Sin camino, no hay pasión
*Por Alejandro Castañeda. Pretenden que sus maridos se sacudan más allá del lecho y que muestren ante el alcalde el mismo furor que utilizan con la doña.
"Mujeres del municipio colombiano de Barbacoas, al sur del país, declararon una huelga de piernas cruzadas a sus esposos y se niegan a mantener relaciones sexuales hasta tanto éstos adopten una posición dura para exigir la construcción de una carretera en su pueblo, lo que hasta el momento ha sido imposible por desidia y despilfarro del presupuesto municipal". Así dice la noticia. Pretenden que sus maridos se sacudan más allá del lecho y que muestren ante el alcalde el mismo furor que utilizan con la doña.
"Estamos cansadas del nerviosismo, incompetencia y actitud sumisa de nuestros esposos que no son capaces de exigir del alcalde y del gobernador la construcción de una carretera digna para el pueblo. Ellos son muy varones para exigirnos en la casa, pero muy débiles para reclamar los derechos como sociedad", aseguró Maribel Silva, jueza municipal y una de las 350 mujeres que participan de la particular protesta.
La llamada "huelga de las piernas cruzadas" ya cumple siete días. Durante este tiempo, las mujeres de Barbacoas -un poblado enclavado en la región montañosa de la provincia de Nariño, en la frontera con Ecuador, que cuenta con 35.000 habitantes- se reúnen a diario a gritar arengas, intercambiar experiencias y darse fuerza.
Más de un intendente debiera poner las barbas en remojo. Porque si las mujeres de cada barriada de nuestra ciudad deciden también apelar al boicot sexual para apurar obras inconclusas de pavimentación, entonces hacer el amor aquí será una hazaña y el maridaje en apuros deberá conseguir alguna motoniveladora, aunque sea de utilería, para disuadir a las señoras retobadas.
El sexo siempre ha sido moneda de cambio y no se sabe hasta dónde podrá lograr que los perezosos ministerios le pongan más ritmo a su faena. No es fácil, la burocracia hace huelga de brazos caídos sin necesidad de propósitos progresistas y quizá más de una funcionaria pueda explicar a las militantes que una cosa es la licitación y otra adjudicar trabajos en la cama grande.
Someter cada emprendimiento al arbitrio de una abstinencia exigible es desconocer los raros laberintos que pueden llegar a compartir el deseo y la obra pública. Mal o bien, el sexo pudo recuperar allá su valor decisivo a la hora de gestionar. Y los 350 colombianos que andan penando por un querer le han hecho saber a su intendente que las señoras van por todo y que si los indignados europeos tienen su fama, los insatisfechos de Barbacoas ya no saben dónde poner el entusiasmo que llevan a la cama.
Las líderes de esta movida le temen a las claudicaciones. Cada tarde le hacen entender a la tropa que lo de ellas es una combinación entre medida de fuerza y un plan de obras. Les enseñan a no aflojar por más lágrimas que arroje la pareja. Y las exhortan a no dejarse sobornar y a no escuchar las promesas de los desatendidos. La consigna es clara: indiferencia, irse a dormir sin culpas y no ceder a esos maridos que en calzoncillos presenten un Plan B de emergencia. El objetivo es irreprochable: "logremos el camino aunque dejemos 350 maridos en la cuneta".
Al fin, de deseos y luchas se construye la historia. La grande y la pequeña. De esa pasta está hecha casi toda el alma de este mundo.
La mujer sabe que su mejor arma de lucha está entre las piernas, en ese triángulo virtuoso donde los caminos del deseo se confunden y las carreteras municipales también. Si ellas ganan la apuesta, nadie sabe qué demandas podrán plantear en el futuro. Aunque el riesgo es que hagan de la reticencia una bandera o que al final mezclen el amor con la infraestructura. O peor aún, que le den a Vialidad la potestad de manejar a su capricho los altibajos de la cama matrimonial.