Sus olvidos
*Por Aníbal Fernández. Si nuestro Homenaje al Pensamiento y el Compromiso Nacional fuese una verdad blindada, la periodista no podría expresar su ‘verdad relativa’ en un periódico dominical que responde a un ser despreciable como Héctor Magnetto.
Tenaz, casi como de costumbre, Susana Viau acomete ayer contra el gobierno desde las páginas de Clarín, mezclando aserrín con pan rallado. Con la liviandad que la caracteriza, la veterana periodista mezcla la muestra Homenaje al Pensamiento y el Compromiso Nacional con el lanzamiento de la escuela de gobierno Panal, el último documento enviado para apurar el pago del último tramo de la deuda externa y el Reporte Anual que la Argentina elevó a la Bolsa de valores de los Estados Unidos. Un Cambalache que hubiese confundido hasta al propio Discépolo.
Desde su título, la nota de Viau es una provocación. "La Verdad Oficial no acepta otras verdades", pontifica la redactora, enancándose en algunas frases del querido Fermín Chávez y yuxtaponiéndolas a otros conceptos nacidos de la escuela historiográfica mitrista. Casi una burla, teniendo en cuenta que fue la Historia de Mitre la que durante muchísimos años ocultó la "otra historia" e impidió que surgiera cualquier otra versión sobre nuestro pasado. Fueron precisamente don Bartolomé Mitre, y su diario, y su omnímodo poder de presión, las fuentes donde abrevó una historia distorsionada, recortada, mentirosa y hecha a medida. Una historia que durante muchísimos años no aceptó otra historia. Una verdad fabricada e impuesta. Que no sólo no admitía interpelación sino que no admitía la existencia de otra verdad relativa.
Patina, Viau, en su intento de mostrar la historia revisionista como una "verdad del gobierno". Ni Fermín Chávez ni Pepe Rosas se imaginaron que en el país llegase a haber tanto espacio para la discusión histórica, para el disenso político, para la expresión del desacuerdo. Porque si la nuestra fuese una verdad blindada, la periodista no podría expresar su "verdad relativa" en un periódico dominical que responde a un ser despreciable como Héctor Magnetto, capanga de un "formidable aparato propagandístico" pensado para presionar y combatir a los gobiernos.
Por otra parte, Viau insiste –casi obsesivamente, diría yo– con el tema de la juventud y de La Cámpora que, hoy por hoy, se ha transformado en el leit motiv de sus "broncas".
Y una vez más, se equivoca. Publica datos erróneos como si fuesen "verdades blindadas". Marca la presencia de funcionarios en un acto del gobierno como si fuese un escándalo y, lo que es peor, reclama retrocesos hacia el Estado neoliberal, pretendiendo que los funcionarios sean técnicos impolutos a los que la política ni siquiera haya rozado.
¿Son jóvenes los muchachos, señora? ¿Demasiado para su gusto? Y, además, ¿no alcanzan la formación necesaria para conducir sus respectivas áreas? Extraño. La mayoría tiene más o menos la edad que tenían nuestros grandes próceres cuando acometieron las mayores epopeyas de nuestra historia y todos, le aseguro que todos, saben más de los temas que desarrollan de lo que sabía el enorme Manuel Belgrano sobre tácticas militares cuando asumió la conducción del Ejército del Norte.
Pero eso no importa, ¿verdad? Lo importante, lo que a la señora Viau le molesta, es que el Estado vuelve a estar compuesto por cuadros políticos jóvenes. Que chicas y muchachos con títulos, pero también con compromiso, vuelvan a hacerse cargo de la administración de las políticas públicas. Que aprecian el concepto filosófico de Immanuel Kant buscando convencer antes que vencer.
Convenciendo se consiguen apóstoles, no prisioneros. Que estos "apóstoles estatales" estén dispuestos a defender la acción del Estado contra la acción del Mercado. Y, entonces, sus patrones deberán hacer un importante esfuerzo económico para tratar de retornar al "Estado Mínimo" que proponía el neoliberalismo. Y lo más seguro es que no lo logren, porque aunque tengan el poderío económico, defeccionan en lo importante.
Esa, seguramente, es la gran inquina de Susana Viau. Y también el motor de su obsesión manifiesta... O acaso, sencillamente ocurra que esta periodista, como tantos otros, se haya olvidado de que alguna vez fue joven... y tuvo ideales.