"Si Steve Jobs hubiera sido africano..."
Por Francis Pisani* La innovación ya no es lo que era. Ya no está limitada a los mismos sitios, ni a los mismos grupos sociales, ni a los mismos tipos de personalidades.
A medida que crece, que más gente participa en ella aquí y allá, deja de ser del dominio exclusivo de ingenieros geniales bajo el auspicio de hombres de negocios . Uno de los descubrimientos más fascinantes de las etapas africanas de mi viaje es que los empresarios a menudo son activistas, cuando no al revés.
Es difícil encontrar un empresario de corte a priori más tradicional que el tunecino Heykel Djerbi, de 37 años. De familia acomodada, Djerbi primero dirigió una empresa industrial de piezas de repuesto para automóviles, que luego colocó en la bolsa de valores antes de venderla. Ahora acaba de embarcarse en la producción de aceite de oliva en el sur del país (donde lo industrializa).
Pero Haykel no podía ignorar la revolución. Participó en ella con sus amigos, con sus tweets .
Sorprendidos por la repentina partida de Ben Ali la noche del 14 de enero, pronto llegaron a la conclusión de que, a falta de haber tenido oportunidad de florecer durante la dictadura sería imprescindible crear las condiciones de un buen periodismo el país.
Decidieron entonces crear la Asociación Tunecina de Libertad Digital (ATLN.info). Se trata de una plataforma abierta para sitios de informaciónsobre la cual se encuentran en marcha diversos proyectos: desde Yessi.info en dónde puede denunciarse la violencia policial hasta Ch9alek.org, "cazador de rumores" o Fihmt.com, "un medio al servicio de los ciudadanos". En Ghana, por otra parte, un empresario de 29 años, Bright Simmons, me dio los elementos que permiten entender la convergencia cada vez más creciente entre activistas y empresarios.
Con Mpedigree.org, Bright innova en un ámbito que podría llegar a salvar miles de vidas : detecta medicamentos falsos gracias a los SMS enviados directamente por los compradores a una base de datos que se mantiene rigurosamente al día. Estima que en su país, el 60% de los medicamentos a la venta son o placebos o veneno, un fenómeno muy común en África . Se trata de una empresa sin fines de lucro basada en un modelo económico sencillo: tomar entre el 0.5% y el 1% del precio de cada caja de medicamentos.
Los laboratorios están encantados de poder participar en un sistema que evite la falsificación.
Lanzar en Africa un proyecto de tal naturaleza toma demasiado tiempo. De hecho, agrega Simmons, "es necesario crear todo un ecosistema que allane el terreno donde una innovación florezca".
En su caso, por ejemplo, tuvo que luchar para obtener un mismo y único código de acceso para todos los operadores de Ghana y el resto del continente. Los laboratorios farmacéuticos han aceptado revisar todas sus cajas y añadir su código oculto bajo una superficie que, al rasparse, el consumidor puede enviar por SMS a fin de verificar si se trata o no de una falsificación. La mayoría de las veces, infraestructura y valor (capital) son insuficientes.
Esta limitación explica por qué África requiere de emprendedores sociales para innovar . "La gente detrás de Mpedigree fue activista. Está en el ADN de nuestra compañía", explica, antes de aventurar: "Si Steve Jobs hubiera sido africano habría sido emprendedor social".