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Todos los fuegos, el fuego

* Por Roberto Delgado. No hay caso: a pesar de la ley contra la quema de caña, a pesar de que se causan apagones, los incendios florecen por todas partes y son una postal de Tucumán.

Si uno va a San Javier, no ve la ciudad; si viene por avión, la provincia parece los despojos de un campo de batalla medieval; si circula en moto por la ruta 38, siente la agresión del polvillo ambiental. Tucumán es una nube gris que desaparece apenas se cruza los límites con Catamarca, Santiago del Estero o Salta.

¿Por qué postal? Porque es una marca de identidad. Vamos hacia atrás en el tiempo y podemos ver las angustias de los pobladores de Los Ralos cuando pasaron tres días asediados por lenguas de fuego y por humareda. Busquemos las palabras de los gobernantes -que nunca hablan del interés económico de los productores para quemar- y podremos apreciar su impotencia: "hace falta la responsabilidad de todos, porque si no ayudan los dueños de los campos, qué podemos hacer nosotros" (José Alperovich, 15/9/09). "En la provincia se quema todo: basura, pastizales, cañaverales... Estamos haciendo hincapié en concientizar a los tucumanos de que no hay que quemar" (secretario de Medio Ambiente Alfredo Montalván, 15/9/09).

En "Todos los fuegos el fuego", Julio Cortázar cuenta dos historias, una en el pasado y otra en el presente: las dos coinciden en las motivaciones y miedos humanos y todo se resume en el fuego. Que es una señal de identidad. Si el fuego nos identifica y los gobernantes no saben qué hacer, ¿habrá que esperar que algún grupo haga una quema de cubiertas contra la quema de caña?

(*) Secretario de Redacción