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Si me tienen que operar: ¡nadie se atreva a sacarme las calzas!

La vida de una mujer con respecto a la moda, es una larga carrera de obstáculos, contratiempos, contramarchas y torturas.

Por Cristina Wargon

@CWargon

Cuando aprendimos a desplazarnos en borceguíes, llegaron los tacos agujas, de allí hubo que saltar a las chatitas, remontarse después a las plataformas y así, hasta que el coraje diera. Inútil es que los expertos pronostiquen lordosis, esguinces, quebraduras y piernas ortopédicas. Allá vamos todas en ese carrusel loco hasta que alguna, en edad de la sensatez se enamora de las zapatillas y se baja para siempre de esa carrera impía.

Iguales torturas ocurren con el pelo. Mi generación se lo encrespó con  ruleros, se lo  estiró con "tocas", y como desgreñadas precursoras  lo  planchábamos con la Atma y un papel!  Hasta que un día también descubrimos el encanto y la comodidad de los rulos. Y la maravilla de lavarse el pelo y dejar que Dios se hiciera cargo del peinado.

Con la ropa ocurrió otro tanto, después de padecer  las faldas campana plato con un "cinturete" y los talle princesa, llegó el alivio en forma de jean ( por ese entonces " vaqueros")  y todo comenzó a ser maravilloso .Cuando apareció el jean y lo adopté lo quería usar hasta para casarme. No hubo ni habrá prenda más maravillosa.

Acompaña bien una remera  y hasta me siento de alto glamour cuando  me los pongo con el gato tres cuartos  ( ex tapado de leopardo que me llegó en herencia de la tia Nena pero como la tia era tan chiquitita a mi me queda corto por donde se lo mire) ¡ Y a no joder los ecologistas que ese bicho estaba muerto antes de que yo naciera.

Sin embargo, cuando pensé que iba a ser enterrada con un jean... me regalaron ¡calzas!. Y allí señores, entré al Paraíso.

Según se sabe hay pocas verdades que una quiera oír, y  hay algo que siempre te dice la verdad: el botón del jean, Puede mentirte tu madre, "deben" mentirte tus hombres, ni que hablar de los hijos, pero, impertérrito, incorruptible, el jean siempre es verdadero. Basta una galletita de más  para que los rollos de los costados comiencen a leudar y si vamos contra su advertencia, conseguiremos convertir la panza en papada, pero jamás  hacerla desaparecer. En cambio las calzas son suaves y mentirosas, parecen decir: siempre estás igual y si no, yo  tiernamente te acomodo el rollo para que no te sobresalga como un buche. Es una prenda dulce, engañosa, gauchita, barata  y llena de fantasías. En cuanto una se las pone piensa que echará a correr para aprovechar ese costado gimnástico que sugiere... Sólo piensa, porque mover el trasero es otra cosa... Eso lo haremos, seguro, algún otro día.

¿Si queda elegante o no? Perdonen ustedes pero a mi edad, es elegante todo lo que  me queda cómodo. ¿Si no es demasiado juvenil para una señora que peina canas?. Vuelvo a contestar: cualquier prenda que me pueda poner sin esfuerzo y con alegría, "es" para mi edad! Me encanta también saber que las calzas provienen de America, que recién después del descubrimiento llegaron a Europa. Comenzaron siendo  de  estricto uso varonil,  indicaban origen noble si eran color bermellón y siempre sugerían el tamaño... de la nobleza. Me pone contenta, saber que, de vuelta en America, me las pongo color negro (que indican  Abasto) y me siento feliz cualquier helada mañana de Buenos Aires!