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Un abanico narrativo

* Por Diego Brodersen. La película de Moreno intenta abrir nuevos caminos, acompañando la deriva existencial de su protagonista, en una serie de estampas que van de lo dramático a lo cómico, de lo cotidiano a lo absurdo.

Poco más de un lustro le llevó a Rodrigo Moreno completar su segundo largometraje en solitario luego de El custodio. Un mundo misterioso participó a comienzos de este año en la competencia oficial del Festival de Berlín, donde fue recibido con bastante rechazo por una parte de la crítica especializada, e integró luego la competencia local del 13º Bafici, dividiendo aguas en cuanto a sus alcances y limitaciones. Más allá de las diversas opiniones que se puedan tener sobre ella, lo cierto es que Un mundo misterioso es una de esas películas que intenta abrir nuevos caminos, aun a riesgo de tropezarse en el intento, una propuesta que en gran medida le hace los honores a su título, evitando lugares comunes y obviedades dramáticas y sacándoles el jugo a los detalles –algunos de ellos microscópicos– en cada una de las escenas, puntos de concentración de esos aires misteriosos que conforman el núcleo de su universo.

Boris (Esteban Bigliardi, en estado de hieratismo casi absoluto) se levanta una mañana como cualquier otra para encontrarse con una situación atípica, de esas que pueden cambiarle a uno la vida: con las últimas telarañas del sueño aún nublando la vista, su novia le espeta que se siente asfixiada, que necesita pasar un tiempo en soledad. En esa extensa secuencia que abre el relato, la ruptura de la pareja queda supeditada a la fragmentación del encuadre y a la iluminación, tanto o más importantes que las palabras que no dejan de rebotar entre uno y otro partenaire. De allí en más, y a lo largo de poco menos de dos horas de proyección, será la tensión entre historia, diálogos y rasgos de estilo la que hará de la película un objeto particular, con ribetes por momentos inesperados. A partir de una mínima excusa argumental, una separación amorosa común y silvestre, Moreno encara el registro minucioso de la deriva existencial de su protagonista, en una serie de estampas que van de lo dramático a lo cómico, de lo cotidiano a lo absurdo, haciendo de Buenos Aires un lugar ligeramente excéntrico, enrarecido.

La mudanza a uno de esos "hoteles de pasajeros" típicos de ciertas zonas de la ciudad encuentra a Boris suspendido en el tiempo y en el espacio, circunstancia ideal para realizar actividades de diversa índole –visitar librerías, ir a una fiesta, comprar un auto usado, viajar brevemente a Colonia, conocer chicas– al tiempo que intenta, al menos en un principio, volver a recuperar a su pareja. Uno de los encuentros propiciados por esta suerte de paréntesis en su vida cotidiana se produce en un bar, donde el joven conoce a una mujer tan solitaria como él; interpretado por Rosario Bléfari, este personaje hace evidente de alguna manera la filiación de Un mundo misterioso con el cine de Martín Rejtman, cuya Silvia Prieto es hoy no sólo un auténtico film de culto local sino un referente ineludible del cine argentino de las últimas dos décadas.

Dotado de aires nuevaoleros, en particular en las escenas de persecución de mujeres en las calles de Buenos Aires, en otras concentrado en los detalles minúsculos de una fiesta o en los cambios de luz durante un viaje por la ruta, Moreno se atreve a realizar una película que en sus mejores tramos se abre a infinitas posibilidades narrativas. Tal vez la historia se extienda demasiado, forzando los recursos de la repetición y la circularidad, pero escenas notables como la del taller mecánico, con su giro sorpresivo que dota de un nuevo significado a lo ya visto, o el plano-secuencia del recorrido del colectivo inclinan la balanza hacia el territorio de la creatividad y el placer.

Un mundo misterioso cuenta además con un notable trabajo fotográfico de Gustavo Biazzi (director de fotografía de Castro y la próxima a estrenarse El estudiante), que hace de la luz difusa de los interiores, pero también de la más cruda luminosidad diurna, un elemento esencial de la puesta en escena, todo ello enmarcado por el apenas rectangular formato 1:1.37, reliquia de otros tiempos que vuelve a enamorar a más de un realizador contemporáneo.

7-UN MUNDO MISTERIOSO

Argentina/Alemania/Uruguay, 2011

Dirección y guión: Rodrigo Moreno.

Fotografía: Gustavo Biazzi.

Montaje: Martín Mainoli.

Dirección de arte: Gonzalo Delgado.

Intérpretes: Esteban Bigliardi, Cecilia Rainero, Rosario Bléfari, Leandro Uría, Germán de Silva.