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SuperCristina

*Por Carlos La Rosa. Superman vino de un planeta lejano cuyos habitantes tienen habilidades que en la Tierra los tornan invencibles. Cotidianamente, se disfraza de Clark Kent, un periodista, pero cuando el mundo lo necesita se viste de Superman y con sus superpoderes salva a la humanidad de todos los desastres habidos y por haber.

Cristina vino de una provincia lejana y demostró, junto a Néstor, que las habilidades adquiridas en Santa Cruz no sólo eran trasladables a la Argentina toda, sino que acá devenían superpoderes. Ella, como Superman, también tiene doble personalidad, aunque -a diferencia de éste- no la disimula, sino que muestra ambas: además de política superpoderosa es relatora periodística (como Clark Kent pero más parecida a Luisa Lane) peleando por hacer de su doctrina oficial, la doctrina nacional.

SuperCristina y el presente. En la Argentina, SuperCristina es dueña absoluta del presente; la política entera ha sido trasladada de las instituciones o de los territorios a su mente, a su cerebro. Allí dentro se libran las únicas peleas que importan, las que decidirán el futuro de la Nación, porque todas las peleas que se libran fuera de su mente son meras pujas por posicionamientos individuales o intrascendencias que ya ni les importan a los que las libran.

SuperCristina y el pasado. Siendo dueña absoluta del presente, pretende también ser dueña absoluta del pasado, construyendo una historia a su imagen y semejanza donde todos los héroes estén de su lado y todos los villanos del otro.

Una multitud nunca vista de intelectuales, periodistas y artistas trabajan incansablemente en la construcción del mito, derrumbando los anteriores, incluso sus estatuas como ocurre en Santa Cruz y en todas partes donde los monumentos de Julio Argentino Roca (paradójicamente uno de los políticos más admirados por el intelectual más admirado por el kirchnerismo, Arturo Jauretche) son literalmente arrasados para cambiarlos por los de Néstor Kirchner, en pos de un culto a la personalidad que no se veía desde los primeros gobiernos de Juan Perón. Con la rareza que el culto a Perón y Eva era básicamente de obreros, mientras que el actual es básicamente de universitarios.

SuperCristina y el mundo. Con respecto al mundo exterior, Cristina también está cambiando de actitud, mejor dicho, está intentando kirchnerizarlo cuando antes sólo pretendía enfrentarlo. No obstante, más allá de eso, se aleja, sin decirlo, de la guerra antiglobalizadora chavista y se acerca a la posición brasileña de negociar con los países desarrollados desde una posición de fuerza nada ingenua, apoyada en el creciente protagonismo de los países emergentes en las decisiones mundiales, ante las implosiones que día a día estallan en los que todavía formalmente siguen siendo los dueños del mundo.

Con el aluvión de votos a su favor, Cristina subió espectacularmente en los rankings de liderazgo mundial. Y con todas las recetas económicas fracasando, el "modelo" argentino pasó a ser, al menos, una opción más a tener en cuenta para salir de la crisis.

Esto no es, en principio, muy distinto a lo que ocurrió en los ’90, cuando la Argentina fuera ejemplo mundial al quedar blindada del efecto "Tequila" mexicano. Tanto fue ejemplo que ante la crisis rusa contrataron a Domingo Cavallo para que los salvara con el "modelo" argentino. Sin embargo, en ese entonces todo se hacía en nombres de las relaciones carnales con EEUU mientras que ahora se hace en nombre de alianzas políticas más meritorias. Y eso es una ventaja internacional para Cristina.

Aunque quizá no lo sea tanto el intento de traducir la doctrina oficial K al terreno externo, aprovechando el caos circundante.

Eso de atacar al FMI por todo lo malo que tuvo y tiene está bien, pero atacarlo porque critica (como todo ser sensato que exista sobre la faz de la tierra) las mediciones del Indec, es una clara desmesura en el intento de kirchnerizar al mundo.

Eso de pedir la extradición a Chile del juez Romano (absolutamente justa y necesaria) obviando el tema Galvarino Apablaza va por el mismo camino.

Y eso de aceptar el "diálogo" con Irán antes de que ese país cumpla con las exigencias de la justicia, sólo parece hecho para fortalecer el frente interno en desmedro del externo, aprovechando que hoy nadie en el mundo tiene demasiada autoridad.

SuperCristina y el futuro. En fin, dueña absoluta del presente con los superpoderes totales del país concentrados sólo en su mente, dueña creciente del pasado avanzando sin prisa y sin pausa en la construcción de una historia única (un "fin de la historia" con ideología progre) y, también, pisando cada vez más fuerte en el frente internacional aliado en las cosas importantes con Brasil, más allá de algunas frivolidades... Con todas esas cosas marchando, y bien, a Cristina sólo le queda un problema: qué hacer con el futuro que también le pertenece, al menos por un tiempo, casi exclusivamente a ella, pero que ni ella ni nadie puede manejar como se maneja al presente, al pasado o a un mundo en crisis.

Es, entonces, en las dudas acerca del futuro donde la única persona argentina con superpoderes se parece al resto de sus compatriotas, que carecemos de ellos. Tiene, claro, los superpoderes para encararlo, pero si lo encara mal puede perder los superpoderes y todos los demás argentinos perder cosas aun más importantes.

Analicemos, entonces, algunas de las opciones para el futuro que deben estar presentes en la mente de SuperCristina.

Seguir con el último Néstor. Una opción es la de continuar al segundo Néstor, ese que se mostró en toda su audacia después del conflicto con el campo. Ese que ella en lo esencial prosiguió luego de su muerte.

Tal decisión implicaría "profundizar" el modelo tanto en lo político como en lo económico concentrando aún más el poder, con la estatización de obras sociales, renta agraria, finanzas y todas las "cajas" que aún anden sueltas, en el afán de seguir financiando el consumo y el crecimiento actuales.

Las condiciones económicas del "modelo" parecen no ser hoy las mejores para intentar ese camino, sin embargo el marco internacional puede tentarla a seguirlo, como un ejemplo de "heterodoxia" que nos permita seguir más o menos aislados de la crisis mundial a partir de la diferenciación interna.

Esa es la idea que propugnan los que creen que nuestro relativo aislamiento es una virtud generada por el modelo, que hoy nos permite estar blindados ante la crisis mundial.

Volver al segundo Perón. Otra opción sería la de volver al segundo Perón, ese que en 1951 cambió su política económica de propensión al consumo y al mercado interno por una mucho más austera y ortodoxa. Sin embargo, mientras marchaba hacia una economía más liberal, Perón profundizó el autoritarismo político.

Con esa combinación, logró que en 1955 la Argentina no tuviera ningún problema económico estructuralmente serio (ya estaba preparada para adoptar una política "desarrollista" como la que luego intentaría -sin poder político alguno- Arturo Frondizi), pero que, a la vez, la intolerancia política ya extremada absolutamente de un lado y del otro, interrumpiera inconstitucionalmente un proceso económica y socialmente muy interesante.

Si opta por ese modelo es porque Cristina cree que para seguir una política económica más liberal necesita contrapesarla enfatizando los rasgos hegemónicos en lo político, a fin de mantener su alianza con el espectro progresista que la apoya y que desea llevar hasta sus últimas consecuencias la guerra contra los medios de comunicación y los pensamientos alternativos, en pos de la instalación de un relato ideológico oficial único, que hoy parece posible de imponer.

Volver al primer Néstor. Una opción intermedia es la de inspirarse en el primer Kirchner, el de 2003-2005, con una política económica ni estatista ni liberal, heterodoxa pero moderada, que diagnostique que el país está hoy en una situación similar a la de ese entonces, aunque con otros ingredientes. Vale decir, que admita que hoy tenemos una bomba de tiempo como el primer Kirchner la tenía con el default y la devaluación. Nuestra actual bomba de tiempo son los inmensos subsidios (sin contar en ellos los que se dan para aliviar la pobreza) y la grave inflación, y de lo que se trata es de desactivarlos sin que exploten, como Néstor logró con el default y la devaluación aplicando una política económica muy racional.

Para lograr eso, una visión política fundamentalista de amigo-enemigo puede ser más un obstáculo que una ayuda, por lo cual sería necesario, cuando menos, "deshegemonizar" un poco y fortalecer institucionalmente un país cuyo poder está concentrado en la mente de una sola persona.

O sea, para hacer algo parecido a lo que hizo Néstor en su primera etapa concentrando poder porque tenía demasiado poco, ahora Cristina deberá hacerlo desconcentrando poder porque tiene demasiado. Lo que parece ir en contra de la genética K.

Además, esta opción (que recomiendan economistas y políticos no K, pero que no son en absoluto anti K) no será fácil de aplicar porque Néstor desactivó una bomba que no activó él, mientras que hoy Cristina debería desactivar una bomba que activó su gobierno, más allá de todas las cosas buenas que pueda haberle dado al país.

En síntesis, las opciones pueden ser muchas, pero cuando elija una, la marcha atrás ya no será posible. SuperCristina sabe que hoy ella es superpoderosa, pero también sabe que en algún lugar debe estar la Kriptonita que acabe con sus superpoderes si hace las cosas mal, y seguramente hará todo lo posible para no tener que lidiar con ella.