Sin Kirchner, más kirchnerismo
*Por Mario Fiore. La muerte del líder del PJ cohesionó al oficialismo y le dio gran vitalidad. El peronismo no se preparó para una nueva etapa y se abraza a la construcción de un mito.
"Si les digo que estoy feliz, les miento y si les digo que estoy mal también les miento", confesó Cristina Fernández de Kirchner el domingo a los militantes que festejaban en el hotel Intercontinental el arrollador triunfo de la Presidenta en las elecciones.
De negro, como desde hace un año, dedicó su victoria a quien "ya no me puede llamar más". No pronunció su nombre, volvió a referirse a "él", pero se ocupó de aclarar que su reconocimiento no lo hacía "como viuda, sino como militante, porque creo que fue uno de los más grandes cuadros políticos que dio el país".
Ayer se cumplió un año de la inesperada muerte de Néstor Kirchner y políticos, analistas y dirigentes sociales coinciden en que su desaparición cambió drásticamente el mapa político. Cuando un año atrás algunos periodistas anticipaban que "ahora hay que repensar todo de nuevo", los militantes K, sobre todo los más jóvenes, criticaban con rabia porque sentían que se ponía en duda la construcción política del kirchnerismo, sus logros y el "proyecto".
Pero el país no es el mismo que cuando Kirchner era quien mandaba. Por lo menos en política, ni el oficialismo ni la oposición son iguales que hace 12 meses. La foto electoral de este domingo lo dijo todo: 53 puntos para el Frente para la Victoria y una diferencia de casi 40 puntos del opositor mejor posicionado. Nunca, ni siquiera en los mejores momentos de la presidencia de Kirchner, el oficialismo gozó de tan buena salud.
En esta misma página de la sección Opinión, hace un año reflexionábamos: "La muerte de un hombre obliga, a quienes lo acompañaron durante la vida, a reformular las ideas en torno al difunto. El amor y la admiración crecen y el rencor o el miedo se atenúan. Nace el mito y también emerge el fantasma".
El Gobierno supo aprovechar que la Historia (en el sentido hegeliano) lo colocó en una situación inesperada, dolorosa. La muerte del líder le sirvió al oficialismo como fenomenal herramienta de cohesión interna. Cristina, al enviudar se transformó -casi en un mismo acto- en la única conductora. Nadie, dentro de las filas del PJ oficialista, se animó a disputarle poder y a quien especuló e intentó condicionar -como Hugo Moyano- le fue muy mal.
Si hay algo que la desaparición física de Kirchner desnudó es que el amplio y variopinto oficialismo no se preparó -ni lo ha hecho este año- para iniciar un post-kirchnerismo.
Cristina, acompañada por las encuestas y el apoyo popular, atravesó el año menos turbulento de su presidencia. Fue dueña de las listas de candidatos en todas las provincias, ganó las primarias con el 50% y superó el 53% en las generales. Devino ama y señora de un gobierno en el que sus aliados son meros asistentes. Logró, en términos políticos, sobrevivir exitosamente a la muerte de Kirchner.
Hace un año reflexionábamos en esta misma página: "La Presidenta deberá elaborar el duelo por la pérdida de su compañero de vida -un proceso lento, doloroso y personal- con los intentos por reemplazar y reformatear ese doble cuerpo político que perdió una de sus mitades. Un esfuerzo privado deberá convivir con uno público".
El kirchnerismo trabajó rápidamente en la mitificación de su líder. Fue una construcción emocional de la militancia pero también una construcción pensada y abordada por el propio Gobierno. La batalla cultural, la conquista de las grandes mayorías siempre estuvo en el horizonte del justicialismo. Mientras el luto de la Presidenta sea visible, esta maquinaria no se detendrá.
Ayer, en casi todas las provincias del país se inauguraron obras con el nombre "Presidente Néstor Carlos Kirchner". Una escuela en un lejano paraje salteño, un busto en Córdoba, una imponente avenida en Formosa, una estatua gigante en el centro porteño que será llevada a Río Turbio.
Esta proliferación de homenajes de cemento y roca, pensados para dar testimonio por muchos, muchos años, contrastó con la íntima ceremonia que la Presidenta y sus hijos tuvieron en Río Gallegos, donde trasladaron los restos del ex mandatario a un faraónico mausoleo.
El dolor privado de la familia Kirchner quedó escindido por un instante de la construcción del mito. Pero el canal estatal destinó un especial al ex presidente y la señal del Ministerio de Educación hizo lo mismo.
Mientras tanto, la oposición yace en un yermo. No tiene votos, ni recursos públicos (a excepción de cuatro o cinco gobernadores) como el kirchnerismo. Y tampoco posee elementos de cohesión interna o figuras para mitificar. El capital, material y simbólico, está todo en el mismo lado. Apenas algunas de sus figuras acceden a los medios de comunicación. Eso sí, no a los oficialistas, donde la maquinaria que mitifica a Kirchner se ocupa de destruirlos sin derecho a réplica.
La desaparición física de Kirchner produjo una operación que no tiene explicación matemática. El país perdió al hombre más poderoso. Pero esta pérdida se tradujo en más kirchnerismo, no en menos. El mito y el fantasma abarcan más que Kirchner en vida.
No porque el ex presidente haya tenido poco poder, todo lo contrario; fue el mandatario que más recursos políticos y económicos tuvo a su alcance. Sino porque el santacruceño no logró en vida el reconocimiento y respeto que hoy tiene. Ayer, Alberto Fernández se quejaba por radio. "A Néstor le costó mucho asumir en los últimos tiempos el vapuleo al que se vio sometido los últimos tiempos".