Trabajó de noche durante cinco años y confesó que "fue un infierno"
Su empleo era en un call center de una reconocida página web y vivió una pésima experiencia.
Era 2008, mi antigua empresa, el call center de una famosa web de apuestas online donde atendíamos llamadas de simpáticos ludópatas y vividores, cerró de un día para otro.
En un atisbo de madurez, decidí mandar mi currículum a cualquier trabajo que pagara más de 1200 euros, alrededor de 24 mil pesos, (de hecho, el salario fue lo único que miré a la hora de aplicar en las ofertas).
Recordemos que es 2008, el gran pelotazo no tuvo lugar hasta el siguiente año. Eso se traducía en que el ritual de búsqueda de trabajo se limitaba a pasar la mañana subiendo currículums en webs de empleo para ser llamado aquella misma tarde.
Así que una mañana de resaca, recibí una llamada de uno de esos dos empleos a los que aspiraba: una compañía multinacional de seguros necesitaba gente para el departamento de Asistencia en la Carretera. Todo eso me importaba más bien poco: lo bueno era que pagaban bien. Una vez contratado, lo segundo que hice tras presentarme fue preguntar por el horario nocturno.
Ya en mi anterior trabajo descubrí la existencia de ese maravilloso turno donde hay menos carga de trabajo y se cobra más, pero el prematuro cierre de la empresa me impidió probar aquellas mieles nocturnas. Así que me fijé como objetivo a largo plazo acabar entre los privilegiados que formaban parte de dicha guardia nocturna. Dos años después, mi guardia comenzó.
Lo primero que hice, como buen hipocondríaco, fue mirar los posibles efectos adversos a la salud. El primer dato: ningún médico recomienda dicho trabajo. En resumen, es tan jodido para el cuerpo que no hay manera de hacerlo sano. Ni durmiendo en una cámara aislada de ruido y luz, ni siguiendo una dieta milagrosa, ni cambiando tus horarios de manera estricta.
Tu cuerpo no es tonto y sabe que lo estás vacilando con eso de dormir de día. No es sólo que nuestro hígado sólo se regenere de noche, que aumente la mortalidad de manera disparatada o que tus ritmos circadianos sean vapuleados de manera brutal, es simple y llanamente que tu cuerpo se pudre más rápido con cada hora nocturna trabajada. A eso hay que añadirle las secuelas psicológicas: depresión, ansiedad, cambios de humor.
Son tantos los efectos adversos para la salud que los profesionales se refieren a este turno como un mal necesario. Ni los jugosos sueldos que se ofrecen ni la jubilación anticipada que puedes obtener sacrificando tus horas de sueño lo compensan, según dicen los mismos médicos.
Todo esto suena muy mal, pero al fin y al cabo soy asmático y fumador, y ya hasta el tocino es cancerígeno, así que me olvidé de todo rápidamente cuando me dijeron mi nuevo sueldo y mis horario. Básicamente trabajaría semanas alternas, lo que hace aproximadamente 15 días de trabajo y 15 días libres más vacaciones. Y claro, como todos estos trabajos, iba a ser "temporal". Pero el año o dos planeados se convirtieron en cinco y pude experimentar todos los efectos nefastos en mis carnes.
Créeme, da igual lo que te obsesiones con tu sueño, las curas de sueño que intentes, los trasnocheos que hagas para cansar a tu cuerpo, las pastillas que tomes. Si tu cuerpo decide dormir tres horas en tres días como venganza, no hay nada que hacer.
Pasé de no haber tomado jamás una baja laboral a casi encadenarlas, de ser la persona más estable mentalmente del mundo a acabar llorando porque el día estaba demasiado soleado y bonito o enfermarme tres veces en menos de un mes en pleno verano.
Probablemente el reflejo de mi futuro estaba en uno de los compañeros que en ese momento negociaba su despido tras nueve años de trabajo nocturno. Una persona en los huesos, con una acusada paranoia y brotes de locura que rozaban la psicosis. Por aquel entonces militaba en el sindicato de la compañía y me tocó acompañarlo a dicha negociación, ésa fue la primera vez que coincidí con el güey de recursos humanos: "Este tipo está muy jodido". Asentí.
Aparte de todas estas horribles secuelas a largo plazo, el turno nocturno tiene un hándicap inmediato que se convierte en tu enemigo constante: tu ritmo circadiano. Básicamente intentas engañar a tu cuerpo cada semana: una de ellas le dices que por la noche se duerme, y cuando se lo cree, le dices "Oye, ¡Era broma, hay que dormir en el día!".
Y tu cuerpo se enoja bastante con eso. Estos cambios, que cada año cuestan más, hacen que tu "semana libre" se convierta en un tiempo en el que intentas llevar una vida normal mientras tu cuerpo decide que despertarte a la una de la madrugada tras tres horas de sueño es genial, ya que el pobre está tan confundido que no sabe qué chingados hace contigo. Esto te imposibilita tener cualquier tipo de rutina normal, y hace que estés tan cansado de dormir tan mal y poco, que te pasas el día prácticamente como un zombie. O un vampiro (de los de verdad, no de esos que brillan por el día).
(Fuente VICE.com)