"Sí, quería matar al racista de mi jefe"
*Por Carlos Torrengo. La Guerra de Malvinas tiene una centralidad en la historia argentina que lentamente se va develando en sus generalidades y puntualidades...
... como el caso del racismo que ejercieron los mandos militares con soldados judíos. Un testimonio de ese proceso.
En dos libros -"Operación Israel", sobre la compra de armas que hizo la dictadura a ese país, y "Los rabinos de Malvinas", con sólidos argumentos Hernán Dobry denuncia todo el racismo que los militares argentinos sentían sobre los judíos. En el último, usted emerge con una experiencia brutal como víctima de ese racismo. ¿Qué fue Malvinas en esa política racista?
- Más violencia en el tratamiento de la que ya veníamos recibiendo los soldados judíos que, para el caso del Regimiento 3 de Infantería, éramos un grupo grande. Todo en un marco de guerra donde se daba por sobreentendido que católicos, judíos o lo que sea, en tanto argentinos, estábamos defendiendo a la patria... Bueno, nosotros los judíos no éramos patria. Seguíamos siendo los "asesinos de Cristo". Cuando me decían eso, yo desde la ironía los convencía de que aparte de ser judío era romano. Entonces me sentía un ser milenario... Me cagaba de risa; para mis adentros, claro.
- ¿A modo de qué fungía la acusación de asesinar a Cristo?
- En alguna medida era la síntesis de nuestra "culpa" como judíos. Siempre el discurso del racismo con que nos trataban oficiales y suboficiales se justificaba en esa "culpa". Todo venía mezclado con otros condimentos (aquí me traiciona mi profesión de cocinero), pero siempre éramos "judíos de mierda", "miserables", "cobardes"... éramos la peste.
- ¿Cómo se instalaba en usted eso de "judío de mierda"?
- Y... era una descalificación que bien podía asumirse como amenaza. Me pasó, por ejemplo, de estar charlando con otros dos soldados judíos y venir un jefe y decirnos: "Aquí hacen falta tres cruces para comenzar a vengarnos". O sea, tres cruces para crucificarnos.
- ¿Sentía miedo?
- Con independencia del miedo que pude sentir en algún momento, sentí pánico. Las miradas con que acompañaban sus insultos, sus agresiones.... eso me marcó mucho. Yo era un pibe de 19 años. Esas miradas me enseñaron a perseguirme. Y... era la dictadura. Y en el 81/ 82 ya se sabía que había cientos de judíos asesinados por la dictadura. Además meloneaban constantemente al resto de los soldados diciéndoles que los judíos "trajeron el terrorismo a la patria". Pero en relación a lo de "judío de mierda", yo venía... no sé... fortalecido por una reflexión de mi abuelo, que aquí sufrió el "ruso de mierda" con que lo solían tratar en la zapatería donde trabajaba, a lo que él respondía: "yo no soy de mierda, soy ruso de Rusia". Bueno, a mí me decían "judío de mierda" pero aunque tuviera que callar por lo opresivo del sistema Ejército, yo lo tenía en claro: "no soy judío de mierda, soy argentino de Argentina". Mire, el Ejército que yo viví y con el cual fui al combate por la patria, era desde lo formativo-cultural, puro racismo. Generaciones de oficiales y suboficiales confundiendo patria con religión.
- Impresiona en el libro que un hombre reflexivo, con sólida formación, el brigadier Bloomer Reeve diga que el judío "no tiene espíritu de patria", razón por la cual "no hay muchos en la Fuerzas Armadas"; en los cuadros profesionales, claro. ¿Qué reflexión le genera esto?
- Que esa no es la razón. La razón es el prejuicio, el racismo, el catolicismo dogmático en el que han sido formados nuestros militares. ¿De dónde sale que un judío argentino no quiera a su patria, busque su grandeza, luche por ella? Yo todos los días trabajo por mi familia que también trabaja por Argentina. Viajo al Gran Buenos Aires, cocino en escuelas para cientos de chicos, vivo las vicisitudes de esos chicos, sus docentes... sus alegrías, sus pesares... ¿Quién mierda me puede negar a mí no tener lealtad con mi patria? En el libro, entre muchos ejemplos de lo que estamos hablando, está el caso del soldado judío Marcelo Eddi, del 1 de Infantería, de una sección de morteros. Cuando iban a cruzar a las islas, lo dejan de lado. Un teniente le dice: "Voy a llevar todos soldados criollos", y se genera un diálogo tenso con Eddi, que medio le toma el pelo al teniente. Pero Eddi se las rebuscó y cruzó igual, ya que a último momento le cambió el lugar a un "criollo" que tenía un cagazo inmenso.
- Del libro surge que la desvalorización del soldado judío en relación a un mentado "soldado criollo", fue en Malvinas una constante en boca de oficiales y suboficiales. En la práctica, ¿cómo se expresaba esa desvalorización?
- No, ese proceso no queda reducido a Malvinas. Mire: cuando voy a las islas yo ya venía de un año de ser blanco del racismo del ejercito. El día que nos incorporaron, o sea un año antes de la guerra, nos hicieron llenar una planilla con una serie de preguntas. De lo que me acuerdo: qué pensábamos del gobierno nacional -la dictadura, claro-, a qué religión pertenecíamos, etc. Uno pensaba que era mero formalismo, pero cuando ponía "judío"...
- ...ya no era formalismo.
- Era el comienzo del fin, por decirlo de alguna manera.
- ¿Cómo era ese comienzo del fin?
- Un ejemplo dentro de muchos: limpiar los baños. Para un oficial, un suboficial, era una tarea denigrante, humillante, apropiada para los judíos. No para mí, que vengo de familia humilde, de trabajo compartido, de todos para todos. En el playón del regimiento, a los "rusitos" se nos apartaba y la orden de "los rusitos a bailar"... ya se sabe lo que era el baile en la colimba...
- El asesinato del soldado Carrasco es el paradigma del baile.
- Así es... y bueno, los "rusitos" o sea los "judíos de mierda", a bailar y bailar ante el resto, que oficiaba de público. En Malvinas también los "rusitos" bailamos y bailamos.
- Ya en el regimiento, ya en las islas, de cara a todo el prejuicio de que ustedes eran blanco por parte de los mandos, ¿cuál era la conducta del resto de los soldados?
- Tengo que reconocer que en su gran mayoría -un 80% digamos- era de indignación por el trato que nos daban. Siempre había, claro, quienes creían lo que les decían de nosotros.
- ¿Sigue con la idea de matar al subteniente Eduardo Sergio Flores Ardoino, su jefe más inmediato en Malvinas? El libro de Hernán Dobry dice que estuvo a punto de matarlo.
- No hoy. Sí en las islas y yo no era el único que andaba con eso en la cabeza... siempre decíamos que la primera bala sería para él. Era un nazi, hasta en su pinta, sus gestos. En lo que decía... siempre engominado, gritando, insultando, rebajando a la gente. A mí me persiguió y persiguió. Me tiraba la comida dentro de la mierda y yo la tenía que rescatar ahí. Sentía satisfacción por todo lo que nos decía.
- Dice un muy talentoso psiquiatra argentino -José Milmaniene -que con el uniforme puesto, los nazis emblematizan en sus correajes, botas, armas, su omnipotencia pulsional frente a seres -usted por caso- que expresan lo humano, con sus más y sus menos.
- Bueno, eso era este cobarde Ardoino.
- ¿Cobarde?
- Sí, cobarde. Desapareció de las posiciones cuando ya se venía el combate final por Puerto Argentino. Huyó.
- Tras el libro de Dobry, lo busqué para entrevistarlo. No lo encuentro.
- Sí, por ese motivo hay varios que lo están buscando, pero nada. Dicen que trabaja en una agencia de turismo.
- ¿Usted lo volvió a ver?
- Sí, meses después de Malvinas, ya de baja. Yo iba en un colectivo y él estaba en la vereda. Se me vino toda la historia encima. Sí, en Malvinas quería matar al racista de mi jefe. Un día él se dio cuenta. Yo tenía un fusil a mi alcance. Y entonces redobló sus agresiones. Me pegaba... me gritaba "cagón", "cobarde". ¿No ve que no me puede disparar?". Lo cuento en el libro. Yo no podía mover los dedos de lo congelado que los tenía.
- ¿En algún momento usted le preguntó por qué lo maltrataba? La búsqueda de una explicación por encima de la causa que usted conocía.
- Sí, le pregunté qué obtenía con ese trato y su respuesta fue: "Váyase de acá, judío de mierda". Él siempre tenía amenazas para conmigo. "No me haga arrepentir que usted esté vivo"... o decirles a mis compañeros: "Tengan cuidado, si le dan la espalda a ese judío de mierda es capaz de pegarles un tiro".
- El Tres de Infantería estaba comandado por el teniente general Comini, que llegó a general. Él reconoce que las condiciones en que lucharon fueron terribles desde el punto de vista de la comida. ¿Usted lo vio en las posiciones que ocupaba la unidad?
- Jamás. Sí lo vi, tras la guerra, en un aniversario. Él no podía ignorar cómo nos trataba el subteniente Ardoino. No podía ignorar que en su unidad y a modo de castigo se estaqueaba soldados. O se les ponía una granada en la boca para asustarlos. Cosas de las cuales no sólo fueron blanco los soldados judíos. Cosas que hacían los oficiales y suboficiales en grupos que yo llamo "combos", y sólo para divertirse...
- Los rabinos que llegan para asistir a los soldados judíos, quedan en la Patagonia, no cruzan a las islas. Sí cruzan varios curas católicos, capellanes, etc. ¿Hablan con los soldados judíos estos sacerdotes?
- ¡Jamás! Es más, mientras ellos daban misa en las posiciones del regimiento, o sea mientras los católicos tenían su palabra de fe, bueno... a metros de ellos, a los "rusitos" nos metían baile y más baile.
En dos libros -"Operación Israel", sobre la compra de armas que hizo la dictadura a ese país, y "Los rabinos de Malvinas", con sólidos argumentos Hernán Dobry denuncia todo el racismo que los militares argentinos sentían sobre los judíos. En el último, usted emerge con una experiencia brutal como víctima de ese racismo. ¿Qué fue Malvinas en esa política racista?
- Más violencia en el tratamiento de la que ya veníamos recibiendo los soldados judíos que, para el caso del Regimiento 3 de Infantería, éramos un grupo grande. Todo en un marco de guerra donde se daba por sobreentendido que católicos, judíos o lo que sea, en tanto argentinos, estábamos defendiendo a la patria... Bueno, nosotros los judíos no éramos patria. Seguíamos siendo los "asesinos de Cristo". Cuando me decían eso, yo desde la ironía los convencía de que aparte de ser judío era romano. Entonces me sentía un ser milenario... Me cagaba de risa; para mis adentros, claro.
- ¿A modo de qué fungía la acusación de asesinar a Cristo?
- En alguna medida era la síntesis de nuestra "culpa" como judíos. Siempre el discurso del racismo con que nos trataban oficiales y suboficiales se justificaba en esa "culpa". Todo venía mezclado con otros condimentos (aquí me traiciona mi profesión de cocinero), pero siempre éramos "judíos de mierda", "miserables", "cobardes"... éramos la peste.
- ¿Cómo se instalaba en usted eso de "judío de mierda"?
- Y... era una descalificación que bien podía asumirse como amenaza. Me pasó, por ejemplo, de estar charlando con otros dos soldados judíos y venir un jefe y decirnos: "Aquí hacen falta tres cruces para comenzar a vengarnos". O sea, tres cruces para crucificarnos.
- ¿Sentía miedo?
- Con independencia del miedo que pude sentir en algún momento, sentí pánico. Las miradas con que acompañaban sus insultos, sus agresiones.... eso me marcó mucho. Yo era un pibe de 19 años. Esas miradas me enseñaron a perseguirme. Y... era la dictadura. Y en el 81/ 82 ya se sabía que había cientos de judíos asesinados por la dictadura. Además meloneaban constantemente al resto de los soldados diciéndoles que los judíos "trajeron el terrorismo a la patria". Pero en relación a lo de "judío de mierda", yo venía... no sé... fortalecido por una reflexión de mi abuelo, que aquí sufrió el "ruso de mierda" con que lo solían tratar en la zapatería donde trabajaba, a lo que él respondía: "yo no soy de mierda, soy ruso de Rusia". Bueno, a mí me decían "judío de mierda" pero aunque tuviera que callar por lo opresivo del sistema Ejército, yo lo tenía en claro: "no soy judío de mierda, soy argentino de Argentina". Mire, el Ejército que yo viví y con el cual fui al combate por la patria, era desde lo formativo-cultural, puro racismo. Generaciones de oficiales y suboficiales confundiendo patria con religión.
- Impresiona en el libro que un hombre reflexivo, con sólida formación, el brigadier Bloomer Reeve diga que el judío "no tiene espíritu de patria", razón por la cual "no hay muchos en la Fuerzas Armadas"; en los cuadros profesionales, claro. ¿Qué reflexión le genera esto?
- Que esa no es la razón. La razón es el prejuicio, el racismo, el catolicismo dogmático en el que han sido formados nuestros militares. ¿De dónde sale que un judío argentino no quiera a su patria, busque su grandeza, luche por ella? Yo todos los días trabajo por mi familia que también trabaja por Argentina. Viajo al Gran Buenos Aires, cocino en escuelas para cientos de chicos, vivo las vicisitudes de esos chicos, sus docentes... sus alegrías, sus pesares... ¿Quién mierda me puede negar a mí no tener lealtad con mi patria? En el libro, entre muchos ejemplos de lo que estamos hablando, está el caso del soldado judío Marcelo Eddi, del 1 de Infantería, de una sección de morteros. Cuando iban a cruzar a las islas, lo dejan de lado. Un teniente le dice: "Voy a llevar todos soldados criollos", y se genera un diálogo tenso con Eddi, que medio le toma el pelo al teniente. Pero Eddi se las rebuscó y cruzó igual, ya que a último momento le cambió el lugar a un "criollo" que tenía un cagazo inmenso.
- Del libro surge que la desvalorización del soldado judío en relación a un mentado "soldado criollo", fue en Malvinas una constante en boca de oficiales y suboficiales. En la práctica, ¿cómo se expresaba esa desvalorización?
- No, ese proceso no queda reducido a Malvinas. Mire: cuando voy a las islas yo ya venía de un año de ser blanco del racismo del ejercito. El día que nos incorporaron, o sea un año antes de la guerra, nos hicieron llenar una planilla con una serie de preguntas. De lo que me acuerdo: qué pensábamos del gobierno nacional -la dictadura, claro-, a qué religión pertenecíamos, etc. Uno pensaba que era mero formalismo, pero cuando ponía "judío"...
- ...ya no era formalismo.
- Era el comienzo del fin, por decirlo de alguna manera.
- ¿Cómo era ese comienzo del fin?
- Un ejemplo dentro de muchos: limpiar los baños. Para un oficial, un suboficial, era una tarea denigrante, humillante, apropiada para los judíos. No para mí, que vengo de familia humilde, de trabajo compartido, de todos para todos. En el playón del regimiento, a los "rusitos" se nos apartaba y la orden de "los rusitos a bailar"... ya se sabe lo que era el baile en la colimba...
- El asesinato del soldado Carrasco es el paradigma del baile.
- Así es... y bueno, los "rusitos" o sea los "judíos de mierda", a bailar y bailar ante el resto, que oficiaba de público. En Malvinas también los "rusitos" bailamos y bailamos.
- Ya en el regimiento, ya en las islas, de cara a todo el prejuicio de que ustedes eran blanco por parte de los mandos, ¿cuál era la conducta del resto de los soldados?
- Tengo que reconocer que en su gran mayoría -un 80% digamos- era de indignación por el trato que nos daban. Siempre había, claro, quienes creían lo que les decían de nosotros.
- ¿Sigue con la idea de matar al subteniente Eduardo Sergio Flores Ardoino, su jefe más inmediato en Malvinas? El libro de Hernán Dobry dice que estuvo a punto de matarlo.
- No hoy. Sí en las islas y yo no era el único que andaba con eso en la cabeza... siempre decíamos que la primera bala sería para él. Era un nazi, hasta en su pinta, sus gestos. En lo que decía... siempre engominado, gritando, insultando, rebajando a la gente. A mí me persiguió y persiguió. Me tiraba la comida dentro de la mierda y yo la tenía que rescatar ahí. Sentía satisfacción por todo lo que nos decía.
- Dice un muy talentoso psiquiatra argentino -José Milmaniene -que con el uniforme puesto, los nazis emblematizan en sus correajes, botas, armas, su omnipotencia pulsional frente a seres -usted por caso- que expresan lo humano, con sus más y sus menos.
- Bueno, eso era este cobarde Ardoino.
- ¿Cobarde?
- Sí, cobarde. Desapareció de las posiciones cuando ya se venía el combate final por Puerto Argentino. Huyó.
- Tras el libro de Dobry, lo busqué para entrevistarlo. No lo encuentro.
- Sí, por ese motivo hay varios que lo están buscando, pero nada. Dicen que trabaja en una agencia de turismo.
- ¿Usted lo volvió a ver?
- Sí, meses después de Malvinas, ya de baja. Yo iba en un colectivo y él estaba en la vereda. Se me vino toda la historia encima. Sí, en Malvinas quería matar al racista de mi jefe. Un día él se dio cuenta. Yo tenía un fusil a mi alcance. Y entonces redobló sus agresiones. Me pegaba... me gritaba "cagón", "cobarde". ¿No ve que no me puede disparar?". Lo cuento en el libro. Yo no podía mover los dedos de lo congelado que los tenía.
- ¿En algún momento usted le preguntó por qué lo maltrataba? La búsqueda de una explicación por encima de la causa que usted conocía.
- Sí, le pregunté qué obtenía con ese trato y su respuesta fue: "Váyase de acá, judío de mierda". Él siempre tenía amenazas para conmigo. "No me haga arrepentir que usted esté vivo"... o decirles a mis compañeros: "Tengan cuidado, si le dan la espalda a ese judío de mierda es capaz de pegarles un tiro".
- El Tres de Infantería estaba comandado por el teniente general Comini, que llegó a general. Él reconoce que las condiciones en que lucharon fueron terribles desde el punto de vista de la comida. ¿Usted lo vio en las posiciones que ocupaba la unidad?
- Jamás. Sí lo vi, tras la guerra, en un aniversario. Él no podía ignorar cómo nos trataba el subteniente Ardoino. No podía ignorar que en su unidad y a modo de castigo se estaqueaba soldados. O se les ponía una granada en la boca para asustarlos. Cosas de las cuales no sólo fueron blanco los soldados judíos. Cosas que hacían los oficiales y suboficiales en grupos que yo llamo "combos", y sólo para divertirse...
- Los rabinos que llegan para asistir a los soldados judíos, quedan en la Patagonia, no cruzan a las islas. Sí cruzan varios curas católicos, capellanes, etc. ¿Hablan con los soldados judíos estos sacerdotes?
- ¡Jamás! Es más, mientras ellos daban misa en las posiciones del regimiento, o sea mientras los católicos tenían su palabra de fe, bueno... a metros de ellos, a los "rusitos" nos metían baile y más baile.