Sin casa ni empleo, vive hace meses en un hospital para asistir a su hijo
Rosana Benítez cuida de Dylan, de 14 años, quien sufre una parálisis y varias secuelas, por haber sido atropellado en la autopista, ramal en Pilar. Espera que lo reciban en algún centro de rehabilitación que se haga cargo de los gastos.
Hace meses que Rosana Benítez vive en el hospital Eva Perón, apenas duerme en una reposera, toma mate, come lo que puede. Su misión es cuidar de su hijo de 14 años, Dylan Alanis, hacerle pacientes trabajos de rehabilitación, darle de comer, pasearlo y animarlo para que se recupere. Entre otros problemas, el chico sufre una hemiparesia del lado derecho, que le impide movilizarse, precisa un botón gástrico para alimentarse y aprendió a hacer señas con los dedos, porque apenas puede hablar. Día a día, Rosana lo atiende con la esperanza de lograr llevarlo a un instituto que pueda brindarle una recuperación intensiva, como el Fleni, cuyo costo no puede afrontar. Hoy tenía planeado iniciar un pedido formal a un centro de rehabilitación en Malvinas Argentinas que podría admitirlo. Su problema principal es que no tiene dónde vivir. La casa que alquilaba la perdió cuando se quedó sin empleo. "Si me aceptan un tiempo, por lo menos puedo ir a trabajar y alquilar algo", se esperanzó ayer, en diálogo con Tiempo Argentino
El sábado 23 de enero Dylan cruzó el ramal Pilar de la ruta Panamericana, a la altura del kilómetro 42, y un auto lo atropelló violentamente. Una versión dice que se escapaba de unos chicos que pretendían robarle. Rosana quiere escuchar la versión de su hijo, cuando pueda contárselo. Lo que sabía era que se quedaba a dormir en la casa de unos amigos, con quienes compartía actividades en la iglesia Pentecostal del barrio Manuel Alberti, al día siguiente. Después del impacto quedó tendido en el piso, críticamente lastimado e inconsciente. Debe su vida a la intervención de un médico de apellido Álvarez, que iba conduciendo por esa autopista. Este médico de la Unidad de Terapia Intensiva del hospital pediátrico Pedro Elizalde (ex Casa Cuna), de la Capital, detuvo su auto y asistió a Dylan, allí mismo, sobre el pavimento, lo entubó para que pudiera respirar, y lo llevó al hospital de Pilar.
Después de esperar a Dylan durante todo el domingo, Rosana fue a la comisaría local, pero la mandaron de vuelta a su casa. Una hora después la fueron a buscar. Le explicaron que había un chico ingresado por emergencias en el ex Castex, de San Martín. Allí lo habían derivado por la gravedad del cuadro. No lo reconoció. El nene estaba desfigurado. Recién supo que era él cuando vio la cicatriz de la operación de apendicitis. Ahí nomás, se desmayó.
Los médicos recibieron un paciente con dudosas probabilidades de sobrevida. "No le daban 48 horas." Durante 15 días fue "un vegetal". Rosana se instaló en la sala de terapia intensiva, y lo cuidó. Le hablaba, le leía la Biblia. Les decía a los médicos que Dylan reaccionaba, poco a poco, cada vez más. Y los médicos le decían que sí, pero en silencio no contemplaban mayores posibilidades de recuperación. Fueron los más sorprendidos por el avance del chico. Un día Rosana se paró frente a Dylan y le dijo: "Si me entendés, parpadeá", y su hijo movió los párpados. Fue una revelación.
"Son las ganas de vivir que tiene, es un fiel luchador de la vida", se expresó con la voz quebrada, mientras paseábamos por el playón trasero del hospital ubicado sobre la Ruta 8, para que Dylan tomara un poco de aire fresco montado en su silla de ruedas, y sacáramos un par de fotos.
Dylan aprendió a comunicarse con señas. Con la mano que mueve agita el índice de arriba abajo –como el Chavo– para decir que sí, y lo mueve hacia los lados para negar. Si está conforme, levanta el pulgar, y señala hacia abajo si algo le disgusta. Con la misma mano juega con el celular, pero todavía no puede escribir mensajes. Sólo los lee.
"Todos los días me enseña algo nuevo. Una guiñada de ojos, una sonrisa. El otro día me dijo ma... ma... y eso es muy fuerte...", compartió Rosana.
Dylan ingresó con traumatismo de cráneo grave, fractura de mandíbula, costillas y clavícula. Tuvieron que practicarle una craniectomía (sacarle temporalmente una parte del cráneo) por un edema cerebral. Padece actualmente una parálisis en sus miembros derechos. A más de nueve meses del accidente, los médicos saben que tendrá secuelas neurológicas, pero en virtud de las mejoras que fue experimentando, la expectativa de recuperación es alta.
A Rosana y a Dylan les toca ahora superar la dificultad de no tener hogar. Ella tiene 44 años, está separada y es madre de siete hijos, tres a su cargo. Cada dos o tres meses hace base en la casa de su hija mayor, pero la suya es, prácticamente, el Eva Perón. Sólo cuenta con una pensión por familia numerosa y la ayuda de los médicos del hospital. Los profesionales organizaron la rifa de un reproductor de DVD que le permitió a Rosana juntar 700 pesos, destinados a comprar un aspirador para asistir a Dylan en su respiración. Gracias a que ella está ahí, el chico pudo hacer ejercicios de kinesiología fundamentales para su recuperación. Y a partir del último mes, un kinesiólogo se ofreció a ayudarlos sin cargo. La internación en algún centro especializado, permitiría a Rosana trabajar y poder costear el alquiler de una vivienda.
El sábado 23 de enero Dylan cruzó el ramal Pilar de la ruta Panamericana, a la altura del kilómetro 42, y un auto lo atropelló violentamente. Una versión dice que se escapaba de unos chicos que pretendían robarle. Rosana quiere escuchar la versión de su hijo, cuando pueda contárselo. Lo que sabía era que se quedaba a dormir en la casa de unos amigos, con quienes compartía actividades en la iglesia Pentecostal del barrio Manuel Alberti, al día siguiente. Después del impacto quedó tendido en el piso, críticamente lastimado e inconsciente. Debe su vida a la intervención de un médico de apellido Álvarez, que iba conduciendo por esa autopista. Este médico de la Unidad de Terapia Intensiva del hospital pediátrico Pedro Elizalde (ex Casa Cuna), de la Capital, detuvo su auto y asistió a Dylan, allí mismo, sobre el pavimento, lo entubó para que pudiera respirar, y lo llevó al hospital de Pilar.
Después de esperar a Dylan durante todo el domingo, Rosana fue a la comisaría local, pero la mandaron de vuelta a su casa. Una hora después la fueron a buscar. Le explicaron que había un chico ingresado por emergencias en el ex Castex, de San Martín. Allí lo habían derivado por la gravedad del cuadro. No lo reconoció. El nene estaba desfigurado. Recién supo que era él cuando vio la cicatriz de la operación de apendicitis. Ahí nomás, se desmayó.
Los médicos recibieron un paciente con dudosas probabilidades de sobrevida. "No le daban 48 horas." Durante 15 días fue "un vegetal". Rosana se instaló en la sala de terapia intensiva, y lo cuidó. Le hablaba, le leía la Biblia. Les decía a los médicos que Dylan reaccionaba, poco a poco, cada vez más. Y los médicos le decían que sí, pero en silencio no contemplaban mayores posibilidades de recuperación. Fueron los más sorprendidos por el avance del chico. Un día Rosana se paró frente a Dylan y le dijo: "Si me entendés, parpadeá", y su hijo movió los párpados. Fue una revelación.
"Son las ganas de vivir que tiene, es un fiel luchador de la vida", se expresó con la voz quebrada, mientras paseábamos por el playón trasero del hospital ubicado sobre la Ruta 8, para que Dylan tomara un poco de aire fresco montado en su silla de ruedas, y sacáramos un par de fotos.
Dylan aprendió a comunicarse con señas. Con la mano que mueve agita el índice de arriba abajo –como el Chavo– para decir que sí, y lo mueve hacia los lados para negar. Si está conforme, levanta el pulgar, y señala hacia abajo si algo le disgusta. Con la misma mano juega con el celular, pero todavía no puede escribir mensajes. Sólo los lee.
"Todos los días me enseña algo nuevo. Una guiñada de ojos, una sonrisa. El otro día me dijo ma... ma... y eso es muy fuerte...", compartió Rosana.
Dylan ingresó con traumatismo de cráneo grave, fractura de mandíbula, costillas y clavícula. Tuvieron que practicarle una craniectomía (sacarle temporalmente una parte del cráneo) por un edema cerebral. Padece actualmente una parálisis en sus miembros derechos. A más de nueve meses del accidente, los médicos saben que tendrá secuelas neurológicas, pero en virtud de las mejoras que fue experimentando, la expectativa de recuperación es alta.
A Rosana y a Dylan les toca ahora superar la dificultad de no tener hogar. Ella tiene 44 años, está separada y es madre de siete hijos, tres a su cargo. Cada dos o tres meses hace base en la casa de su hija mayor, pero la suya es, prácticamente, el Eva Perón. Sólo cuenta con una pensión por familia numerosa y la ayuda de los médicos del hospital. Los profesionales organizaron la rifa de un reproductor de DVD que le permitió a Rosana juntar 700 pesos, destinados a comprar un aspirador para asistir a Dylan en su respiración. Gracias a que ella está ahí, el chico pudo hacer ejercicios de kinesiología fundamentales para su recuperación. Y a partir del último mes, un kinesiólogo se ofreció a ayudarlos sin cargo. La internación en algún centro especializado, permitiría a Rosana trabajar y poder costear el alquiler de una vivienda.