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Silvia Pérez: "No me arrepiento de mi pasado"

*Por Silvina Lamazares. Fue Miss Siete Días, fue Miss Argentina, fue modelo, fue "chica Olmedo", pintaba para arquitecta, pero se bajó del proyecto. Se formó entonces como actriz y tuvo la chance del reconocimiento.

Atrás habían quedado sus títulos de Miss Siete Días y Miss Argentina , su andar por las pasarelas, sus tiempos de humor junto a Alberto Olmedo, sus películas picarescas. En medio de una crisis quiso reinventarse, buscarse. Y, entre otros talleres de actuación, encontró la clave en la primera clase del curso de Augusto Fernandes: "Se armó una rueda donde cada uno se presentaba y contaba dónde había estudiado y cuántos años había hecho con tal o cual. Yo era la última y sólo aclaré que ‘No estudié en ningún lado, tengo mi experiencia de haber trabajado y vine acá para ver qué puedo aprender’ . Y él dijo algo muy bueno que a mí me quedó grabado.

‘Bueno, ella viene a ponerle palabras a lo que ya conoce y ha aprendido con un grande como el Negro’ . Eso fue muy liberador para mí y me incentivó mucho". Por esa época, aquella identidad de ‘chica Olmedo’ le empezaba a dar lugar al Silvia Pérez.

Un retato de Sai Baba, aroma a sahumerio, un té, un espacio chico, lo suficiente como para dos sillas. Ella entrega la más cómoda. Sobre la otra, en la intimidad de su camarín del Tabarís -donde protagoniza 8 mujeres , la obra de José María Muscari que va de miércoles a domingo-, va y viene en el tiempo, sin maquillar aquellas postales propias que algunas actrices habrían retocado. "No me arrepiento de mi pasado. Me enorgullece. Hoy me fascina el camino por el que voy, tal vez de mayor reconocimiento, pero aquel otro fue necesario para llegar hasta aquí", interpreta, amparada por esa espiritualidad que empezó a transitar en el ‘93, en el primero de sus 12 viajes a la India.

Bonita, serena, con una picardía que la enciende, recuerda que la primera vez que viajó, motivada por el libro que le prestó una amiga ( Sai Baba y el psiquiatra ), no le fue tan bien como en las siguientes. Y cuenta sin pudores que "decidí ir porque entendí que había un avatar en la Tierra... un avatar es la manifestación de la divinidad en un cuerpo. Armé un bolsito y partí. Fui a su comunidad y logré entrar. Eramos miles y miles de personas. Yo fui a verlo y él ni me miró. Fue como un cachetazo y, también, mi gran aprendizaje. Mucho más adelante, en uno de mis libros escribí, con humor, claro, que ‘nunca registró que estaba Silvia Pérez’ . Por eso siempre digo que es muy fácil ser humilde cuando sos reconocido".

En las siguientes travesías por ese mítico rincón del planeta no sólo llegó al mano a mano con él, sino que montó allí una obra y se inspiró para armar su espectáculo de Cuentos de la India , que reestrenará en la Feria del Libro Infantil, donde relata, baila e invita a la fantasía.

Con una hija de 33 años -hija también de Santiago Bal- y el paso del tiempo asumido, reconoce que cuando echa la vista atrás se decubre en esa nena, "hija de padre judío, criada con religión judía, que a los 9 años decía que no tenía religión y que lo único que había que hacer era creer en Dios. No sé de dónde lo había sacado, pero eso quedó en mí. También me veo parecida en lo artístico, porque de chiquita dibujaba, hacía libros de cuentos y esculpía tizas con un alfilercito, todo muy espontáneamente. Ah, también, con los papelitos de los alfajores armaba bailarinas clásicas con tutú y todo".

De su infancia en Villa del Parque recuerda sus juegos de calle -"mucho elástico, payana y poliladron"- la muñeca que pidió y nunca usó "y esa energía masculina que tenía, que era muy fuerte. De hecho, siempre me fue más fácil ser amiga de los varones". Luego "nos mudamos a Belgrano, donde estuve hasta los 20, cuando me fui a vivir con Santiago". Ya estudiaba traductorado de inglés y Arquitectura.

Pero antes de eso, en una playa frente al mar, con su silueta de 17 años envuelta en "una bikini chiquita", un fotógrafo le pidió permiso a su madre para sacarles fotos a ella y a una de sus dos hermanas, pero sólo Silvia quedó como finalista. En el ‘74 fue Miss Siete Días y al tiempo, Miss Argentina : "Eso conmocionó a mi familia, porque rompía con muchas estructuras. Ellos no estaban muy de acuerdo con lo que estaba haciendo, porque de ahí en más empecé a trabajar como modelo.Me daba alegría verme en las tapas de la revistas, aunque en casa había mucha controversia".

¿Compraban alguna revista o no? Sí, pero nunca hubo un reconocimiento a mi profesión. Cada tanto condenaban mi elección, porque terminé abandonando la facultad. De hecho no sé si sostuve Arquitectura hasta tercero por decisión mía o por cumplir con el mandato.

Un desfile le abrió las puertas de la televisión, "porque (Jorge) Basurto me dijo que necesitaba una chica linda para su programa y así empecé en Frac, humor para la noche . Cuando pisé el estudio de Canal 13 supe que iba a ser actriz". Con el tiempo llegaron el cine y Alberto Olmedo, ese referente tan querido "del que aprendí el oficio. Era genial compartir un escenario con él. Me hacía sentir artista. Aunque sólo fueron tres años, esa época signó mi vida artística. Por eso, después de su muerte, la luché mucho y la pasé muy mal, porque creía que lo mío era circunstancial y me sentía prejuzgada. Así que, después de una profunda crisis, estudié con Carlos Gandolfo, Augusto Fernades, Julio Chávez, con Alberto Ure. Y creo que el paso adelante lo di gestando un proyecto de teatro, en la sala Gandhi, El último pasaje . A partir de ahí, casual o causalmente, empezaron a aparecerme varias propuestas".

Hasta que en 2006, la directora Anahí Berneri la eligió para que protagonizara Encarnación , la película que en 2007 ganó en San Sebastián el Fipresci -premio que entrega la Asociación de Críticos Internacionales- y que en su currículum convive con El telo y la tele , El manosanta está cargado y La discoteca del amor , entre otros títulos. "La clave de esta vida está en conocerse profundamente y para eso hay que asumir todo lo que uno hizo. Si no, no podés encontrarte nunca", palabra de una mujer bonita que supo buscarse.