Ser docente, un oficio de peligro: la verdadera educación está en casa
Por Luis Ángel Molinas. Un nuevo caso se suma la violencia que deben padecer los adultos en un aula. ¿Situación de emergencia?
La imagen llama la atención y da escalofríos. Un alumno apuntando con un arma, que después se supo que era de juguete, a un profesor que está de espaldas explicando el tema a los chicos que sí están interesados en aprender. Otros compañeros lo vitorean y simulan tener un revólver con los dedos de la mano. Los demás, entre risas y silencio.
El caso ocurrió en el Emaús, colegio privado de El Palomar, hace un par de meses. El hecho se conoció esta última semana, por la viralización de un video: un claro signo de no respetar a la autoridad pero también de querer llamar la atención.
Y este es el punto. Por más que la escuela tenga sus falencias, la difícil tarea de educar comienza en la casa de cada estudiante. La escuela no puede suplir a las funciones que debe tener el hogar, ya sea que estén a cargo de padres, tutor o cualquier otro familiar, e incluso del Estado cuando el desamparo sea total.
Desde la primera infancia un niño debe comenzar a aprender a discernir lo que está bien de lo que está mal, saber las reglas básicas de vivir en sociedad: ser solidario y respetuoso.
Pero en algunos casos, los que terminan inundando las pantallas de televisión con imágenes de violencia son los adultos, quienes terminan siendo un mal ejemplo. Describo una situación en particular, que me acercó una docente, y que ocurrió hace unas semanas.
Una maestra de una escuela de la localidad Luis Guillón le llamó la atención a un alumno por golpear a un compañero y molestar a los demás en clase, acción que se repite diariamente. Acto seguido, esta docente y la directora de la institución llamaron a los padres del alumno al horario de salida, quienes entre insultos y agresiones se negaron a hablar con ellas, trataron a la maestra de “mentirosa”, de haber golpeado al nene durante el reto. Todo terminó con la maestra pidiendo licencia por unos días, temerosa luego de que los padres del chico la amenazaran con ir a su casa para golpearla.
La escena se repite en varios colegios y, como vimos, no discrimina clase social: se da en las escuelas públicas, pero también en las privadas, donde profesores e incluso directivos son amenazados o golpeados por alumnos y padres o madres.
¿Cuál sería, entonces, la solución? La contención, más allá del castigo. No se arregla nada con excluir a los chicos, como se ha planteado en el caso del colegio de El Palomar, donde algunos pensaron en que la sanción debería ser que los expulsen. Así, el problema no se corrige: solo se esconde, o “se patea”. La tarea exige esfuerzo del Estado, desde sus instituciones educativas o de asistencia social, pero principalmente del entorno familiar. El objetivo es claro: formar a los futuros ciudadanos de una sociedad más pacífica y respetuosa con los demás.
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