Un brasileño traficó hacia la Argentina ciudadanos indios para esclavizarlos
Luiz Carlos Severo Bueno tiene 57 años, nació en la ciudad de Uruguayana, en Brasil.
Por Andrés Klipphan
Extraído de Infobae
Luiz Carlos Severo Bueno tiene 57 años, nació en la ciudad de Uruguayana, en Brasil. No fuma, no toma bebidas alcohólicas. Tampoco hace deportes, ni vive de su profesión, contador público. Aunque tiene montada una oficina de asesoría técnica rural en Río Grande do Sul. Esa pequeña firma, y el hotel "Rolín", propiedad de su hijo, Luis Enrique, le sirven de pantalla para las operaciones que le encargan desde el consorcio internacional que opera en todo el mundo y sobre el cual sabe poco y nada. Y es mejor así.
Son las ocho de la noche del 1 de julio de 2016. El hombre de ojos verdes, camisa clara y campera azul está parado frente a la boletería de la empresa Flecha Bus, ubicada en la estación terminal de ómnibus de la ciudad correntina de Paso de los Libes. Hace lo que los investigadores creen que le ordenaron. Sacar tres pasajes con destino a Retiro, en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
Dos semanas después, el joven que expendió los boletos declarara como testigo en la causa que se le abrió a Severo Bueno por los delitos de "tráfico ilegal de inmigrantes, agravado por las condiciones de aprovechamiento de inexperiencia y abuso de necesidad, y de transporte con fines de explotación que tienen como víctima a tres ciudadanos indios".
Dirá que la voz cantante la llevaba Severo Bueno. Que este hablaba un perfecto castellano; qué fue él quien presentó los pasaportes de los tres indios que lo acompañaban cuando este le pidió la documentación antes de expender los tiques. El brasileño actuaba con absoluta tranquilidad, ya sea porque había realizado otras veces aquella maniobra, y nunca lo habían descubierto, o porque estaba convencido que los tentáculos de sus contactos internacionales tenían todo "arreglado" y bien aceitado.
De hecho, hasta ese momento, todo había salido a pedir de boca. Ni él, ni los indios, quedaron registrados en la Dirección Nacional de Migraciones de la República Argentina. Es decir, que ingresaron de manera ilegal al país.
Severo Bueno no lo sabía, o no le importaba, pero sus movimientos quedaron grabados por las cámaras de seguridad de la terminal. También en las del bar, lugar a donde llevó a sus tres pasajeros. Los sentó alrededor de una mesa, pagó de su bolsillo los 50 pesos que le cobraron por una botella grande Coca Cola. Y en las cámaras del peaje.
El mozo que los atendió también sería interrogado por la fiscalía. Los extranjeros se comunicaban por señas con el brasileño. No tomaron ni un sorbo de la bebida, y permanecieron en el local unos 30 minutos. Fue el tiempo que demoró el hombre de campera azul para regresar con los equipajes de quienes serían sus víctimas. Eran tres bolsos pequeños donde apenas entraba una muda de ropa y un abrigo.
El camarero confió que los tres migrantes parecían turistas, y que mientras aguardaban al "taxista", uno de ellos, en perfecto inglés, le pidió una tijera para "para cortar un chip de la empresa Claro e insertarlo en un teléfono celular".
Ya con los bolsos en las manos, todos se levantaron y abordaron el micro. Las cámaras registraron el momento. Los tres indios subieron al micro de doble piso. Severo Bueno, en cambio, se quedó dentro de su auto observado la escena. Recién se marchó cuando corroboró que los indios no bajaron.
Recién ahí puso en marcha su Renault, modelo Sandero GT Line, dominio extranjero IVZ-1960 y deshizo el camino.
Los tres inmigrantes, que desconocían haber ingresado de manera ilícita al país, tenían entre 19 y 22 años, y una triste y larga historia para contar.
Su estado de vulnerabilidad los llevó a que esa destemplada noche correntina terminara no en las rutas argentinas que los llevaría supuestamente a un restaurante de Capital Federal a trabajar como mano barata y esclava -aunque esto no lo sabían porque habían sido engañados- sino demorados y puestos a disposición de la Justicia, por parte de personal de Gendarmería Nacional que integraban el Grupo de Seguridad Vial Bonpland.
Eran aproximadamente las 22 horas cuando los gendarmes, por disposición del ministerio de Seguridad de la Nación, requisaron el Flecha Bus, y pidieron documentación a todos los pasajeros. En circunstancias como esas, los suboficiales, acompañados por perros especialmente entrenados, buscaban drogas. Sin embargo, ese día, en vez de estupefacientes se hallaron con tres inmigrantes ilegales que desconocían el idioma, que estaban asustados, que prácticamente no tenían ropa ni dinero, que a ojo de experto no tenían las características del turista promedio, y lo que era realmente grave, estaban indocumentados y habían ingresado al país de manera ilícita.
Sucede que los indios ya no tenían los pasaportes que Severo Bueno presentó en la ventanilla para comprar los pasajes, sino tres fotocopias que no servían para acreditar sus identidades que en la causa figuran con las siglas, "S.R", "R.I.S" y "G.S".
Severo Bueno, que ya estaba en el hotel de su hijo, lugar donde habían alojado a los extranjeros hasta cruzarlos a la Argentina, jamás imaginó que dos semanas después terminaría preso por esa requisa de Gendarmería.
La jueza subrogante Cristina Pozzer Penzo, a cargo del Juzgado Federal de Paso de los Libres, no dudó un instante en descubrir quienes eran las víctimas y quien el victimario.
Y así los trató. Mientras Severo Bueno, que al parecer de bueno solo tenía el apellido, era procesado con prisión preventiva, los tres indios declaraban sus padecimientos en Cámara Gesell, la misma metodología que se usa para los niños y adolescentes. Fue así como se enteró que "el acto delictivo" había comenzado hacía 13 días en la República de la India.
Los tres contaron la misma versión de los hechos. Sus vidas en el país que nacieron corrían peligro por un conflicto político-religioso. Ya habían sido apaleados por esto, y varios seres queridos asesinados. Por esa razón, sus familias tomaron contacto con personas desconocidas por ellos que facilitaron la salida de India. "Si no hacías eso el gobierno nos quitaba la vida", aseguraron.
Sus familias les pagaron a esas personas 27.000 dólares en efectivo, es decir 9.000 dólares por cada uno. Seguramente esa era una primera remesa, pero desconocían el resto. Los desconocidos, posiblemente traficantes experimentados que vendían espejos de colores bajo la promesa de trabajo y un mejor pasar en América. Era lo único que importaba. Por eso siguieron al pie de la letra lo que otros "desconocidos" -así los llamaron en sus declaraciones- y en inglés, les ordenaban en los distintos puntos de una travesía interminable, que fue por tierra, agua y aire.
Antes de ingresar a territorio argentino y ser demorados por los gendarmes en Corrientes, los indios describieron la travesía o lo que la jueza interpretará como la ruta de la trata. Comenzó en la ciudad india de Raikot, que está ubicada en el distrito de Ludhiana, en la provincia de Punjab. En ese pequeño poblado, de menos de 30.000 habitantes, vivían con sus familias y vivía de la agricultura. De allí los "desconocidos" que hicieron el "arreglo" para sacarlos de India, recorrieron vía terrestre el camino que los condujo hasta el Aeropuerto Internacional Indira Gandhi, situado a situado a 16 kilómetros de la ciudad de Delhi, lugar al que nunca habían ido.
De allí, y con sus pasaportes en mano, viajaron hasta Dubai, uno de los siete Emiratos Árabes Unidos. Sin salir de uno de los principales aeropuertos internacionales de Medio Orientes, los tres indios fueron contactados "sin saber cómo los conocieron", según declararon ante la jueza correntina, por "un desconocido" que ya tenía los tres pasajes en mano para abordar otro avión que los llevaría a Holanda. De ahí las víctimas, que nunca supieron que habían caído en una red de trata internacional, viajaron por tierra a "un tercer destino que dicen desconocer, puesto que una parte del viaje la hicieron ocultos", o al menos así figura en la elevación a juicio oral contra el brasileño de ojos verdes que en este momento goza del beneficio de la excarcelación y que el año entrante será sometido ante un Tribunal Oral Federal para escuchar su condena o absolución.
De ese tercer territorio que desconocen y donde pasaron escondidos un par de noches, recalaron al territorio sudamericano, destino que ni soñaban conocer. En ese momento no lo sabían, pero los indios habían recalado en el aeropuerto internacional de Río de Janeiro. Allí los pasó a buscar otros "extraño" que manejó una Trafic durante más de 20 horas hasta llegar a su destino final, el hotel Rolín, cuyo dueño es el hijo de Severio Bueno.
Ante la Justicia Federal correntina, los indios, llamaría al acusado de tráfico de personas como "El taxista". Los tres manejaban como segundo idioma el inglés pero solo dominaban el "panyabí", uno de los idiomas oficiales de la India. Los tres hombres tuvieron siempre en sus manos sus pasaportes, salvo cuando abordaron el Flecha Bus hacia la Ciudad de Buenos Aires. Fue Severio Bueno quien se supone que se los retuvo y les dio las fotocopias.
Durante los allanamientos en las propiedades y automóvil del brasileño, esos documentos no aparecieron, pero fueron gestionados y gracias a la intervención de la jueza Pozzer Penzo se le dio ingreso legal al país. Lo que resta de la historia sigue es incertidumbre. Se sabe que en Retiro los ciudadanos indios serías recibidos por otros "extraños" que los llevaría a un presunto restaurante donde les darían empleo. Al interrumpirse la maniobra delictiva en el paso correntino, la Justicia no pudo tirar hacia "arriba" en la escala mafiosa local vinculada a la trata y explotación de inmigrantes ilegales.
Todo se cortó, en principio, en el eslabón más débil de la cadena del delito.
Cómo Luiz Carlos Severo Bueno se desentendió de la maniobra, y apenas se hizo cargo de llevar a los tres indios hasta la terminal de ómnibus de Paso de los Libres para "hacerle un favor" a su hijo "porque estos tres turistas, que estaban alojados en su hotel, no sabían cómo viajar hasta Buenos Aires", y "sacarles el pasaje porque solo sabían comunicarse por señas", la jueza y la fiscalía tampoco pudieron avanzar sobre la red internacional.
De todos modos, y aunque no se conozcan los rostros de los esclavistas de este siglo, en la elevación a juicio oral la magistrada no dudó en asegurar que "la captación de los ciudadanos indios se habría producido mediante un aprovechamiento de su situación de vulnerabilidad generada por la edad, el idioma, y la necesidad imperiosa de abandonar su país, dado que estarían siendo víctimas de una persecución por parte de las autoridades de la India, por razones político-religiosas", y que "una vez captados, las tres personas fueron trasladadas por diferentes puntos y medios de transporte por aire, tierra y agua a distintos puntos del mundo donde fueron esperados y conducidos por otras personas no individualizadas durante su viaje, que formarían parte de una organización todavía no individualizada. Arribados al continente americano por un punto que todavía se desconoce, habrían ingresado a la República Argentina el día viernes primero de julio de 2016, aproximadamente a las 20.00 horas, a través del paso fronterizo Paso de los Libres, Corrientes, Argentina - Uruguayana Brasil, habilitado a esos efectos por la Dirección Nacional de Migraciones, en un automóvil conducido por el imputado Luiz Carlos Severo Bueno, sin que las autoridades migratorias registraran el cruce en el automotor del imputado junto a los tres ciudadanos Indios."
"De esta manera, -continúa describiendo la jueza federal- el imputado habría facilitado al ser una persona conocedora del tráfico vecinal, las condiciones y movilidad para la entrada ilegal a la Argentina de los tres ciudadanos indios, con el fin de obtener un beneficio hasta ahora también desconocido y sin realizar los trámites migratorios correspondientes."
Como se desprende del texto judicial, hay muchos interlineados vacíos que no serán llenados en el debate. Por ejemplo, no se siembran siquiera dudas sobre una eventual complicidad de los funcionarios del paso fronterizo legal por donde cruzó el sospechado traficante y que no advirtieron el ingreso de las tres víctimas. Sobre los indios, Infobae pudo saber de fuentes judiciales, que abordaron otro Flecha Bus, y finalmente llegaron a Retiro con tan poca ropa y dinero como salieron de Brasil, pero que los tres aún permanecen en el país y con trabajo.