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Similitudes y diferencias en un mismo tiempo político

*Por Ricardo Kirschbaum. El 27 de octubre de 2010 falleció Néstor Kirchner. Fue una conmoción por la sorpresa y por la enorme importancia de la ausencia.

Para la oposición, que se ordenaba alrededor del rechazo, porque quedó impúdicamente desnuda y desconcertada al desaparecer la causa principal de su razón de ser , y fue obligada a pensar otra estrategia con pobre resultado, hasta ahora. Y para el oficialismo, porque esa mañana de finales de octubre, en El Calafate, asomó por fin el inicio del gobierno de Cristina Kirchner. Desde entonces, el ex presidente pasó a ser una tercera persona: él. Se lo invoca como un paraguas protector y guía del "proyecto". Ocupa el primerísimo lugar en la iconografía del oficialismo, en el que sus intelectuales le encuentran hoy muchas más virtudes, aciertos y genialidades que las que le atribuían minutos antes de su muerte. Su influencia política hasta ese momento fatídico fue tan intensa como total , impregnando cada uno de los pasos de la gestión de su esposa. Fue, qué duda cabe, el conductor político y Cristina, sin rubores, siempre lo admitió.

No son pocos los cambios que se han producido desde que Kirchner no está. Cambios que, por otra parte, reconocen no sólo nuevas tácticas sino también mucha mayor carga ideológica en las decisiones. Está claro que se ha trazado una raya tácita: los que avanzan hoy con fluidez no tenían expedito el camino con Néstor en vida. Para ser claros: los que entonces podían ser asesores, que el ex presidente escuchaba alguna vez, hoy se han convertido en piezas centrales . Cristina, con habilidad, muestra otro discurso conciliador y de unidad, conteniendo su propia naturaleza , mientras sus operadores buscan, con suerte diversa, unir las piezas del peronismo que la presencia de su marido hacía imposible. Sin embargo, el objetivo es ir desprendiéndose de la estructura justicialista, mientras se arma algo distinto . Es un viejo sueño de quienes creen que el peronismo debe ser superado por otro movimiento que rompa las limitaciones políticas y culturales de la criatura que creó Perón. Con una diferencia enorme: lo que en los 70 era lucha ideológica, con los años se ha convertido en seguimiento de quien detenta el poder .

Kirchner conservaba muchos reflejos del peronista clásico en sus concepciones. Es lo que va desapareciendo.

Los nuevos abordajes –el de la seguridad, por ejemplo– son demostrativos del cambio. La corrupción policial como problema es una cuestión muy vieja con la que han convivido muchos gobiernos, inclusive el de Kirchner y el de Cristina . El planteo de Nilda Garré para enfrentar ese problema crucial ilumina la tolerancia anterior, pero esa connivencia, que debe ser explicada a la par de la denuncia , no descalifica en absoluto otro intento de poner fin a esas oscuras prácticas policiales.

Hacer una sociedad más segura es una tarea en la que no debieran entrar las especulaciones políticas . Es una responsabilidad del Estado. Sería hora de asumirla sin excusas de oficialistas y opositores.