¿Son actos patrios o partidistas?
*Por Luis Alberto Romerol. Los argentinos tenemos que recuperar el Estado y la República. También la patria. Las últimas celebraciones estuvieron teñidas por el "relato" épico del kirchnerismo y por su versión facciosa del pasado, construida por los ideólogos del régimen.
Se acerca el 9 de Julio y recuerdo el verso de Borges: "Nadie es la patria, pero todos lo somos". No parece que hoy sea así.
En la celebración oficial, las dos últimas fiestas patrias resultaron ser actos partidistas . El "relato" épico del gobierno kirchnerista se entroncó en una versión sesgada y facciosa del pasado argentino, construida por los ideólogos del régimen.
Como muchos otros, Sarmiento está ausente de esa versión, o apenas entra de rondón, como alguien que embanderó el país. En 1938, en ocasión de los cincuenta años de su muerte, la Iglesia recurrió a un procedimiento parecido: no pudiendo ignorar al execrado impulsor de la enseñanza laica, lo presentó como el autor de una "vida de Jesús".
Es conocida la histórica identificación del movimiento peronista con el Estado, y también con la Nación . Por ejemplo, en 1952 las "Veinte verdades peronistas" fueron convertidas en "Doctrina nacional". Sin embargo, Perón supo ser más parco en su relación con el pasado patrio . En 1947 bautizó "D.F. Sarmiento" a una de las líneas férreas nacionalizadas. También fueron recordados Mitre, Roca, Belgrano y San Martín. Perón concentró las efemérides partidarias en dos días ajenos a la patria: el 1° de Mayo y el 17 de Octubre, y dejó relativamente a salvo del faccionalismo los festejos nacionales.
En cambio hoy el oficialismo se mantiene a distancia de las celebraciones partidarias, donde quizá puedan expresarse otras versiones del peronismo. Impulsado por la ola del Bicentenario, se concentra en las fechas nacionales, convertidas en actos de campaña y celebraciones facciosas.
Personalmente, durante mucho tiempo no aprecié la frase de Borges. Llegué a los cuarenta años sintiéndome ajeno y extraño a la patria y al Himno, que evitaba cantar. Siempre sentí que la patria era cosa de otros.
Mi escolaridad comenzó en 1950, con la celebración del Año del Libertador -presentado como modesto precursor del segundo libertador-, la lectura de La razón de mi vida y las clases de religión católica. En el secundario pasé a una "Educación Democrática" que combinaba la filosofía tomista con el anticomunismo rampante, y apuntaba los inicios de la Doctrina de la Seguridad Nacional. Mi experiencia inicial como docente estuvo jalonada de actos patrios con versiones marciales del Himno, que recordaban la identificación, mayor o menor, de los gobiernos con las Fuerzas Armadas. En 1982, en los días de Malvinas, cuando brotó la fiebre nacionalista, me sentí como un extranjero.
Hoy puedo entender que s e trató de un proceso histórico, político y cultural característico del siglo XX.
La patria inicial, la de la Constitución, era amplia, tolerante y liberal. Aceptaba las diferencias e invitaba a todos los hombres del mundo, con el solo compromiso de aceptar la ley. A lo largo del siglo XX fue creciendo la idea de que la nación debía ser homogénea y unánime. Lo mostró Lilia Ana Bertoni en un hermoso libro. Hubo discusiones sobre el núcleo común de la nación, pero una convicción acerca de que esa unidad existía y a la vez, que había que reforzarla, eliminando las disidencias. Los intelectuales discutieron acerca de la esencia del "ser nacional argentino", y hoy lo siguen haciendo.
Pero además, tres grandes protagonistas, de voz poderosa, concurrieron a definir la esencia de la nacionalidad.
El Ejército, que se proclamó depositario de sus valores esenciales; la Iglesia , que identificó la nación con la catolicidad, y el peronismo , que profundizó la huella abierta por el yrigoyenismo y se presentó como la expresión única del pueblo y de la nación. Fueron tres discursos diferentes, y frecuentemente en conflicto, pero con un punto de coincidencia: para todos ellos, la nación era una y homogénea, y había argentinos que estaban excluidos de ella . Porque no eran católicos, u "occidentales y cristianos", o peronistas. Eran apátridas. Antipatria.
Me encontré con la patria en 1983, y me gustó.
Descubrí el placer de los actos patrios de la escuela, y de cantar todos juntos el Himno. También me gustó que hubiera muchas versiones de nuestra canción patria, que yo creía nacida en una fanfarria militar. Pensé que habíamos pasado la página y -ahora sí coincidiendo con Borges- que todos éramos la patria .
Pero en esto, como en muchas otras cosas, aquella experiencia de 1983 parece haber sido un veranito de San Juan . Veo los actos oficiales, escucho a la Presidenta y me siento como en la infancia. Los argentinos tenemos que recuperar el Estado y la República. También la patria.