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Sobre candidatos republicanos, taxistas y peluqueros

*Por Mario Diament. Mientras el presidente Barack Obama emprende la herculeana tarea de tratar de lograr la reelección en medio de una economía semiparalizada, un nivel de desempleo que no cede, un mercado inmobiliario que no se recupera, una Europa columpiándose al borde del abismo y un Medio Oriente que pinta como una bolsa de gatos, los republicanos han alineado un grupo de candidatos que parecen haber escapado de una pesadilla.

Presenciar los debates de estos prematuros contendientes tiene la virtud de confirmar la recóndita sospecha de que McLuhan tenía razón, de que el medio es el mensaje y que todo cuanto un aspirante a la presidencia debe hacer es salir bien parado por televisión.

Después de su pírrica victoria en Iowa, la estrella de Michelle Bachmann se ha disipado, entre otras razones, porque su figura se perdió entre tantos hombres de traje y corbata.

Sarah Palin sigue amenazando con entrar en la arena, el gobernador de Nueva Jersey, Chris Christie, asegura que no se presentará pero da signos de lo contrario y un columnista y hombre de negocios negro, Herman Cain, quien entre otras funciones fue CEO de Godfather's Pizza, derrotó el pasado 22 de septiembre al candidato líder, Rick Perry, en un "straw poll" en Orlando, Florida y saltó a la primera línea de favoritos.

Esta primera línea consiste ahora de tres postulantes: El ex gobernador de Massachussets, Mitt Romney (64), un mormón multimillonario entre cuyos logros figura el haber salvado del desastre las Olimpíadas de Invierno en Salt Lake City, en 2002; Rick Perry (61), actual gobernador de Texas con el récord de permanencia el cargo, entusiasta defensor de la pena de muerte (200 ejecuciones bajo su administración), enemigo del matrimonio gay y de Darwin; y el mencionado Herman Cain (65), quien trabajó para Coca Cola, Pillsbuiry y Burger King, fue presidente de la Asociación Nacional de Restaurantes y admite una ignorancia impenitente en temas de política exterior, tanto como una escasa simpatía por los musulmanes.

Hasta la última semana de agosto, Perry encabezaba la lista de favoritos a la nominación republicana con 29% contra 22% de Romney y 6% de Cain, pero las preferencias cambiaron en los últimos días, después de que, en Orlando, Perry hiciera comentarios favorables a permitir la inscripción de indocumentados en las escuelas de Texas (uno de sus buenos impulsos) y el frente antiinmigrantes se le fue encima.

Según una encuesta de la cadena Fox, Romney encabeza ahora la lista con 23%, seguido de Perry, 19% y Cain, 17%.

La volatilidad de las tendencias del favor público no solo expone la falta de consistencia de los candidatos republicanos, sino también el desconcierto de este sector del electorado, que si bien está convencido de que es necesario reemplazar a Obama, no sabe muy bien por quién.

Uno de los fenómenos más curiosos que se está produciendo entre los votantes conservadores o, si se quiere, en la mitad del país que votó a Bush por dos períodos, glorificó la guerra y el recorte impositivo y ahora quiere deshacerse de Obama, es su fascinación con los candidatos que se precian de ser poco sofisticados, que se ufanan de ignorar lo que sucede más allá de las fronteras de los Estados Unidos y que se presentan como seres tan simples y comunes como cualquier hijo de vecino.

Tal vez porque la realidad se ha vuelto tan compleja, tal vez porque la mayoría desconoce los motivos que pueden provocar tragedias como la del 11 de septiembre o cataclismos como la debacle económica del 2008, tal vez porque la inteligencia es una cualidad cada vez más sospechosa, mucha gente tiende a inclinarse por la ecuación "simple es igual a bueno".
Esto explica la emergencia de figuras como Sarah Palin, Michelle Bachmann o Herman Cain, y el fuerte resentimiento que es capaz de provocar un intelectual como Barack Obama.

El horizonte cultural norteamericano se ha licuado. Las películas que salen de Hollywood, las obras que se ofrecen en Broadway, la producción literaria reflejan cada vez más el triunfo del entretenimiento por sobre el valor artístico, la preeminencia del envase sobre el contenido.
Pero cuando esta propensión se traslada a la política, el resultado deja de ser divertido. Estos candidatos, que se empeñan en mostrarse como personas ordinarias -atareadas amas de casa con los pies sobre la tierra o exitosos empresarios de gustos simples y sentido común- están muy lejos de ser lo que pretenden. Son, por el contrario, complejas personalidades con enormes recursos y peligrosas agendas, como lo demostró en su momento George W. Bush, quien también se jactaba de poder tomar una cerveza con cualquiera.

Groucho Marx solía decir que el mundo se ha vuelto tan caótico porque los únicos capaces de ordenarlo están ocupados cortando el pelo o manejando taxis.

Mucha gente, por lo visto, parece pensar que lo decía en serio.