Sombras para la Unión Europea
La UE se introduce, cada vez más, en una fase de turbulencia, cuyo final no es fácil de avizorar. Luego de la "debacle" de Irlanda, la crisis parece golpear ahora a Portugal, España e Italia.
Desde que estallaron la burbuja inmobiliaria estadounidense y la subsiguiente crisis financiera internacional, la Unión Europea (UE) ingresó en un estado de turbulencia, cuya salida inmediata no se avizora. Por lo contrario, desde entonces se han hecho más emergentes las aún insolubles contradicciones que obstruyen el camino de la alianza, en especial de la zona del euro, integrada por 16 de los 27 países miembros de la UE: Alemania, Austria, Bélgica, Chipre, Eslovaquia, Eslovenia, España, Finlandia, Francia, Grecia, Irlanda, Italia, Luxemburgo, Malta, Países Bajos y Portugal.
Fueron precisamente varios de esos estados –en especial, el llamado grupo Piigs, por las iniciales en inglés de Portugal, Irlanda, Italia, Grecia y España– los que han creado las mayores dificultades en el espacio político y económico europeo, por sus irresponsables incumplimientos de lo acordado en los Tratados de Maastricht (1991) respecto del déficit fiscal en relación con el producto interno bruto (PIB), el control de la inflación y el endeudamiento externo. Ninguno de esos parámetros fueron realmente controlados por los Piigs (vocablo que, también en inglés, alude a los cerdos, lo que simboliza el escaso o nulo respeto que despiertan ahora en sus consocios).
No sólo no cumplieron esos parámetros, sino que falsificaron sus datos macroeconómicos. Naturalmente, el valor real del euro quedó en entredicho, tanto en el interior de la Eurozona como en la economía internacional, a pesar de los esfuerzos de saneamiento y sinceramiento del Banco Central Europeo (BCE), responsable de la política monetaria de esos 16 estados.
Esta crisis financiera y económica cobra un fuerte costo político. Ya se derrumbó el gobierno laborista de Gordon Brown, aunque el Reino Unido no integra la Eurozona, y se prevé que forzarán, más temprano que tarde, la caída del irlandés Brian Cowen; han volatilizado el patrimonio de popularidad y credibilidad de Nicolas Sarkozy en Francia; de José Sócrates, primer ministro de Portugal, y de José Luis Rodríguez Zapatero, presidente del gobierno español, que no consiguen salvar los muebles del incendio. Y pone en riesgo a la conductora alemana, Angela Merkel, que podría tener problemas en los comicios del 27 de marzo próximo en Baden-Württemberg.
En ese contexto, las dudas respecto a la solidez de la UE ya no son tremendistas; hoy son duros ejercicios de realismo. Hasta ahora, el eje Berlín-París actuaba como eficiente protección contra los perjuicios de la irresponsabilidad de algunos asociados y contra los embates de las especulaciones contra el euro. Pero sucede que la crisis debilita también la alianza franco-alemana, mientras crece el "euroescepticismo".
Por eso, el presidente de Italia, Giorgio Napolitano, advirtió que la UE afronta el mayor riesgo de supervivencia de su breve historia. Napolitano suele hablar poco, pero nunca en vano.