Socialización en la escuela
La brecha entre padres y docentes de los niveles básicos se amplía perjudicando el aprendizaje y la formación.
Los pedagogos observan con preocupación cómo se amplía la brecha que separa al hogar de la escuela por diversos factores como la indiferencia y pérdida de autoridad de los padres sobre sus hijos ante el requerimiento de los docentes en la etapa de aprendizaje y formación, desde el nivel inicial hasta el ciclo medio.
La era tecnológica ha contribuido en gran medida a producir un divorcio generacional, acentuado en la adolescencia. La informática hizo que que la escuela pierda el monopolio de la información y del saber, de manera que cuando ahora se le pregunta al alumno de dónde sacó tal información, la respuesta es de Google, no de los libros, de sus profesores y menos de sus padres o de adultos como guías.
Es que también los jóvenes transcurren sus vidas en un mundo que los padres prácticamente no comprenden y de allí el desconcierto que los lleva a marginarse de sus roles naturales frente al colegio en las diferentes etapas. Pero tampoco la escuela puede resolver esta complejidad porque el docente no tiene un contacto tan estrecho con las computadoras, ve poca televisión y escucha menos radio que el alumnado, por lo tanto los chicos están más actualizados en temas trascendentes. Debe recordarse que la computadora es una herramienta difícil de controlar, incluso para el docente. Se hace problemático el uso en el aula porque mientras se desarrolla una clase, los chicos pueden estar entrando con sus netbook en páginas web, chateando entre sí, o abriendo otros programas.
Esta situación compleja comienza en el jardín, según los participantes en el 5¦ Encuentro Internacional de Educación Inicial, celebrado recientemente en Buenos Aires con más de 1300 educadores, en el marco de la Organización Mundial para la Educación Preescolar. Allí se remarcó que la tecnología no ha desplazado al papel de los padres y por ello quienes se inhiben en ese compromiso básico dejan a sus hijos en el abandono, más si desde muy chicos han aprendido a dominar la computación con todos riesgos que ello implica. El que deja hacer a los pequeños cree que está ante un niño prodigio, pero la realidad demuestra que es un adicto a la informática y con graves problemas de socialización al haberse distorsionado su visión sobre las relaciones humanas y el sentido de la educación como forjadora de su personalidad.
La era tecnológica ha contribuido en gran medida a producir un divorcio generacional, acentuado en la adolescencia. La informática hizo que que la escuela pierda el monopolio de la información y del saber, de manera que cuando ahora se le pregunta al alumno de dónde sacó tal información, la respuesta es de Google, no de los libros, de sus profesores y menos de sus padres o de adultos como guías.
Es que también los jóvenes transcurren sus vidas en un mundo que los padres prácticamente no comprenden y de allí el desconcierto que los lleva a marginarse de sus roles naturales frente al colegio en las diferentes etapas. Pero tampoco la escuela puede resolver esta complejidad porque el docente no tiene un contacto tan estrecho con las computadoras, ve poca televisión y escucha menos radio que el alumnado, por lo tanto los chicos están más actualizados en temas trascendentes. Debe recordarse que la computadora es una herramienta difícil de controlar, incluso para el docente. Se hace problemático el uso en el aula porque mientras se desarrolla una clase, los chicos pueden estar entrando con sus netbook en páginas web, chateando entre sí, o abriendo otros programas.
Esta situación compleja comienza en el jardín, según los participantes en el 5¦ Encuentro Internacional de Educación Inicial, celebrado recientemente en Buenos Aires con más de 1300 educadores, en el marco de la Organización Mundial para la Educación Preescolar. Allí se remarcó que la tecnología no ha desplazado al papel de los padres y por ello quienes se inhiben en ese compromiso básico dejan a sus hijos en el abandono, más si desde muy chicos han aprendido a dominar la computación con todos riesgos que ello implica. El que deja hacer a los pequeños cree que está ante un niño prodigio, pero la realidad demuestra que es un adicto a la informática y con graves problemas de socialización al haberse distorsionado su visión sobre las relaciones humanas y el sentido de la educación como forjadora de su personalidad.