Seguridad verbal o real
* Por Alfredo M. Olivera. La inseguridad que azota a la sociedad argentina no empezó ayer, es cierto, pero se ha tornado algo insoportable para la inmensa mayoría de los ciudadanos que procuran vivir en paz y constructivamente.
La inseguridad que azota a la sociedad argentina no empezó ayer, es cierto, pero se ha tornado algo insoportable para la inmensa mayoría de los ciudadanos que procuran vivir en paz y constructivamente. Todos hablan de ella, Y las autoridades, las que mayores responsabilidades directas tienen la obligación de asumir en nombre de todos, también lo hacen, pero recién ahora con un agregado: crearon un ministerio específico (a cargo de Nilda Garré), ordenando, a la vez, el despliegue de la Gendarmería Nacional en uno de los teatros –el Gran Buenos Aires- que provoca las más amplias repercusiones negativas al respecto.
Desde el punto de vista técnico, es posible que la medida resulte acertada aún cuando haya quienes la caractericen como tardía y/o insuficiente. Pero desde un ángulo de miras político, también es verdad que, por sí mismo, el acto conforma una posible autocrítica de la gestión kirchnerista, más velada que explícita. ¿O debería creerse aún en la historia de la "pura sensación"?
Y si bien las muertes sin sentido y los golpes de la delincuencia no parecen todavía cesar, en las presentes circunstancias se advierten voces oficialistas y opositoras –desde Daniel Scioli hasta Florencio Randazzo y desde radicales hasta peronistas federales- que ya no lucen tan confusas en cuanto a la urgente necesidad de ponerle coto al fenómeno. ¿Se avanzará por sobre los ideologismos estériles?
No es cuestión, seguro, del alegre "meta bala" de cierta derecha. Un histórico del alfonsinismo como Horacio Jaunarena, por caso, acaba de señalar que este gobierno, tras siete años de ejercicio del poder, "no le ha enseñado a la policía que puede reprimir dentro de los criterios de racionalidad que deben operar en cualquier país organizado" (por cuanto) "la represión es básica en cualquier ordenamiento jurídico. Y un ordenamiento jurídico sin posibilidades de represión es una suma de buenos consejos que pueden ser quizás admitidos". Bien claro.
Tan claro como las por entonces auspiciosas definiciones en materia de seguridad tanto del ex ministro Gustavo Béliz como del fallecido presidente Nestor Kirchner. Este sostuvo, en un reportaje publicado en abril del año 2004 (a menos de un año de su asunción), que debía encomiarse el gesto del padre de Axel Blumberg "por su propuesta de ideas", algo que valoró con énfasis, agregando: "que ciertas visiones que yo tengo no sean compartidas por otros argentinos no hace que yo sea bueno y otros argentinos sea malo". ¿Y después?
En aquella expresión pública nestorista se negó también la conveniencia de todo hegemonismo, subrayándose la necesidad de evitar en serio la corrupción, generando, a la vez, "una distribución de la riqueza diferente" (léase avances reales sobre la pobreza). ¿Sólo palabras?
Para entender esto, tal vez sirva una anécdota relatada hace poco por un conocido comunicador, cercano a la presidenta: debía materializarse, en ocasión del bicentenario, un ‘corto’ sobre determinados hitos históricos, entre ellos el famoso gol con la mano de Diego Maradona al que se quiso exhibir como una simple "trampita". Cristina, consultada de apuro por el realizador, corrigió la propuesta: debía aludirse, sostuvo, a una "picardía" a secas. En la etapa actual, siempre, el 'relato' parece contar con mayor atencionalidad que cualquier otro tipo de consideración. La inseguridad, un asunto de elevada complejidad y que debería convocar a un diálogo nacional amplio, no debería merecer un tratamiento epidérmico, superficial, cosmético o "ligero".
Ahora, que las fuerzas de seguridad parecen concitar miradas escrutadoras inéditas, se dan, igualmente. contrastes de acción psicológica ‘liviana’. Por ejemplo, el cortesano Zaffaroni sostuvo que "hoy los golpes de estado los dan las fuerzas de seguridad, no los ejércitos". En Ecuador, por caso, el narco se dice que infiltró a la policía, tal vez rechazando la mirada de la DEA. ¿Igual que acá?