Todas las batallas diplomáticas
Una vez más, la semana anual de la Asamblea General de las Naciones Unidas dejó resumida la política exterior de la Argentina, con ajustes en temas medulares como Malvinas e Irán, el posicionamiento claro por Palestina y consecuencias negativas de su diplomacia hostil hacia Estados Unidos.
El paso de Cristina Kirchner por Nueva York tuvo estos ingredientes y mostró nuevamente los pro y los contra de la diplomacia argentina: por un lado un país cada vez más influyente y decidido dentro del mundo emergente y por el otro, con recurrentes problemas de vinculación con las potencias.
La presentación de la Presidenta ante la ONU, además, se dio enmarcada por la tranquilidad de su segura reelección en los comicios del 23 de octubre y la preocupación por el impacto de la crisis internacional en la Argentina.
Es precisamente sobre este punto que cobra mayor dimensión el mal momento bilateral con Estados Unidos, ya que a los riesgos naturales que conlleva la crisis se le suma el poder de fuego que Washington comenzó a usar contra la Argentina en negociaciones clave sobre su deuda e inserción mundial.
Fuentes diplomáticas estadounidenses dijeron a Noticias Argentinas que lo que ocurrió esta semana fue una señal clara del cambio de postura hacia la Argentina.
Se refirieron a la decisión de sancionar a la Argentina por "incumplimiento de normas internacionales" que se instrumentará con votos negativos a los préstamos que la Argentina intente gestionar ante el Banco Mundial y el BID.
La determinación fue hecha pública por la subsecretaria para Mercados Internacionales y Desarrollo del Tesoro, Marisa Lago, y de hecho ya se aplicó en una primera votación de un crédito del BID que igualmente resultó aprobado por los otros países.
Los préstamos que la Argentina gestiona ante esas entidades alcanzan los 1.600 millones de dólares. La funcionaria la fundamentó en el hecho de que la Argentina no cumple con el pago de fallos que emitió el tribunal arbitral del Banco Mundial (Ciadi), así como por su resistencia a "negociar con sus acreedores internacionales".
Es la primera vez que Washington cede a las presiones para tomar una medida de este tipo. Las fuentes situaron el inicio de este proceso en la decisión de Buenos Aires de decomisar material que llegó al país en un avión militar en febrero pasado.
En medio de este escenario, el canciller Héctor Timerman se reunió con el número dos del Departamento de Estado, William Burn. No hubo detalles del encuentro. Lo cierto es que después de aquel incidente del avión, la cooperación bilateral quedó reducida a áreas como la energética y la diplomacia estadounidense no espera cambios en el corto plazo en la relación a menos que otro canciller imprima un rumbo distinto.
Esta situación se sumó a los cuestionamientos del FMI, otro organismo en el que la Casa Blanca mantiene su influencia, a las estadísticas oficiales emanadas del Indec en el marco de la asamblea anual de ese organismo y la del Banco Mundial.
La Casa Blanca también comenzó a mover influencias negativas en el Club de Paris, foro con el que la Argentina busca llegar a un acuerdo por una deuda que lo mantiene fuera del mercado voluntario de crédito y podría hacerlo dentro del Grupo de Acción Financiera Internacional (GAFI), que podría sancionar al país por su presunta inoperancia contra el lavado de dinero.
La Argentina debe afrontar vencimientos de deuda por 10.567,5 millones de dólares en 2012, un 24 por ciento más que en 2011 y la situación internacional, con la baja de la soja y una reducción del superávit comercial, hace que el Banco Central pierda dólares. De sus reservas se prevén extraer otros 5.674 millones de dólares para afrontar esos compromisos.
No parece ser la mejor receta mantener la disputa con la Casa Blanca teniendo en cuenta varios factores vinculados con la economía y que las diferencias no son por causas profundas.
Posturas firmes
Pero en Nueva York hubo otras batallas diplomáticas planteadas con mayor justificación. El discurso de la Presidenta tuvo tres ejes: redoblar la presión por la soberanía de las Islas Malvinas machacando además sobre una cuestión central como la reforma del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas; la aceptación de un diálogo con Irán por la causa Amia, y un reclamo por el reconocimiento del Estado palestino pese al compromiso con la comunidad judía local.
Todo ello coronado con el rol asignado de presidir por este año el cada vez más influyente bloque del G77 más China.
La amenaza de bloquear vuelos a las Islas Malvinas asestaría un golpe a la industria turística isleña y aumentarían su aislamiento ante una Sudamérica muy solidaria con la Argentina.
Será clave que Chile, principal puente de los isleños con el continente, ratifique ese posicionamiento.
El vuelo de LAN es el único comercial y se ofrece con un paquete para pasar la noche en Santiago de Chile como la mejor opción para llegar al archipiélago. El otro puente aéreo lo presta la Fuerza Aérea británica tres veces por quincena. Sale desde Oxfordshire, al sureste de Inglaterra y hace escala en la isla de Ascensión antes de llegar a la base de Mont Pleasant.
Por otro lado, el cambio de postura hacia Irán tiene otros componentes: el embajador ante la ONU, Jorge Argüello se quedó a escuchar el discurso del presidente Mahmoud Ahmadinejad ante la ONU y el comercio bilateral crece.
La apertura del diálogo parece lógica como respuesta diplomática, más allá de que sea improbable que la república islámica finalmente coopere con el esclarecimiento de la voladura de la Amia.
Junto con este giro, la Argentina planteó sin rodeos su respaldo a la creación de un Estado palestino y su integración como tal a las Naciones Unidas, una reivindicación pregonada mundialmente pero siempre postergada, como quedó en evidencia con los discursos de Barack Obama y Nicolas Sarkozy.