Sexo en la Antártida: "El clima y el aislamiento hacen que el sexo y la tentación sea aún mayor"
La mayor parte de la dotación de las bases antárticas viaja por un año. ¿Qué pasa con el "postre" del día del que nadie habla?
Los voluntarios que piden venir a cualquiera de las bases de la Antártida -salvo la Base Esperanza, que permite matrimonios con hijos- saben perfectamente que, entre todas las privaciones para la que deben prepararse, está la de una probable abstinencia sexual durante un año. Pero probable no significa segura. Ni definitiva.
La primera vez que el tema se hizo público fuera de una base fue en 2006, cuando el jefe de la dotación envió de nuevo al continente a una joven suboficial que resultaba en sus relaciones con un compañero de "invernada", el largo período de convivencia en la Antártida que incluye el duro invierno.
La entonces ministra Nilda Garré lo consideró una discriminación de género y cambió el destino de una y de otro. La chica volvió a la Antártida -aunque a otra base- y el jefe de la dotación se fue de vuelta al continente y debió ser reemplazado.
Lo que pasa ahora es que el sexo no está prohibido entre los militares -en las bases también hay una buena cantidad de científicos, la mayoría menores de 35 años- pero tampoco se favorecen sus condiciones. Los pabellones donde duermen mujeres y hombres están separados y todas las habitaciones se comparten. El rincón para la intimidad -hetero u homosexual- se vuelve una búsqueda difícil, y es obvio aclarar que encontrar rincones para el amor a la intemperie es una chance nula. Pero muchos encuentran su tesoro.
Dos de las seis mujeres que estuvieron el año pasado en Marambio volvieron al continente embarazadas, y en otra base hubo que separar de la dotación a un cocinero porque acosaba a un joven suboficial. "No se lo separó por la relación homosexual, sino porque hubo actitudes agresivas que hacían peligrar la convivencia general", explica quien cuenta esa historia.
Lo que pasa en la Antártida no siempre queda en la Antártida.
La joven médica a cargo de la dotación actual de la Base Marambio, Maitén Hernández, dice que en el área de Sanidad tiene preservativos suficientes para todos los que se los pidan. También tiene tests de embarazos. Si una mujer queda embarazada, vuelve al continente. No hay en la base una infraestructura que pueda monitorear con seguridad el desarrollo de un feto.
La dotación 50 de Marambio será histórica también por un hecho que no tiene antecedentes aquí: se pondrán expendedores de preservativos en los baños, para que cualquiera pueda sacarlos libremente sin tener que ir a pedirlos a Sanidad.
Hay varias razones para la decisión. Los antárticos más experimentados dicen que en la "familia militar" aún provoca pudor en algunos hombres de cierta edad ir a pedirle preservativos a una chica más joven -la médica tiene 29 años-. Pero además es un modo de "delatarse" en un ambiente cerrado acerca de que uno "anda en algo" y despertar la curiosidad del resto. Si quien pide los preservativos es casado o casada, la intimidad queda al borde del abismo. Y atiende también las razones urgentes: no sea cosa que explote la oportunidad justo cuando Sanidad esté cerrada.
La médica y la enfermera atienden las 24 horas, pero el llamado del deseo no está incluido en la normativa militar como "situación excepcional de urgencia".
Un joven suboficial cordobés agrega su chispa personal: "La situación se aguanta bien un par de meses. Después ya se pone bravo y hay que hacerse fuerte desde lo mental. Tentaciones hay igual que en Buenos Aires, Córdoba o cualquier otro lado, pero los que venimos acá tenemos el chip del Hollywood antártico... ¿qué es eso? Es el que hace que, si te gustan los hombres, acá a los tres meses ves a todos como Brad Pitt, y si te gustan las mujeres son todas Angelina Jolie...".
No es fácil mantenerse fuera de la tentación. "La empatía que se genera entre dos personas envueltas en medio de este clima hostil, y la solidaridad de escucharse, hacen que el sexo sea una necesidad muchas veces mayor a cuando se está en situaciones normales", cuenta un suboficial de la Fuerza Aérea con experiencia antártica.