Un asunto que debe desvelar a todos
* Por Agrandar Achicar. ¿Habrá que creer que una sociedad -la catamarqueña en este caso- no puede, por un condicionamiento proveniente de su supuesta tradicional autorrepresión sexual, afrontar los conflictos individuales y colectivos que en los dominios de esa energía se presentan a diario y han llegado al extremo de situaciones que ya no permiten desentendimiento alguno?
Es probable que la hipótesis encuentre no pocos adeptos, porque impresiona como de cierta lógica que este tabú sea origen de una como inhibición de oscura matriz inconsciente. De una discapacidad "congénita" para afrontar una cuestión que produce silencios, gestos encubridores, postergaciones sin plazos, cuando no expresas resistencias a devolver a lo sexual su normalidad de providencial jerarquía, como la de todas las potencias humanas, incluidas las orgánicas, de tan absoluta incidencia en la posibilidad misma de la vida.
Pero habría que explicar, entonces, a qué se debe que las desviadas conductas sexuales sean, en estos días, de una frecuencia y aberración tan estremecedoras, precisamente en un tiempo en que en la teoría y en la práctica se han abolido todos los frenos y se juzga que no puede hablarse de desvíos, sino de variedades que tienen todo el derecho de manifestarse.
Que quede claro que no se está haciendo referencia a la homosexualidad, sino a los abusos sexuales de los que son víctimas niños, adolescentes y mujeres de todas las edades. Abusos que agravian a toda la persona y no únicamente a su sexualidad, incluso, en tantos casos, hasta despojarla de la vida.
Pues bien, no obstante esta realidad opuesta polarmente a aquella autorrepresión del inicio de estas líneas, los abusos provocan cada día más zozobra, más escándalo, también más horror.
Sin embargo, aquí no ha habido apuro en hacerse cargo de un drama que golpea en todos los sectores, en cierto sentido mucho más que las crisis actuales derivadas de las insuficiencias energéticas y de la escasez de los combustibles.
Los diarios de Catamarca son hoy, y no por su culpa, inventarios de abusos y de intentos de abusos y de investigaciones policiales y judiciales de abusos, hasta un punto que quizá los obligará a incrementar las páginas para evitar transformarse en meros boletines de la miseria sexual extendida por toda la provincia.
En la Legislatura se han presentado 5 proyectos sobre prevención del abuso sexual. Pero todos corrieron la misma suerte, el cajoneo, aun en los casos en que alcanzaron aprobarse en una de las Cámaras. Tampoco el tema ha merecido ser debatido. Ninguna de las instituciones gubernamentales, ni educativas de ningún nivel, ni religiosas, ni sociales, ni políticas, creyó que podría entenderse que la cuestión vale alguna audiencia pública, alguna asamblea legislativa; alguna conferencia, seminario o taller universitario. Habría que temer, por ello, el castigo que merecieron según la tradición bíblica, Sodoma y Gomorra, donde desaparecieron, seguramente, los abusadores y también los que nada hicieron por sacarse de encima tan ultrajante lastre.
Si alguien creyera que se están magnificando los hechos, que lea prolijamente el informe de EL ANCASTI de ayer y la mar de noticias sobre estos casos difundidos por lo menos en los últimos 12 meses. Baste el siguiente dato del informe de la víspera -dato del año pasado-: "Catamarca se ubica sólo después de Mendoza en el ranking de abusos sexuales que no incluyen violación" y el sexto, si se tienen en cuenta las violaciones propiamente dichas.
Pese a que los abusos sexuales se multiplican de manera alarmante en la provincia, los catamarqueños, incluidos los poderes del Estado, se mantienen indiferentes.