Si Isabel volviera, sería montonera
* Por Ricardo Roa. Como quien hace un chiste, Aníbal Fernández rebautizó a Moyano. Lo llamó Augusto Timoteo. Augusto Timoteo era Vandor, líder histórico de la UOM, el mismo gremio que hoy conduce Caló, jefe de la CGT oficialista.
Nota extraída del diario Clarín
Vandor era la cabeza de un peronismo sin Perón. En el 69 fue asesinado por un grupo guerrillero que nunca se identificó. Y de allí salió la consigna que Montoneros y la JP levantaron en los 70: “Rucci, traidor, a vos te va a pasar lo que le pasó a Vandor”. Rucci, también de la UOM, fue asesinado por Montoneros.
Vandor es el símbolo de una traición que ocurrió hace 50 años: la de Fernández con Moyano es una chicana anacrónica. ¿A quién está traicionando supuestamente Moyano? Obvio, a Cristina. Luego, Cristina es Perón. Aníbal, el que acompañó al neoliberal Menem, la mano dura Ruckauf y al Padrino Duhalde no puede dejar de ser Fernández: alcahuetería en su máxima expresión.
Pero volver al pasado sin escalas es, al fin, la especialidad de Cristina. Siempre con la misma pretensión: encontrar legitimidad moral y política en la resistencia a la dictadura. En el discurso del martes fue aún más atrás. Evocó el Cordobazo y el sindicalismo combativo que encarnaba el metalúrgico Piccinini.
Claramente, buscó contrastar figuras de esa época con las de Moyano y otros dirigentes que convocaron al paro.
Una remake de combativos versus burócratas. Y, a la vez, una muestra de varias cosas. La primera es que pasó por alto que la CTA combativa de Micheli y otros sindicalistas de izquierda estuvieron entre los organizadores de la huelga.
Otra contradicción fue exaltar a gremialistas duros de los 60 cuando ella misma convive y se apoya hoy en dirigentes que representan todo lo contrario. El principal es Caló, continuador del mandato de Lorenzo Miguel, el jefe de la UOM contra el que peleaba Piccinini.
Aníbal desempolvó la consigna Vandor-traidor y al mismo tiempo Cristina otra herencia setentista: el profundo desprecio por el sindicalismo peronista.
¿Cómo van a digerir Caló y la UOM semejante sapo? El metalúrgico se había encogido como un elástico: desapareció, a la búsqueda de una explicación para salir del paso. La encontró bien a la noche y acusó a Fernández de cometer un “exabrupto”.
Cristina habla cada vez para menos gente. Ya no como Presidenta ni como jefa del peronismo. Sólo como líder de La Cámpora. Hace cosas noventistas, como la ley de ART, pero se aferra a la ideología de los 70. Ve todo en blanco y negro y desde una supuesta superioridad ética e intelectual.
Escucha lo que quiere escuchar y sólo quiere escuchar lo que ella dice.
Pretende ser lo que no fue: habla de alguien que no es ella. Si inventa el presente ¿por qué no puede reinventar el pasado? El punto es si finge o se la cree: no es una diferencia sutil. Los 70 fueron una tragedia. Y resucitarlos es no haber aprendido nada de la historia.
Vandor era la cabeza de un peronismo sin Perón. En el 69 fue asesinado por un grupo guerrillero que nunca se identificó. Y de allí salió la consigna que Montoneros y la JP levantaron en los 70: “Rucci, traidor, a vos te va a pasar lo que le pasó a Vandor”. Rucci, también de la UOM, fue asesinado por Montoneros.
Vandor es el símbolo de una traición que ocurrió hace 50 años: la de Fernández con Moyano es una chicana anacrónica. ¿A quién está traicionando supuestamente Moyano? Obvio, a Cristina. Luego, Cristina es Perón. Aníbal, el que acompañó al neoliberal Menem, la mano dura Ruckauf y al Padrino Duhalde no puede dejar de ser Fernández: alcahuetería en su máxima expresión.
Pero volver al pasado sin escalas es, al fin, la especialidad de Cristina. Siempre con la misma pretensión: encontrar legitimidad moral y política en la resistencia a la dictadura. En el discurso del martes fue aún más atrás. Evocó el Cordobazo y el sindicalismo combativo que encarnaba el metalúrgico Piccinini.
Claramente, buscó contrastar figuras de esa época con las de Moyano y otros dirigentes que convocaron al paro.
Una remake de combativos versus burócratas. Y, a la vez, una muestra de varias cosas. La primera es que pasó por alto que la CTA combativa de Micheli y otros sindicalistas de izquierda estuvieron entre los organizadores de la huelga.
Otra contradicción fue exaltar a gremialistas duros de los 60 cuando ella misma convive y se apoya hoy en dirigentes que representan todo lo contrario. El principal es Caló, continuador del mandato de Lorenzo Miguel, el jefe de la UOM contra el que peleaba Piccinini.
Aníbal desempolvó la consigna Vandor-traidor y al mismo tiempo Cristina otra herencia setentista: el profundo desprecio por el sindicalismo peronista.
¿Cómo van a digerir Caló y la UOM semejante sapo? El metalúrgico se había encogido como un elástico: desapareció, a la búsqueda de una explicación para salir del paso. La encontró bien a la noche y acusó a Fernández de cometer un “exabrupto”.
Cristina habla cada vez para menos gente. Ya no como Presidenta ni como jefa del peronismo. Sólo como líder de La Cámpora. Hace cosas noventistas, como la ley de ART, pero se aferra a la ideología de los 70. Ve todo en blanco y negro y desde una supuesta superioridad ética e intelectual.
Escucha lo que quiere escuchar y sólo quiere escuchar lo que ella dice.
Pretende ser lo que no fue: habla de alguien que no es ella. Si inventa el presente ¿por qué no puede reinventar el pasado? El punto es si finge o se la cree: no es una diferencia sutil. Los 70 fueron una tragedia. Y resucitarlos es no haber aprendido nada de la historia.