Todo lo que esconden las Malvinas
*Por Eduardo Van Der Kooy ¿Tiene sentido la escalada entre la Argentina y Gran Bretaña? El camino diplomático elegido por Cristina parece el adecuado.
Pero no la sobreactuación. Salvo que, como David Cameron, intente distraer la atención. Moyano y Scioli inquietan a los K. Suenan alarmas económicas.
Las islas Malvinas han sido siempre un atajo tentador para los gobernantes en problemas en la Argentina y Gran Bretaña. El lance de la dictadura con la reconquista fugaz y la guerra, cuando el régimen se hundía, resultó funcional a Margaret Thatcher, jaqueada en los 80 por la crisis económica y social. Carlos Menem barajó, dentro de su política de seducción, la posibilidad de pagarle a los kelpers unos U$S 1.500 millones para que aceptaran reconocer -sin renunciar a ningún derecho- la soberanía argentina. Su gobierno declinaba pero el ex presidente soñaba con un tercer mandato.
Cristina Fernández ha puesto al conflicto con Gran Bretaña como prioridad de su política exterior. No habría nada para objetar. En abril, por otra parte, se cumplirán treinta años del tiempo demencial que asoló al pleito por las islas. Pero algunos episodios de los últimos días han comenzado a desperezar otras sospechas.
¿Cuáles? Que la Presidenta, como el premier inglés David Cameron, estén atizando el problema posando sus ojos, sobre todo, en la política doméstica.
Está claro que las situaciones de Cristina y de Cameron no son parangonables . La mandataria acaba de ganar las elecciones con el 54% de los votos y personaliza aquí la totalidad del poder. Cameron no tiene mayoría parlamentaria y recibe un condicionado respaldo de la oposición laborista a su ajuste económico. Combina un gran endeudamiento, con alto déficit y desempleo.
Pero con el fantasma del conflicto por Malvinas ambos logran efectos políticos similares. Amalgaman la atención pública, obligan a cerrar filas y a bajar el tono de las críticas a la oposición. El caso de Cristina podría encerrar dos explicaciones: el deterioro del cuadro económico que tendrá impacto popular en los meses venideros; ciertas señas tempranas en el peronismo , oteando el horizonte del 2015, que representarían hoy Daniel Scioli y Hugo Moyano.
De otro modo, resulta imposible justificar algunas cosas que suceden entre Londres y Buenos Aires. Cameron, que habló del colonialismo argentino y de un supuesto riesgo bélico para el archipiélago. Amado Boudou, que comparó al premier conservador con Leopoldo Galtieri, y Arturo Puricelli, el ministro de Defensa, que advirtió que el Gobierno no toleraría que los ingleses, además de Malvinas, pretendieran incursionar en territorio continental.
Alusión insólita a otra supuesta invasión.
Todas palabras de nula seriedad.
Los conservadores saben como los kirchneristas que esas amenazas son apenas burbujas: la Argentina tiene Fuerzas Armadas con un poderío material y profesional infinitamente menor que en 1982, cuando resultaron vapuleadas. Un dato resulta ilustrativo: las licencias de horas de vuelo reglamentarias de los pilotos se adulteran en la Fuerza Aérea. No hay presupuesto para cumplir con ese requisito, en tiempo y forma.
Las sospechas acerca de una sobreactuación, mas allá de la legitimidad del reclamo, crecieron con el acto de Cristina de la semana pasada.
La puesta en escena resultó adecuada para el teatro Colón.
Expectativa fogoneada por el kirchnerismo en días previos. Enigmática convocatoria a opositores y enemigos internos. Y casi todo conocido: otro anuncio sobre la desclasificación del informe Rattenbach, que juzgó el comportamiento político y profesional de los militares por Malvinas, divulgado a troche y moche en estas tres décadas; la denuncia ya hecha en el Consejo de Seguridad de la ONU -justificada pero tampoco inédita- por la militarización británica del Atlántico Sur y la introducción de material nuclear, y la construcción de un hospital psiquiátrico para ex combatientes que terminó levantando controversias.
La Presidenta trasunta ahora, además, un apuro llamativo alrededor del conflicto. El aniversario venidero podría ser una explicación, insuficiente. Cristina se ha ocupado, con acierto, de recalcar que la Argentina no se apartará del camino de las negociaciones. Esos senderos suelen ser en la diplomacia largos y serpenteantes . China recuperó la soberanía de Hong Kong en 1997 tras una demanda que databa de 1842. España todavía espera la soberanía del Peñón de Gibraltar, en disputa desde comienzos del siglo XVIII. El nuevo premier, Mariano Rajoy, endureció su postura ante Londres. Pero en ninguno de esos casos medió una guerra.
El kirchnerismo hizo una tarea activa en foros internacionales con Rafael Bielsa y Jorge Taiana en la Cancillería. Héctor Timerman la continúa a su rústica manera. Pero el trabajo del vínculo bilateral no tuvo el mismo impulso. Federico Mirré, embajador en Londres hasta 2008, elevó montones de sugerencias que murieron en las oficinas de los Kirchner. El matrimonio siempre desconfió de los profesionales de la diplomacia.
La premura presidencial está registrada en otra constatación. Mirré dejó la embajada hace más de tres años.
Cristina nunca se ocupó de llenarla en su primer mandato . Hace un puñado de semanas, recién, designó en Londres a su amiga Alicia Castro. La ex azafata viene de una larguísima misión en la Venezuela de Hugo Chávez.
Visto de ese modo, Malvinas no constituiría sólo una prioridad externa del segundo mandato de Cristina: engarzaría también con su proyecto de poder.
¿Cuál? Aquel que pudiera garantizar su continuidad en el 2015, siquiera con un delfín impuesto sólo por ella. Como hizo con Boudou.
El vicepresidente empieza a convertirse en un problema para el proyecto de continuidad K. Sus acciones suben y bajan en ese mundo. Máximo, el hijo de Cristina y asesor determinante, pasa cada uno de sus actos por un filtro. En el Gobierno hubo silencio sepulcral, pero la hipotética vinculación de Boudou con una empresa contratista del Estado no pasó inadvertida.
Dicen que Guillermo Moreno, el supersecretario, fue instruido por la Presidenta para que revuelva en ese entuerto.
El kirchnerismo, mientras tanto, sigue batiendo el parche de una posible reforma constitucional pero toma en cuenta dos situaciones. La desmejora económico-social la tornaría inviable para el humor social y la política. El ajuste del Gobierno es desmañado, pero economistas privados estiman que durante el 2012 se podarán unos $ 25.000 millones del mercado.
El consumo caerá: el crecimiento de la economía está asentado en ese consumo.
Las trabas a las importaciones empezaron a dificultar a sectores productivos importantes. Después de un descenso por los primeros controles, la demanda minorista de dólares regresó en la segunda quincena de enero. Por ese motivo, aquellos controles volvieron rigurosos.
Otro problema sería la convergencia natural de dirigentes que los propios K transforman en enemigos. Moyano, en el sindicalismo peronista. Scioli, en el partido. Existe entre ambos mas comunión por el acoso oficial que por afinidades naturales. El gobernador de Buenos Aires posee un estilo indescifrable de construcción de poder. El secretario de la CGT entiende al poder como una combinación de fierros y dinero. Moyano no olvida que Scioli incumplió compromisos electorales y también en el armado de su administración. Pero, pese a todo, el peronismo observa el acercamiento de esos hombres.
Hay un punto de vista que el gobernador y el sindicalista comparten: la inacción del partido . Moyano renunció a sus cargos aduciendo que el PJ es una cáscara. Se advierten cosas llamativas: el secretario general nacional sigue siendo Alberto Fernández. El ex jefe de Gabinete emigró del Gobierno a mediados del 2008. La política se concentra únicamente en Cristina.
La Presidenta tiene otro rumbo. Privilegia en cada designación a jóvenes de La Cámpora. Lo hizo en octubre con las listas parlamentarias. Lo repite además con cada vacante en el Estado. Un joven, abogado y ambicioso, recién insertado en la organización confesó en la intimidad: "Antes para progresar era necesario algún master. Ahora hay que pasar por La Cámpora" . La Cancillería, Desarrollo Social, el Ministerio de Justicia y el área de comunicación oficial están repletos de esos militantes. Cristina cree, como creía Kirchner, que no hay poder mas sólido que aquel que se atornilla con el Estado y con la plata. El interrogante a develar es qué sucederá cuando esa plata escasee. La Cámpora también es la herramienta del vicegobernador Gabriel Mariotto para desgastar a Scioli en Buenos Aires.
Cristina continuará esas y otras peleas -con las petroleras, por caso, acechadas ahora por gobernadores del PJ- mientras trepa cada día un peldaño de sus contradicciones . Archivó el disfraz de ambientalista que calzó en el pleito con Uruguay por Botnia y se exhibe permisiva con las explotaciones mineras a cielo abierto que generan resistencias sociales en Catamarca donde hubo una fuerte represión-, en San Juan y La Rioja. Participó de un show mediático con un minero de Olavarría -defensor de la postura presidencial- que, en su época, hubiera generado la envidia de Tato Bores.
Sus enseñanzas prenden en los mejores alumnos. Nilda Garré bramó contra la Policía por la publicación obscena en un diario de las fotos de la modelo que murió la semana pasada. Pero sigue retirando efectivos de la Ciudad y ni mosqueó cuando un fotógrafo francés fue asesinado de día en la Plaza San Martín desguarnecida.
Cuanto más espeso sea el humo que levante la escalada por Malvinas, más invisibles quedarán los problemas, las desgracias y las miserias que perduran en la Argentina.