Subordinación política y electoral
*Por Mario Fiore. Ya no sólo la Provincia obedece cada una de las políticas nacionales sino que la Presidenta designa a los representantes mendocinos. El caso Jaque, que pregunta hasta si puede postularse.
Ni siquiera Néstor Kirchner se atrevió a tanto. Quizás por eso hoy el oficialismo proponga "la profundización del modelo" cuando dan por sentado la tarea que encarará Cristina Fernández en su eventual segundo mandato constitucional.
Pero ni los kirchneristas más rabiosos, esos que ejercen el poder con el convencimiento de que llevan adelante una guerra santa, saben explicar claramente qué significa "la profundización del modelo" dado que si bien hablan de incentivos al consumo, creación de trabajo y equilibrio fiscal, no mencionan los problemas que el mismo "modelo" ha creado como la inflación y el déficit en la balanza comercial.
Cristina Fernández ejerce el poder con más celo que el que caracterizó a su marido. No tiene casi diálogo con los dirigentes de su propio partido porque esa tarea siempre la hacía Kirchner. Se ha replegado en su círculo más íntimo, las mismas personas que han compartido sobremesas con ella y su esposo en los últimos 20 años, aunque incluso esconde a estos sus principales definiciones para evitar negociar con eventuales socios políticos. Se hace lo que ella dice y casi nadie se atreve a contradecirla. "A Cristina hay que escucharla", dicen resignados en la Rosada.
Esto es así no porque ella sea la jefa de Estado o ejerza la primera magistratura sino porque "es la dueña de los votos" -como se jactan los kirchneristas mirando encuestas- y de una chequera fabulosa de los cuales gobernadores e intendentes son enteramente dependientes.
Que un gobernador necesite de fondos nacionales para gestionar su distrito o que un intendente necesite de plata de la provincia es moneda corriente en la política argentina, donde la estructura fiscal es un verdadero desaguisado y los Estados sub-nacionales ceden el 70 por ciento de sus recursos al tesoro nacional. Lo que es más o menos nuevo es que las provincias deleguen la selección de sus diputados y senadores so pretexto de la profundización del modelo que exige incluso un Congreso fiel a la Presidenta donde se debata poco y nada y se aprueben leyes a libro cerrado.
Los diputados (oficialistas) ya no son, en el más completo de los sentidos, los representantes del pueblo y los senadores los representantes de las provincias dado que llegan al Congreso condicionados. Es que ningún dirigente kirchnerista que quiera ser diputado o senador nacional por el oficialismo puede llegar a ocupar una banca sin el visto bueno de la Presidenta. Por ende, terminan convertidos en delegados del Gobierno nacional y poco o nada pueden hacer por sus provincias; si no, fijarse lo que sucedió el año pasado con la ley de Coparticipación del Impuesto al Cheque.
Aunque la ley electoral nueva haya creado la instancia de las primarias obligatorias en las que varias listas podrían competir entre sí para definir la grilla definitiva de candidatos, nadie se atreve, en Mendoza u otra provincia K, a ir a las urnas desafiando los designios presidenciales. La resignación es tal que todos rezan para que Cristina los contemple en la grilla.
Tiene las mismas chances aquél que militó 30 años en el justicialismo que un dirigente que hace dos años se arrimó al "proyecto nacional y popular" porque el PJ ha pasado a ser un aparato electoral que se pone en marcha cada dos años. Y si nadie se queja es porque la ley electoral limitó el financiamiento de la política pero dejó al Gobierno nacional amplios márgenes para usar la publicidad oficial y un fenomenal aparato propagandístico que sólo puede generar envidia y extrema dependencia.
El episodio es conocido por todos. Cristina fue la única que decidió quién sería el candidato a jefe de Gobierno porteño. El PJ de la Ciudad de Buenos Aires nada tuvo que ver en el asunto, sólo apostó por uno u otro de los pre-candidatos. Daniel Filmus fue el elegido pero, cuando se lanzó, la Presidenta irrumpió en el escenario, tomó el micrófono y el senador se quedó sin hablar.
La suerte de Martín Sabbatella no es tan diferente: competirá por la Gobernación bonaerense colgado de la candidatura de Cristina pero no podrá siquiera plantear una lista de diputados propia y deberá conformarse con los huecos que la Presidenta le deje. Ni hablar del siempre leal Daniel Scioli quien no sabe cómo hacer para resistir que la Casa Rosada le ponga su vicegobernador o le hagan espacio en la misma grilla de diputados en la que Sabbatella, su rival, también tendrá espacio. Todos sufren las consecuencias de usufructuar un poder "prestado" porque son los primeros en creer que los votos de quienes los eligen no son de ellos.
Por estas horas, pasan por la Casa Rosada y por Olivos dirigentes peronistas de todo el país que desean correr la misma suerte de Filmus, Sabbatella o Scioli. Se conforman con estar ya que es eso o la nada.
El gobernador Celso Jaque debió pelear mucho con el peronismo mendocino hasta que, sobre la hora, consiguió el respaldo de los principales dirigentes -entre ellos los intendentes y el candidato a gobernador Francisco Pérez- y el miércoles viajó a Buenos Aires para conseguir el visto bueno presidencial a fin de integrar la lista de diputados.
La delegación del poder político de las provincias a la Nación es tal que incluso un gobernador, que termina su mandato, tiene que preguntar en la Rosada si puede encabezar una lista de representantes de la provincia que gobierna.
El fenómeno es nuevo: ni José Bordón, ni Arturo Lafalla ni Rodolfo Gabrielli consultaron en Buenos Aires, aunque es dable reconocer que los tres ex gobernadores eran garantías de votos y Jaque tiene mala performance en las encuestas.
El único distrito donde Cristina no impondría la lista de legisladores es Córdoba porque el candidato del peronismo, José Manuel de la Sota, se negó a que la Rosada le ponga su vicegobernador. Pero De la Sota se someterá a las urnas el 7 de agosto, mucho antes que la Presidenta, y no necesita fondos o de la imagen presidencial para ganar. Su autonomía es política pero claro, no es gobernador en ejercicio ni un candidato inventado ni necesita el voto K para ganar en una provincia donde el kirchnerismo puro nunca se desarrolló.
"Nosotros no podemos hacer eso", dicen en el PJ mendocino porque no tienen dinero ni votos y sólo esperan volver a ganar colgándose de Cristina. Por eso, la amenaza del ministro de Gobierno provincial, Félix González, de desdoblar los comicios para que el PJ apoye a Jaque como diputado -haciéndole perder toda chance de ganar a Pérez, dado que no habría huracán Cristina- sonó a un chiste fuera de lugar entre dirigentes que han elegido ser simples subordinados del Gobierno nacional.
Pero ni los kirchneristas más rabiosos, esos que ejercen el poder con el convencimiento de que llevan adelante una guerra santa, saben explicar claramente qué significa "la profundización del modelo" dado que si bien hablan de incentivos al consumo, creación de trabajo y equilibrio fiscal, no mencionan los problemas que el mismo "modelo" ha creado como la inflación y el déficit en la balanza comercial.
Cristina Fernández ejerce el poder con más celo que el que caracterizó a su marido. No tiene casi diálogo con los dirigentes de su propio partido porque esa tarea siempre la hacía Kirchner. Se ha replegado en su círculo más íntimo, las mismas personas que han compartido sobremesas con ella y su esposo en los últimos 20 años, aunque incluso esconde a estos sus principales definiciones para evitar negociar con eventuales socios políticos. Se hace lo que ella dice y casi nadie se atreve a contradecirla. "A Cristina hay que escucharla", dicen resignados en la Rosada.
Esto es así no porque ella sea la jefa de Estado o ejerza la primera magistratura sino porque "es la dueña de los votos" -como se jactan los kirchneristas mirando encuestas- y de una chequera fabulosa de los cuales gobernadores e intendentes son enteramente dependientes.
Que un gobernador necesite de fondos nacionales para gestionar su distrito o que un intendente necesite de plata de la provincia es moneda corriente en la política argentina, donde la estructura fiscal es un verdadero desaguisado y los Estados sub-nacionales ceden el 70 por ciento de sus recursos al tesoro nacional. Lo que es más o menos nuevo es que las provincias deleguen la selección de sus diputados y senadores so pretexto de la profundización del modelo que exige incluso un Congreso fiel a la Presidenta donde se debata poco y nada y se aprueben leyes a libro cerrado.
Los diputados (oficialistas) ya no son, en el más completo de los sentidos, los representantes del pueblo y los senadores los representantes de las provincias dado que llegan al Congreso condicionados. Es que ningún dirigente kirchnerista que quiera ser diputado o senador nacional por el oficialismo puede llegar a ocupar una banca sin el visto bueno de la Presidenta. Por ende, terminan convertidos en delegados del Gobierno nacional y poco o nada pueden hacer por sus provincias; si no, fijarse lo que sucedió el año pasado con la ley de Coparticipación del Impuesto al Cheque.
Aunque la ley electoral nueva haya creado la instancia de las primarias obligatorias en las que varias listas podrían competir entre sí para definir la grilla definitiva de candidatos, nadie se atreve, en Mendoza u otra provincia K, a ir a las urnas desafiando los designios presidenciales. La resignación es tal que todos rezan para que Cristina los contemple en la grilla.
Tiene las mismas chances aquél que militó 30 años en el justicialismo que un dirigente que hace dos años se arrimó al "proyecto nacional y popular" porque el PJ ha pasado a ser un aparato electoral que se pone en marcha cada dos años. Y si nadie se queja es porque la ley electoral limitó el financiamiento de la política pero dejó al Gobierno nacional amplios márgenes para usar la publicidad oficial y un fenomenal aparato propagandístico que sólo puede generar envidia y extrema dependencia.
El episodio es conocido por todos. Cristina fue la única que decidió quién sería el candidato a jefe de Gobierno porteño. El PJ de la Ciudad de Buenos Aires nada tuvo que ver en el asunto, sólo apostó por uno u otro de los pre-candidatos. Daniel Filmus fue el elegido pero, cuando se lanzó, la Presidenta irrumpió en el escenario, tomó el micrófono y el senador se quedó sin hablar.
La suerte de Martín Sabbatella no es tan diferente: competirá por la Gobernación bonaerense colgado de la candidatura de Cristina pero no podrá siquiera plantear una lista de diputados propia y deberá conformarse con los huecos que la Presidenta le deje. Ni hablar del siempre leal Daniel Scioli quien no sabe cómo hacer para resistir que la Casa Rosada le ponga su vicegobernador o le hagan espacio en la misma grilla de diputados en la que Sabbatella, su rival, también tendrá espacio. Todos sufren las consecuencias de usufructuar un poder "prestado" porque son los primeros en creer que los votos de quienes los eligen no son de ellos.
Por estas horas, pasan por la Casa Rosada y por Olivos dirigentes peronistas de todo el país que desean correr la misma suerte de Filmus, Sabbatella o Scioli. Se conforman con estar ya que es eso o la nada.
El gobernador Celso Jaque debió pelear mucho con el peronismo mendocino hasta que, sobre la hora, consiguió el respaldo de los principales dirigentes -entre ellos los intendentes y el candidato a gobernador Francisco Pérez- y el miércoles viajó a Buenos Aires para conseguir el visto bueno presidencial a fin de integrar la lista de diputados.
La delegación del poder político de las provincias a la Nación es tal que incluso un gobernador, que termina su mandato, tiene que preguntar en la Rosada si puede encabezar una lista de representantes de la provincia que gobierna.
El fenómeno es nuevo: ni José Bordón, ni Arturo Lafalla ni Rodolfo Gabrielli consultaron en Buenos Aires, aunque es dable reconocer que los tres ex gobernadores eran garantías de votos y Jaque tiene mala performance en las encuestas.
El único distrito donde Cristina no impondría la lista de legisladores es Córdoba porque el candidato del peronismo, José Manuel de la Sota, se negó a que la Rosada le ponga su vicegobernador. Pero De la Sota se someterá a las urnas el 7 de agosto, mucho antes que la Presidenta, y no necesita fondos o de la imagen presidencial para ganar. Su autonomía es política pero claro, no es gobernador en ejercicio ni un candidato inventado ni necesita el voto K para ganar en una provincia donde el kirchnerismo puro nunca se desarrolló.
"Nosotros no podemos hacer eso", dicen en el PJ mendocino porque no tienen dinero ni votos y sólo esperan volver a ganar colgándose de Cristina. Por eso, la amenaza del ministro de Gobierno provincial, Félix González, de desdoblar los comicios para que el PJ apoye a Jaque como diputado -haciéndole perder toda chance de ganar a Pérez, dado que no habría huracán Cristina- sonó a un chiste fuera de lugar entre dirigentes que han elegido ser simples subordinados del Gobierno nacional.