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"Ser actriz me curó de la locura"

A los 29 años, Esmeralda Mitre vive su mejor año. Hizo cine, triunfa con Hamlet en el teatro junto a Mike Amigorena y posa como modelo para la firma Solo Ivanka.

El mandato familiar, la salud de su padre, Bartolomé Mitre -que estuvo muy grave tras sufrir una crisis epiléptica luego de un transplante de riñón-, el amor con Darío Lopérfido y su trabajo interior para encontrar su propio camino.

Yo supe torcer mi camino", lanza con orgullo Esmeralda Mitre (29). Vencer el mandato es un tema muy presente en la hija de Bartolomé, director del diario La Nación y descendiente del histórico general y presidente. Y aunque no sabe qué le hubiera tocado vivir, está segura de que no iba a ser la actuación. "Venimos de un lugar que no es el nuestro, porque por más que nos quieran, los padres imponen un camino. Yo tuve que hurgar mucho para encontrar el mío. Trato de que la vida sea lo más verdadera posible en cuanto a los hechos y los sentimientos".

Así fue como Esmeralda se puso a estudiar teatro en los últimos años Tel. secundario. Se buscó por lo bajo un representante y no comentó nada del tema hasta que obtuvo su primer papel para la tira Enamorarte, en el 2001. Desde entonces pasó mucha agua bajo el puente, y decidió apuntar su carrera hacia el teatro y el cine. A saber: este año el film Vaquero -junto a Leonardo Sbaraglia, dirigido por Juan Minujín-abrió el Bafici; Nocturnos -de Edgardo Cozarinsky- participa de los Festivales de Venecia y Viena; y La vida anterior -junto a Elena Roger y dirigida por Ariel Broitman- tiene fecha de estreno para fin de año. También es mcxlelo para la firma Solo Ivanka, y arriba del escenario del teatro Presidente Alvear la rompe con Hamlet junto a Mike Amigorena, a sala llena de miércoles a domingo.

En la obra, adaptada porjuan Carlos Gené y co-producida por Fénix Entertainment Group y el Teatro San Martín, le da vida a Ofelia.

-4Corno te sentís interpretando a Shakespeare? -Hamlet es la obra más deseada por los actores. Debo haber tenido una obsesión enorme con mi personaje para que me llegue de la manera que me llegó, porque siento que Ofelia está hecha para mí, y no yo para Ofelia.
Ella, por la época y el deber ser, se volvió loca. En mi familia tengo genes de locura, que se pueden heredar muy fácilmente, y yo luché contra eso. Ser actriz me curó de la locura. Mi abuela materna sufría de depresión, que muchas veces viene a raíz del talento, y se quiso suicidar. La locura salta cuando uno no puede plasmar su verdadero ser.

-¿Y vos sentís que sí pudiste plasmarlo? -No pasa mucho que todo lo que hagas te genere orgullo y placer. Y yo estoy en ese momento. Hacer un Hamlet popular y que sea un éxito es como un milagro.

Nos fue tan bien que vamos a seguir hasta diciembre.

En enero se está preparando la temporada en Mar del Plata y de febrero a mayo seguiremos en Buenos Aires. Después nos vamos de gira a Chile.

-¿Cómo es trabajar con Mike Amigorena? -Un placer, porque tenemos una gran amistad. Además, me gusta mucho como actor. Hizo algo muy distinto de lo que venía haciendo, desde él mismo, y eso me produce admiración.
-Te animaste a un desnudo y al beso con una monja. ¿Te dio vergüenza? -Me gusta trabajar con el cuerpo, y como actriz trato de ir a los lugares más fuertes y jugados, sin ser cliché.

Al director le pareció genuino y quiso que lo haga. No era impostado para impactar. Si hay que desnudarse, hay que desnudarse; si hay pasión, hay que vivirla.

-¿Qué dice tu novio (Darío Lopérfido, ex ministro de Cultura de De la Rúa, en pareja con Esmeralda desde hace tres años) de tu profesión? ¿Es celoso? -No. Tenemos una relación muy libre, con mucho respeto y entendimiento del trabajo. No me pregunta adonde voy ni con quién hablo. Armamos una fuerte unión de compañerismo en la vida.

-El tiene 46; vos, 29. ¿Piensan casarse y en hijos? -El casamiento es una consecuencia de algo que va creciendo. Me gustaría casarme después de tener un hijo, pero por ahora no. Me encantaría quedar embarazada, pero después de los 35, porque ahora me sacaría mucha energía. Darío quiere que haga lo que yo quiero, y él acompaña. Entiende el momento en el que estoy y es lo más difícil de lograr en una pareja: no vivir exigiendo. No me había pasado hasta ahora con nadie.

-¿Creés que a Darío lo perjudicó haber formado parte de un gobierno que terminó tan mal? -Me parece que no lo afectó, porque es tan mago que dio la vuelta y hasta cayó mejor parado. Igualmente, si hay alguien que no robó en este país, fueron los radicales.
Además, él no se metió en la política por ser político, sino que lo llamaron por su buena gestión en el Centro Cultural Rojas. Pero ya no le interesa más la política, él quiere ser libre, y en la política uno no lo es.

Ahora está como director del Festival Internacional de Buenos Aires (F1BA), que él mismo creó.

-¿Cómo está tu papá de salud? -Mejorando. Tuvo un transplante de riñón y los remedios, que son muchos, le trajeron una epilepsia que lo dejó grave. Estuvo dos semanas internado, pero tiene mucha fuerza y ya está en su casa. Lo que lo tiene triste es que todavía no me pudo venir a ver a la obra.

-¿Cómo ves hoy a La Nación? -Por el auge de Internet los diarios tienen que acomodarse.

Y La Nación se modernizó muchísimo y mantiene su calidad y su línea, sin perder seriedad.

-¿Te gustaría hacerte cargo del diario? -Mis dos pasiones son la actuación y el diario. Siempre estoy pensando cosas y tirando ideas para La Nación.

Elegí la actuación por vocación, pero al diario lo mamé. Me gustaría darle más dedicación, pero más adelante. Prefiero saber que existe la posibilidad de cambio.