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Sólo hay espacio para provocaciones

* Por Adrián Ventura. La Justicia, otra vez, volvió a brillar por su ausencia o por sus falencias, a pocos días de las elecciones.

Algunos pocos ejemplos alcanzan:

La presidenta Cristina Kirchner violó la ley de partidos políticos que ella mismo hizo votar y que le impide hacer actos de campaña durante las dos semanas anteriores a los comicios. La finalidad de esa norma era evitar que el Gobierno dispusiera de más espacios que los que asignó a los partidos. Pero ningún juez la intimó siquiera para que se ciña a esa norma. Más adelante, después de las elecciones, dirán que el problema se volvió abstracto. No hay ni habrá castigo. Tan sólo la Cámara Electoral cumplió un digno papel cuando asumió la tarea de contribuir a repartir boletas y obligó al Gobierno a darle a Francisco de Narváez espacios de publicidad.
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El juez Raúl Eugenio Zaffaroni, ministro de la Corte, fue objeto de justificadas críticas cuando trascendió que es propietario de varios departamentos en los que sus inquilinos ejercen la prostitución. El escándalo duró apenas dos semanas y Zaffaroni intentó algunas explicaciones que no terminan de ser satisfactorias. Pero los legisladores, en campaña, no creyeron prioritario convocarlo al Congreso ni el magistrado tuvo la oportunidad de dar las explicaciones que había prometido.
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Lo que sí llamó la atención, incluso en la Corte Suprema, es que a medida que decaía la repercusión del tema fue el propio Zaffaroni quien, con sucesivas declaraciones -en las que sugirió que la campaña en su contra podría provenir de funcionarios de la policía, del mundo del paco o del GAFI-, buscó reinstalarlo.

Sergio Schoklender y su abogado, ayer, pudieron darse el lujo de anticipar que hoy pedirán el sobreseimiento. La estrategia de Schoklender es defenderse y contraatacar: a la vez que le dice al juez Norberto Oyarbide que él no tiene relación con los hechos, también sugiere que sí hay otro culpable. ¿Estará devolviéndole acusaciones a Hebe de Bonafini? Pero, sin perjuicio de la investigación que impulsan el fiscal antilavado Raúl Plee y su colega Jorge Di Lello, está claro que Schoklender pudo darse el lujo de salir a provocar porque, previamente, el juez Oyarbide adoptó la estratégica decisión de planchar el avance de la causa.
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La política argentina no deja margen para la Justicia ni la reflexión. Sólo hay espacio para escándalos y provocaciones..
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