Turismo: ciclo de vacas gordas
Ha de ser el viento -o mejor, quien supremamente las apacienta como si se tratara de rebaños- el que un día empuja las nubes hacia un lado, y al siguiente hacia otro, haciendo, con ello, que ni la prosperidad ni la adversidad sean patrimonio permanente de nadie y liberando a todos de la queja y del gozo sin fin, condenas ambas, que a la larga terminarían destruyendo y embotando hasta el punto de inhabilitar para la percepción salvadora de los cambios.
Lo dicho podría servir para los compatriotas del sur del país, cuyos paisajes han atrapado siempre el interés de las corrientes turísticas invernales y que ahora sufren la crisis provocada por unas cenizas volcánicas que han desalentado la llegada de esos incontables contingentes ávidos de practicar deportes que no podrían tener mejor escenario para desarrollarse que las cumbres, los bosques y la nieve de aquella zona privilegiada del país.
Pero, no sólo permitiría explicar la "injusticia" de unas cenizas que no podrían haber escogido peor momento para manifestarse, sino que también para los catamarqueños contiene un mensaje que sería tonto desoír. Las nubes aludidas al comienzo están ahora sobre los cielos del norte. La misteriosa -no obstante las explicaciones de los meteorólogos- distribución de los turnos de la fortuna favorece a estas provincias y es imperioso sacar provecho de esta situación, lo que no entrañaría ninguna apropiación deshonrosa de lo ajeno, sino responsable administración de una gracia que sería sacrílego rechazar.
Sin duda, el fenómeno de este año exige reflejos que hagan posible estar a la altura de las circunstancias. Reflejos que ya debieron haberse visto activos en los últimos meses, porque era evidente que los centros turísticos del sur no tendrían, por ahora, aquel imán de todos los inviernos.
Era por demás previsible que la oferta del Noroeste iba a ser demandada de modo excepcional. Y ello significaba dos cosas. Por un lado, que rápidamente había que ponerse en condiciones de recibir a contingentes no habituales, más exigentes, quizás. Por otro, que estas nuevas "oleadas" podrían ser seducidas de modo que en el futuro regresen a Catamarca, aun cuando ya no existiesen en la Patagonia los inconvenientes de este año. Tal vez no sea descabellado suponer que se está ante la posibilidad de replantear las estrategias turísticas, frente a un mercado profundamente modificado, por suerte con signo positivo para la provincia.
El funcionario responsable del área turística, Edgardo Ávalos, atribuye el incremento de los visitantes a "la intensa promoción" desplegada por su Secretaría, aunque no niega que tenga también su parte la desafortunada situación, en esta temporada, de las provincias patagónicas.
Igualmente subrayó la incidencia de la promoción al sostener que la convocatoria no puede asignarse sólo a la Fiesta del Poncho, pues el florecimiento turístico se registra también en el interior de la provincia y no únicamente en la Capital, que es la sede de la Fiesta.
Además, el jefe turístico ofreció datos sobre la temporada. La capacidad hotelera está colmada al 100%. Los visitantes llegan desde Santa Fe, Rosario, Córdoba, Mendoza, Buenos Aires, Puerto Madryn y San Julián. Y hasta sorprendió una delegación de 60 turistas egipcios, dispuestos a permanecer aquí durante 3 noches y grupos del otro lado de la cordillera, de la República de Chile.
Sin duda, el secretario de Turismo sabe, también, que la atención a los que llegan sigue siendo deficiente. Una vez que están en la ciudad, no tienen información y se ven obligados a requerirla a los policías o a transeúntes ocasionales.
La cuestión -dicho esto con ánimo de servir- no termina con producir "el desembarco" de turistas. Lo que importa, verdaderamente, es complacerlos y convertirlos en visitantes de todos los años y en inmejorables promotores en sus comunidades de origen.
La temporada turística tiene este año singular éxito. Habrá que asegurarlo para el futuro.