ganar amigos de Dale Carnegie...

el pionero de la autoayuda. En su monólogo del jueves, se peleó con todo el mundo, especialmente con funcionarios y compañeros de ruta de su propio gobierno .

Atacó al juez Rafecas, al jefe de los fiscales Righi y a su esposa, al presidente de la Bolsa de Comercio y a Scioli. Y hasta delató a un periodista de los que él mismo había seleccionado para que lo ayudasen a transmitir su relato sobre el escándalo en Ciccone.

Es tan difícil encontrarle una lógica a tanto dislate como a él abogados que salgan hoy a defenderlo. Algunos simulan hacerlo y creer en lo que dicen. Pero casi ninguno se asocia a la denuncia de una conspiración política, empresaria y judicial para perjudicarlo (Ver: Caso Ciccone: hasta desde el Gobierno defienden a Rafecas).

Morales Solá se pregunta ayer, en La Nación, por qué le ofrecerían una coima al vicepresidente si él no tuvo nada que ver con el cambio de manos de Ciccone. Si es cierto que eso ocurrió, como el propio Boudou reveló el jueves, habría que juzgarlo por no haberlo denunciado . Y si no lo es, es obvio que miente.

La reacción violenta del vice fue por las pruebas encontradas en su departamento de Puerto Madero.

Lo vinculan con Vandenbroele , el ex monotributista ahora al frente de Ciccone cuya ex esposa dice que es testaferro de Boudou y a quien Boudou dice no conocer. Todo se resolvería si el vice dijera quiénes son los dueños de Ciccone , en lugar de declararse todo el tiempo víctima de una conspiración.

Al igual que los consejos de Carnegie, le vendría bien recordar la historia de Kruschev que se cuenta en la película Traffic. Cuando lo obligaron a renunciar, el líder ruso se sentó y escribió dos cartas a su sucesor . Le dijo: si llega a una situación que no puede resolver, abra la primera y estará a salvo . Y si eso se repite, abra la segunda. Muy pronto se encontró en un aprieto y abrió la primera. Decía: cúlpeme de todo a mí y a la prensa . Funcionó como magia. Después enfrentó otra crisis de la que no sabía cómo salir y abrió la segunda. Decía: "Siéntese y escriba dos cartas ".