Todo el poder centralizado
* Por Gabriel Profiti. Desde su inicio, hace nueve años, el kirchnerismo mantuvo una tendencia constante a la suma de poder.
Gran parte de las instituciones de la Argentina volvieron a girar en las últimas semanas al compás de Cristina Kirchner, en la reafirmación de una suerte de hiperpresidencialismo. Fue a partir de la decisión de expropiar el 51 por ciento de las acciones de Repsol en YPF, que recibió un contundente e irreprochable respaldo en el Congreso.
Sin embargo, el regreso al centro del ring de la figura presidencial, se conjugó con una inquietante sensación de dominio del Ejecutivo sobre la Justicia en la causa Ciccone y con un avance oficialista sobre el esquema de medios privados.
Por definición, el hiperpresidencialismo se caracteriza por un desequilibrio de poderes, donde no hay contrapesos entre el Ejecutivo, el Legislativo y el Judicial. Y se vale de una debilidad de los partidos políticos y los esquemas de control, en donde también los medios tienen su rol.
Desde su inicio, hace nueve años, el kirchnerismo mantuvo una tendencia constante a la suma de poder. Fue casi una necesidad: sirvió para reconstruir la autoridad presidencial deteriorada tras la caída de Fernando de la Rúa, en un país donde la estabilidad institucional estaba constantemente en riesgo.
Junto a medidas populares, utilizó la lógica de la caja y el rebenque para afianzar alineamientos, lo que generó una sensación de bonapartismo que subyace al funcionamiento republicano.
Nunca menos
Con YPF el Gobierno reconstruyó su base política de centroizquierda y rápidamente reinstaló la idea de que no hay otra alternativa más que la propia Presidenta para conducir a un país que necesita de una figura fuerte.
En el acto del último viernes en el estadio de Vélez Sarsfield toda la feligresía kirchnerista volvió a mostrarse encolumnada detrás de una sola persona. Y pese a que la propia Cristina bajó las expectativas re-reeleccionistas en su discurso, lo cierto es que hay una ingeniería política que contempla la re-re.
Esa discusión ya no girará sobre el parlamentarismo, esquema fogoneado desde hace varios años por el juez de la Corte Suprema Raúl Zaffaroni. Para la mandataria ese sistema de gobierno no es válido en América latina donde el poder requiere de un Presidente con atribuciones plenas.
En ese marco, el debate por la reforma constitucional se ceñirá a la reelección indefinida que impide la Carta Magna actualizada hace menos de veinte años, en 1994. Y puede surgir de genuinas intenciones de Cristina de continuar o de la necesidad de que su poder, sin reelección a la vista, no se debilite de antemano.
Con ese permiso tácito, cada vez son más voces del oficialismo las que dan aire a la tentación reformista, que ya habían lanzado La Cámpora y Amado Boudou hace unos meses.
En la oposición, mientras tanto, hay dirigentes como Francisco de Narváez, que perciben que la elección de 2013 será clave para frenar cualquier intento hacia la re-reelección, porque definirá si el oficialismo contará con los dos tercios en ambas cámaras requeridos para avanzar en las reformas.
Paradójicamente, De Narváez piensa que el único obstáculo para el kirchnerismo es su ex rival Daniel Scioli y se permite especular con un armado del peronismo antikirchnerista detrás de la figura del Gobernador bonaerense.
Pero Scioli no piensa por el momento en romper su sociedad política con el kirchnerismo, pese a que el inicio de su segundo mandato le deparó una interna más cruda que la esperada con su vicegobernador y con La Cámpora.
El Gobernador bendijo la creación de "La Juan Domingo", una agrupación de peronistas desplazados del universo K, pero al mismo tiempo ya promueve a su alfil Alberto Pérez como candidato a diputado nacional por la provincia de Buenos Aires por el Frente para la Victoria, en tándem con Alicia Kirchner.
Scioli hasta ahora contuvo sus deseos de llegar a la Presidencia. Sus ambiciones chocarían con un intento re-reeleccionista de Cristina Kirchner, pero falta mucho todavía para que el escenario a 2015 quede claro.
Por lo pronto, continuará como jefe del PJ nacional hasta fin de año, cuando también se renovará la conducción del justicialismo bonaerense. El Consejo Nacional del Partido Justicialista se reunirá esta semana en Chaco para prorrogar el mandato del Gobernador, quien quedó a cargo tras la muerte de Kirchner.
Rafecas, al destierro
Una ofensiva sin maquillaje corrió al juez Daniel Rafecas de la investigación por el caso Ciccone y también podría llevarse consigo al fiscal Carlos Rívolo.
Los mensajes intercambiados por Rafecas -de una gravedad inocultable- con un abogado cercano al socio de Boudou, fueron suficiente evidencia para la separación del magistrado por parte de la Sala I de la Cámara Federal, que resolvió la cuestión con una celeridad que sorprendió al propio juez.
Pese a que en los mensajes, Rafecas dejó ver su simpatía con el Gobierno, el vicepresidente intuyó que no reprimiría la tarea del fiscal y propició su desplazamiento.
El caso ya había provocado la renuncia de Esteban Righi como procurador general de la Nación y se espera el posible apartamiento de Rívolo, cuya suerte quedó en manos del nuevo juez de la causa, Ariel Lijo.
Sin embargo, el regreso al centro del ring de la figura presidencial, se conjugó con una inquietante sensación de dominio del Ejecutivo sobre la Justicia en la causa Ciccone y con un avance oficialista sobre el esquema de medios privados.
Por definición, el hiperpresidencialismo se caracteriza por un desequilibrio de poderes, donde no hay contrapesos entre el Ejecutivo, el Legislativo y el Judicial. Y se vale de una debilidad de los partidos políticos y los esquemas de control, en donde también los medios tienen su rol.
Desde su inicio, hace nueve años, el kirchnerismo mantuvo una tendencia constante a la suma de poder. Fue casi una necesidad: sirvió para reconstruir la autoridad presidencial deteriorada tras la caída de Fernando de la Rúa, en un país donde la estabilidad institucional estaba constantemente en riesgo.
Junto a medidas populares, utilizó la lógica de la caja y el rebenque para afianzar alineamientos, lo que generó una sensación de bonapartismo que subyace al funcionamiento republicano.
Nunca menos
Con YPF el Gobierno reconstruyó su base política de centroizquierda y rápidamente reinstaló la idea de que no hay otra alternativa más que la propia Presidenta para conducir a un país que necesita de una figura fuerte.
En el acto del último viernes en el estadio de Vélez Sarsfield toda la feligresía kirchnerista volvió a mostrarse encolumnada detrás de una sola persona. Y pese a que la propia Cristina bajó las expectativas re-reeleccionistas en su discurso, lo cierto es que hay una ingeniería política que contempla la re-re.
Esa discusión ya no girará sobre el parlamentarismo, esquema fogoneado desde hace varios años por el juez de la Corte Suprema Raúl Zaffaroni. Para la mandataria ese sistema de gobierno no es válido en América latina donde el poder requiere de un Presidente con atribuciones plenas.
En ese marco, el debate por la reforma constitucional se ceñirá a la reelección indefinida que impide la Carta Magna actualizada hace menos de veinte años, en 1994. Y puede surgir de genuinas intenciones de Cristina de continuar o de la necesidad de que su poder, sin reelección a la vista, no se debilite de antemano.
Con ese permiso tácito, cada vez son más voces del oficialismo las que dan aire a la tentación reformista, que ya habían lanzado La Cámpora y Amado Boudou hace unos meses.
En la oposición, mientras tanto, hay dirigentes como Francisco de Narváez, que perciben que la elección de 2013 será clave para frenar cualquier intento hacia la re-reelección, porque definirá si el oficialismo contará con los dos tercios en ambas cámaras requeridos para avanzar en las reformas.
Paradójicamente, De Narváez piensa que el único obstáculo para el kirchnerismo es su ex rival Daniel Scioli y se permite especular con un armado del peronismo antikirchnerista detrás de la figura del Gobernador bonaerense.
Pero Scioli no piensa por el momento en romper su sociedad política con el kirchnerismo, pese a que el inicio de su segundo mandato le deparó una interna más cruda que la esperada con su vicegobernador y con La Cámpora.
El Gobernador bendijo la creación de "La Juan Domingo", una agrupación de peronistas desplazados del universo K, pero al mismo tiempo ya promueve a su alfil Alberto Pérez como candidato a diputado nacional por la provincia de Buenos Aires por el Frente para la Victoria, en tándem con Alicia Kirchner.
Scioli hasta ahora contuvo sus deseos de llegar a la Presidencia. Sus ambiciones chocarían con un intento re-reeleccionista de Cristina Kirchner, pero falta mucho todavía para que el escenario a 2015 quede claro.
Por lo pronto, continuará como jefe del PJ nacional hasta fin de año, cuando también se renovará la conducción del justicialismo bonaerense. El Consejo Nacional del Partido Justicialista se reunirá esta semana en Chaco para prorrogar el mandato del Gobernador, quien quedó a cargo tras la muerte de Kirchner.
Rafecas, al destierro
Una ofensiva sin maquillaje corrió al juez Daniel Rafecas de la investigación por el caso Ciccone y también podría llevarse consigo al fiscal Carlos Rívolo.
Los mensajes intercambiados por Rafecas -de una gravedad inocultable- con un abogado cercano al socio de Boudou, fueron suficiente evidencia para la separación del magistrado por parte de la Sala I de la Cámara Federal, que resolvió la cuestión con una celeridad que sorprendió al propio juez.
Pese a que en los mensajes, Rafecas dejó ver su simpatía con el Gobierno, el vicepresidente intuyó que no reprimiría la tarea del fiscal y propició su desplazamiento.
El caso ya había provocado la renuncia de Esteban Righi como procurador general de la Nación y se espera el posible apartamiento de Rívolo, cuya suerte quedó en manos del nuevo juez de la causa, Ariel Lijo.