Terminar con el caso AMIA
*Por Ari Bursztein, Rabino de la Comunidad Judía de Mendoza, Sociedad Israelita de Beneficencia de Mendoza. Nota de opinión con motivo de cumplirse otro aniversario del Atentado a la AMIA.
Si se consultara por la calle, la mayoría diría que el peor atentado terrorista de la historia argentina todavía está traspapelado en los pasillos de la Justicia. Dicha respuesta sería producto de la desinformación, por un lado, pero también de un tradicional descreimiento de los argentinos por otro.
La verdad es que la causa AMIA está muy avanzada. Lo que resta investigar es casi marginal a las grandes preguntas. Gracias al trabajo del fiscal Alberto Nisman sabemos el nombre y apellido del asesino que se autoinmoló; quién le encomendó la misión; dónde y cuándo se reunieron para planificar el atentado y cómo se realizó esta planificación.
Hasta sabemos, aunque obviamente esto no tiene justificativo, cuál fue la excusa utilizada por el régimen iraní para perpetrar tan tremendo atentado contra los judíos de un país teóricamente neutral o, por lo menos, fuera del conflicto de Oriente Medio.
Claro que, según la visión de la judería que tiene la ideología oficial de Irán, los judíos del
mundo son representados por el Estado de Israel: "el Satán Menor" en la terminología iraní; en consecuencia, todos los judíos serían responsables por las acciones del gobierno israelí. Salvo el término peyorativo, esto mismo es compartido por la gran mayoría de los mismos judíos de la diáspora.
Por darse en tales términos de violencia irracional y desapego al derecho internacional, y este es el núcleo de mi reflexión, el caso AMIA es vital para el futuro de la Argentina.
Está casi terminado, pero aún no totalmente. Es verdad que hay cuestiones que no dependen de la Argentina, como el acatamiento de Irán al pedido de captura de la Interpol. Pero hoy otros puntos igualmente delicados, como las relaciones diplomáticas y comerciales, que deberían manejarse con muchísimo mayor cuidado, ya que se ridiculiza la causa misma al avalar con una mano al país que perpetró el terrible atentado, mientras se lo juzga con la otra.
Se suele citar el versículo bíblico "Justicia, Justicia perseguirás" (Deuteronomio, 16:20), cuando se habla de la causa AMIA. Creo fehacientemente que en los albores del caso, cuando ya casi todo está terminado, aunque no todo, insisto; este versículo es todavía mucho más relevante.
Dicen los exegetas de la Torá que, en el fragmento mencionado, se repite la palabra "Justicia" con el propósito de denotar que quién la busca y persigue nunca debe bajar los brazos, porque eso sería darle el triunfo a los asesinos.
En la causa AMIA, la búsqueda de Justicia es definitivamente significativa para la República Argentina. La finalización total de la causa y la aplicación del castigo a los culpables de afuera y de adentro, pondría a la Argentina en el primer nivel de respeto y consideración internacional.
Las actitudes de descreimiento, del tipo "aquí se puede hacer lo que uno quiere, total la Justicia no funciona" o "todo se puede arreglar de cualquier manera" o "todo queda siempre en el aire", sufriría un golpe mortal.
Al ponerle un corolario de Justicia a este atroz episodio de nuestra historia reciente, estaríamos dando la respuesta seria que se espera de un país soberano; de un país que no vacila en ejercer la legítima defensa de los derechos de sus habitantes.
Esto sería una verdadera restauración de fe y confianza en el país y sus dirigentes. Porque el principal problema actual de la Argentina no es el económico, sino algo bastante más profundo: ¿Es el nuestro un país en serio? ¿Podemos conformar una sociedad de derecho?
Dejaremos de ser un conjunto de ciudadanos descreídos que, cuando nos va económicamente bien, nos quedamos en la Argentina; pero en las épocas de crisis la abandonamos, sin demasiado cargo de conciencia.
El versículo bíblico citado termina con las palabras "para que vivas". Una adecuada conclusión de la causa AMIA produciría en los argentinos un sentimiento general de orgullo y pertenencia; un deseo de querer plenamente vivir en nuestro país, de vivir en una Argentina que, lejos de ser la tierra fértil para los propósitos que imaginaron los terroristas asesinos, grita con más convicción que nunca las estrofas "Libertad, Libertad, Libertad" de su himno, mientras su corazón grita, también, "Justicia, Justicia, Justicia".
Las opiniones vertidas en este espacio, no necesariamente coinciden con la línea editorial de Diario Los Andes.