Siempre Malvinas, nunca Galtieri
*Por Julio Blanck. La recomendación hecha ayer por Estados Unidos a la Argentina y Gran Bretaña para que entablen un diálogo directo sobre Malvinas, es un logro de la estrategia diplomática del gobierno de Cristina Kirchner.
En verdad, el Departamento de Estado que conduce Hillary Clinton no hizo más que reiterar lo que las Naciones Unidas vienen diciendo –y la Argentina reclamando– desde hace casi cinco décadas. El logro argentino es que Washington lo diga ahora , cuando crece la tensión por la exitosa escalada de instalación de Malvinas en la agenda internacional.
Es una movida que la propia Presidenta había iniciado el 21 de septiembre pasado, al hablar ante la Asamblea General de la ONU.
Igual, la postura norteamericana no deja desairado al gobierno de David Cameron, en tanto evita pronunciarse sobre la cuestión de la soberanía , que es el nudo de este conflicto, y reconoce de hecho a la administración de los británicos en las islas que son nuestras.
Los robustos intereses petroleros y de pesca son, como siempre, el telón de fondo de la disputa diplomática. Pero también se mezclan las urgencias internas de los gobiernos.
Cameron, acosado por necesidades domésticas derivadas de la crisis europea, ha tomado Malvinas como bandera, igual que hizo en su momento Margaret Thatcher. Prometió jamás negociar la soberanía a menos que lo pidan los kelpers y bordeó el absurdo al acusar a la Argentina de colonialista, cuando la usurpación colonial es justamente lo que define la actitud británica en esta cuestión.
Cristina, en tanto, tiene por delante un año que amenaza configurarse bajo el signo del ajuste fiscal, tarifario y salarial.
Según la lógica política y el estilo de nuestra Presidenta, la escalada debería desembocar en algún hecho resonante cerca del 2 de abril, cuando se cumplan 30 años de la guerra por las islas que lanzó la dictadura militar, en un intento desesperado por legitimarse.
La Argentina tiene la razón y el derecho de su lado. Lo único que jamás debería hacer es actuar de un modo tal que pueda hacer recordar a Leopoldo Fortunato Galtieri.
Es una movida que la propia Presidenta había iniciado el 21 de septiembre pasado, al hablar ante la Asamblea General de la ONU.
Igual, la postura norteamericana no deja desairado al gobierno de David Cameron, en tanto evita pronunciarse sobre la cuestión de la soberanía , que es el nudo de este conflicto, y reconoce de hecho a la administración de los británicos en las islas que son nuestras.
Los robustos intereses petroleros y de pesca son, como siempre, el telón de fondo de la disputa diplomática. Pero también se mezclan las urgencias internas de los gobiernos.
Cameron, acosado por necesidades domésticas derivadas de la crisis europea, ha tomado Malvinas como bandera, igual que hizo en su momento Margaret Thatcher. Prometió jamás negociar la soberanía a menos que lo pidan los kelpers y bordeó el absurdo al acusar a la Argentina de colonialista, cuando la usurpación colonial es justamente lo que define la actitud británica en esta cuestión.
Cristina, en tanto, tiene por delante un año que amenaza configurarse bajo el signo del ajuste fiscal, tarifario y salarial.
Según la lógica política y el estilo de nuestra Presidenta, la escalada debería desembocar en algún hecho resonante cerca del 2 de abril, cuando se cumplan 30 años de la guerra por las islas que lanzó la dictadura militar, en un intento desesperado por legitimarse.
La Argentina tiene la razón y el derecho de su lado. Lo único que jamás debería hacer es actuar de un modo tal que pueda hacer recordar a Leopoldo Fortunato Galtieri.