Sobra crédito barato
*Por Marcelo Zlotogwiazda. Hasta ahora hay aprobados 153 proyectos que implican 3.168 millones de pesos de financiamiento, de los cuales se efectivizaron aproximadamente la mitad.
La dirigencia empresaria venía quejándose largamente de la falta de financiamiento accesible, casi todos los economistas señalaban esa carencia como una de las limitantes al proceso de inversión, y desde la política se admitía el cuestionamiento y se prometían prontas soluciones. Hasta que hace un año la Presidenta anunció el Programa de Financiamiento Productivo del Bicentenario destinado a proyectos de inversión orientados a la exportación o a sustituir importaciones: una línea de créditos por 8.000 millones de pesos aportados por el Banco Central, ofrecidos a una tasa fija en pesos del 9,9 por ciento anual a devolver en cinco años con uno de gracia.
Dadas esas condiciones más que ventajosas, era de esperar que esos fondos se agotaran rápidamente. De hecho, cuando anunció el programa un año atrás dijo que ponía a disposición esos 8.000 millones hasta fines de 2010, dando a entender que se trataba de una primera etapa.
Sin embargo, el atractivo de la oferta lejos estuvo de provocar un aluvión de demanda. A tal punto que transcurrido el primer año se presentaron solicitudes por sólo el 75 por ciento del monto disponible.
Hasta ahora hay aprobados 153 proyectos que implican 3.168 millones de pesos de financiamiento, de los cuales se efectivizaron aproximadamente la mitad. Hay, además, otros 135 proyectos que están siendo evaluados y que requieren 3.035 millones de crédito. Es decir que en caso de aprobarse todos los que están en análisis, los préstamos ascenderían a alrededor de 6.200 millones y al Programa todavía le quedarían 1.800 millones.
Estos datos permiten por lo menos poner entre signos de interrogación lo que hasta no hace mucho se repetía como una verdad indiscutible respecto de que la falta de financiamiento era un problema serio que limitaba la inversión. Si lo que estaba trabado eran menos de 300 proyectos por unos 1.500 millones de dólares, además de falta de crédito faltan otras cosas.
Puede ser que algunas empresas con proyectos queden excluidas del financiamiento porque están flojas de papeles. En tal caso, el problema no es la falta de crédito sino la endeblez documental.
Puede ser que los empresarios quieran mantener el bajísimo nivel de endeudamiento que han logrado, y que el proceso de inversión se financie con los propios excedentes.
Pero puede ser también que no haya en carpeta tantos proyectos de inversión como algunos creían, lo que ciertamente sería preocupante. Hay economistas en el Gobierno que están con una antena alerta e inquietos ante un comportamiento empresario poco proclive a invertir, particularmente en nuevos proyectos industriales de envergadura. Hace tiempo que no se construyen refinerías, plantas químicas, siderúrgicas o cementeras, por ejemplo. Sí hay considerable inversión en el campo, un boom en la minería, sostenida obra pública y construcción residencial.
La observación de los proyectos aprobados por el Programa del Bicentenario revela cuáles son las pocas ramas industriales que despiertan real apetito inversor. Sobresale el sector automotriz, con 740 millones de pesos, casi una cuarta parte del total. De esos 740 millones, 565 corresponden a un proyecto de Fiat para fabricar un nuevo modelo; sólo ese crédito representa alrededor del 15 por ciento de todo lo aprobado y cerca del 10 por ciento del conjunto de proyectos presentados, lo que relativiza aún más el interés que despertó el Programa.
Los laboratorios y el rubro avícola son las ramas que le siguen en importancia, y que absorbieron 390 y 352 millones de pesos, respectivamente.
La escasa predisposición inversora privada en la industria también se desprende del último informe sobre financiamiento que elaboró el Instituto Argentino de Mercado de Capitales dependiente del Mercado de Valores. Del trabajo surge que en los primeros cinco meses del año el financiamiento de empresas domésticas aumentó un 114 por ciento respecto de igual período de 2010, pero cuando se desagrega se advierte que el 66 por ciento fue a través de fideicomisos financieros (se ceden las cuentas a cobrar en el futuro) para obras de infraestructura (casi toda estatal) o para fondear préstamos personales.
La concentración de inversiones industriales en la rama automotriz es un espejo de lo bien que le va al sector. Según datos de la Unión Industrial Argentina, los autos y la molienda de oleaginosas (aceite) explican más de la mitad del crecimiento industrial de la primera parte del año.
Ese perfil de crecimiento debe acotar las expectativas depositadas en la industria como generadora de empleo. De por sí la industria no ocupa mucha gente: actualmente el empleo formal ronda 1,2 millones de personas, 400.000 más que en el peor momento de la crisis de hace diez años. Y la rama automotriz es cada vez más intensiva en el uso de capital y menos en mano de obra: en 1974 se fabricaron 296.000 unidades con 57.400 personas trabajando; hoy se produce más del doble de autos con menos de la mitad de personas. Es interesante notar que mientras en 1974 los sueldos representaban el 18,5 por ciento de la facturación, hoy apenas equivalen a alrededor del 5 por ciento.
Durante la reunión con la flamante cúpula de la UIA a principios de mayo, Cristina Fernández dijo que estaba analizando un proyecto para crear un Banco de Desarrollo que le había preparado la ministra de Industria Débora Giorgi, reactivando una idea que parecía archivada. Es un viejo reclamo de la dirigencia empresaria, que refiere con envidia y admiración al poderoso Banco de Desarrollo brasileño.
Es probable que una institución por el estilo resulte imprescindible en una perspectiva a mediano y largo plazo para financiar un proceso de inversión que, tal vez, ahora está frenado por la incertidumbre electoral. Por ahora, con los créditos del Bicentenario alcanza y sobra para responder con eficacia (se aprueba a razón de un proyecto por día hábil) a la demanda de crédito oficial barato.