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Sí a las bicicletas... pero un sí en serio

*Por Jorge Ricardo Ponte, arquitecto. El autor sugiere una serie de modificaciones en las estructuras urbanas para que viajar en bicicletas de modo masivo sea algo más que una expresión de deseos sin correlato en la realidad.

En tiempos electorales a todos los candidatos se les ocurren muy buenas ideas. Es como que se activa la creatividad, ¿no? Los intendentes pintan las bicisendas. Todos hablan de la inconveniencia de circular con tantos autos por la ciudad, etc y muchos otros temas políticamente correctos. Ideales para mostrar lo ecológicos que podamos ser en el discurso pero del dicho al hecho hay mucho trecho?

He sido seducido por el discurso ecológico y, para ser consecuente con él, me compré una linda bicicleta hace un par de meses. Es la primera bicicleta mía desde mi infancia. Las otras que compré fueron para mis hijos cuando eran chicos, cuando eran más grandes, y después tuve que comprarles auto porque la bici ya no era más atractiva.

Así es que, como cuando era niño, ahora sé dónde está el bicicletero del barrio.

Fui a presentarme: "Soy un nuevo ciclista? ¿que recomendaciones me daría?, etc.

Me dio un consejo el buen hombre (y viejo sabio bicicletero): "No lleve cadena porque si la lleva, se va a tentar de dejar la bici con esas cadenas que las cortan como si nada? y a esta bicicleta que es muy linda ¡se la van a robar! Llévela con Ud. como si fuera una valija. Así siempre a la vista suya", me dijo.

Me pareció súper sensato su consejo. Salvo que la primera vez que quise entrar a la sala de espera de una clínica con mi bicicleta me miraron espantados. No tenemos todavía una cultura citadina de la bicicleta. No es que mi bicicleta estuviera sucia o embarrada. Me miraron como diciendo: ¿Cómo se le ocurre querer entrar con una bicicleta? Faltó decirme: ¡A este templo!

No quiero pensar lo que sería pretender entrar a un supermercado, una fiambrería, etc. Obvio, son las mismas personas que luego hablan de las ventajas del ciclismo en el almuerzo familiar y se espantan de lo que cuesta estacionar nuestro auto en el centro.

De lo que se desprende que el primer problema a resolver es dónde dejar las bicicletas para que no nos las roben. Circula en YouTube la filmación de una cámara de seguridad mientras unos cinco hombres talan con un hacha un árbol para ¡robarse una bici atada al tronco! Ylo consiguen?

Desechemos las cadenitas o cadenotas tal como me recomendó el bicicletero, y los portabicicletas elementales que nos ofrecen, que vienen de la época de nuestros abuelos cuando no se robaban las bicicletas de los chicos en las veredas, como ahora.

Ahí me vino a la mente algo que vi en EEUU en la ciudad de Albuquerque. Dos cuestiones fundamentales: la primera, un portabicicletas en los buses urbanos y de media distancia. Creo que eran como para 5 bicis. La gente paraba el bus, montaba su bici en el portabicis del bus y luego se sentaba como un pasajero más. Cuando llegaba a destino le avisaba al chofer y éste le daba tiempo de bajar su locomoción.

Otra cuestión fue un sistema de cerrojo que vi en la estación de trenes. Un cerrojo que sujetaba desde los pedales los que quedaban fijados al cerrojo mientras que una gruesísima cadena que uno no podría llevar en la bici, aseguraba las ruedas.

También en el subterráneo de San Francisco vi una suerte de placard donde se colgaban las bicicletas. De manera de hacer los trayectos largos en el metropolitano y los cortos en la ciudad en bicicleta.

Ahora me pregunto si en el nuevo Metrotranvía de Mendoza se podrá ingresar con bicicletas.

No quiero referirme aquí a otro tema puntual muy de actualidad -pero que da para otro artículo específico- cual es el sistema de bicis para alquilar promovido por las municipalidades y del cual el mundo está lleno de ejemplos.

Cuando fui al centro en bicicleta me di cuenta de que la cosa no era sólo cuestión de bicisendas. Tampoco voy a hacer la típica de hablar mal de los automovilistas. Quiero encontrar soluciones para que cada día usemos más las bicicletas.

En resumen, si queremos generar nuevas prácticas sociales tales como cambiar hábitos de automóviles por hábitos de ciclistas, empecemos a trabajar no sólo en la bicisendas sino también desde el punto de vista cultural y social, en facilitar la guarda de bicis en lugares seguros o con sistemas seguros; en sugerir a través de campañas públicas que se permita ingresar a lugares públicos y semi públicos con bicicletas, tales como colegios, universidades, reparticiones públicas. Dejar una bici en la Casa de Gobierno es entregarla a los amigos de lo ajeno.

Hoy que las bicis son tan livianas (por ser de aluminio) se las puede llevar fácilmente subiendo escaleras o ascensores.

Dicho en palabras comunes. Dejemos la solemnidad y los excesos de controles en los ingresos de oficinas o negocios y empecemos a aceptar las bicicletas en los vestíbulos como quien viene con una valija y la deja en depósito un rato.

Así como la Municipalidad se ha preocupado para construir rampas para discapacitados, imagino a una futura oficina municipal de promoción del uso de la bicicleta preguntándole a un proyectista antes de aprobarle el proyecto de un edificio público o semipúblico:"¿Dónde está previsto el guarda bicicletas?"

Pero seamos sinceros. Hasta que no podamos entrar a un banco con la bici y dejarla anclada en el hall, colgadas como en un perchero, o depositada en un lugar visible y seguro en serio (situación que presupone un cambio de conducta y de hábitos, de tolerancia y de convivencia) el tan cacareado reemplazo del auto por la bicicleta será puro verso oportunista reflotado sólo en tiempos electorales.