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Tres mujeres por la paz

El reciente otorgamiento del Premio Nobel confirma el creciente papel protagónico de la mujer en la política mundial.

Finalmente, el premio Nobel de la Paz ha sido entregado a tres mujeres cuyos nombres quizá no eran muy conocidos hasta ahora para la opinión pública mundial, con excepción probablemente de Ellen Johnson-Sirleaf, la actual presidenta de Liberia y la primera jefa de Estado de Africa elegida libremente.

Junto a Johnson-Sirleaf fueron galardonadas Leymah Gbowee, también liberiana y activa militante contra la guerra civil de su país, y Tawakkul Karman, yemenita y una de las figuras emblemáticas de la "primavera árabe".

Para el Comité noruego encargado de conceder este Nobel, ellas fueron distinguidas por "su lucha pacífica por la seguridad de la mujer y por los derechos de las mujeres para participar de lleno en las labores de construcción de paz". No extraña, entonces, que la mayoría de los grandes diarios del mundo hayan comentado sobre el "júbilo internacional" que se experimentó al conocer los nombres premiados.

En efecto, al reconocer en la trayectoria de las galardonadas el hecho de que ellas luchen por el reconocimiento de los derechos de la mujer en la búsqueda de la paz mundial, el Comité está enviando al mundo señales muy importantes, que nunca como ahora se habían dado. "No puede haber democracia ni desarrollo pacífico sin la inclusión de las mujeres", dijo el presidente del Comité, Thorbjrn Jagland, sobre todo "en Africa y el mundo árabe".

Concedida por primera vez a tres representantes de las luchas por los derechos humanos del Tercer Mundo, la distinción muestra también el reconocimiento a un cambio de mentalidad profundo del cual ellas son -como lo fue en su momento la Nobel de la Paz 2004 Wangari Muta Maathai, activista política y ecologista keniana- claras representantes: la contribución mundial en paz y en democracia al desarrollo sustentable del planeta en el que vivimos, nuestra casa.

Esta aceptación cada vez más irrebatible del papel de la mujer en el mundo contrasta, por supuesto, con una realidad que todavía la hace centro de innumerables postergaciones y maltratos tales que la llevan en innumerables ocasiones a la muerte. Por ello, es de aplaudir la elección de los miembros del Comité noruego, sabedores de que, junto con las felicitaciones de representantes políticos tan importantes como Angela Merkel y Nicolas Sarkozy, o el arzobispo sudafricano Desmond Tutu y decenas de organismos internacionales, habría declaraciones polémicas y fuertes rechazos de las respectivas comunidades de donde son originarias las tres. Por ejemplo, es el caso de la presidenta Johnson-Sirleaf, que sucedió en 2006 al feroz dictador Charles Taylor (cuyo gobierno autocrático había sumido a Liberia en una atroz y sangrienta guerra civil) y ahora está en campaña para su reelección; sus opositores políticos consideraron el galardón "inaceptable, inmerecido" y una verdadera "provocación".

Pese a los avances, todavía hay muchos espacios en los que las mujeres no pueden desarrollarse como personas libres. Sin embargo, son las que se muestran más activas hoy en el mundo también en ámbitos como el de los negocios o la política, pero con la mira puesta en la participación igualitaria para todos.

Este reconocimiento es, entonces, un hito más, muy importante, en el camino de la visibilidad de las mujeres y de su desarrollo personal. Y con ellas, el de toda la humanidad.