Trigo: dar libertad de exportación
nte las dificultades creadas en la comercialización del trigo y del maíz se intenta un cambio consistente en dividir la cosecha total en dos fracciones, una reservada para el consumo interno (40%) y la otra para la exportación (60%), sistema que pretende mejorar el existente, que continuará hasta tanto se implemente el nuevo.
El rotundo fracaso de la cosecha reciente ha dado lugar a un excedente aún no comercializado que se estima cercano a los tres millones de toneladas. El excedente se explica por la renuencia de los productores a vender su producto a precios irrisorios, que resultan de la diferencia entre el precio de embarque o precio FOB, deducidas las retenciones del 23% y los gastos de comercialización previos al embarque, unos 40 dólares por tonelada.
Un informe de la Confederación de Asociaciones Rurales de la Tercera Zona (Cartez) da cuenta de esta distorsión, cuyo saldo resulta en una inusual ganancia de las firmas exportadoras que adquieren el trigo con la diferencia aludida para exportarla cuando entra en vigencia el cupo de exportación. Según el informe, los márgenes habituales de la exportación del trigo de entre 3 y 5% por tonelada crecieron por la diferencia aludida. Así se explicaría la apertura de un nuevo cupo de 400.000 toneladas resuelto días atrás; con el cupo recién abierto la ganancia del sector exportador sería de 15,8 millones de dólares. ¿A qué responde semejante beneficio? ¿Lo es por una desconfianza nata en el sistema de mercados y precios?
Para poner en marcha el sistema de comercialización que divide la cosecha en las dos fracciones ya mencionadas, el Ministerio de Agricultura está requiriendo a productores, cooperativas, acopiadores y exportadores la información sobre sus tenencias del cereal, cuya sumatoria-según se estima a priori- sería cercana a los tres millones de toneladas aludidas. De allí en adelante habría que poner en funcionamiento un sistema de certificados entre productores y exportadores, y una mesa para determinar las cantidades por destinar al consumo y la exportación.
Hasta aquí parecería que el ministerio podría asumir la conducción de la experiencia que, de considerarse viable, se extendería a la próxima cosecha de maíz. Todo esto, en el caso de que, como otras veces, no surja un doble comando, originado en la participación del secretario de Comercio Interior.
El sistema que se proyecta podrá mejorar lo actuado sobre la base de una sucesión de pequeñas cuotas exportables. Sin embargo, la mejor opción es abrir el comercio de productos agrícolas, cuyos limitados aumentos de precios evitan los graves perjuicios e iniquidades de las políticas recientes.