Seguridad jurídica a los pueblos atropellados
*Por Alejandro Mareco. Hay 16 enclaves coloniales en el mundo; 11 son de Gran Bretaña. En Malvinas, el argumento tramposo es la decisión de un puñado de pobladores.
"Libertad, libertad, libertad", insiste nuestro Himno. Durante siglos, no hubo un sueño más preciado para todos los pueblos de América, África e, incluso, de una enorme parte de Asia.
Es posible que no exista una experiencia tan compartida por tantos pueblos de la Tierra como el colonialismo europeo. Incluso aún nos enfrentamos al estupor que representa el desafío de ser capaz de armar un proyecto propio con los instrumentos culturales y parte de los valores de los viejos opresores.
Es que los pueblos sometidos por el colonialismo no sólo querían librarse de un rey, de una corona –es decir, de una clase–, sino de sociedades completas que, de un modo u otro, ejercían el sometimiento y el saqueo. "Un pueblo que oprime a otro no merece ser libre", dijo el inca Atahualpa en Cádiz, a principios del siglo XIX.
Nuestros pueblos americanos son hijos de esa lucha fundacional, que al final abrió un nuevo destino, que representa hoy toda una reserva de la humanidad.
Las grandes guerras de la centuria anterior estuvieron también connotadas por el colonialismo y por el reparto del mundo como había dejado establecido ese siglo. Luego, una supuesta toma de conciencia hizo que el concierto internacional se planteara la descolonización, cuando, en realidad, habían cambiado las estrategias de dominación: ahora se trata de controlar los mercados.
Malvinas nos duele. Aún hoy, en el siglo 21, existen ínsulas coloniales, como las que nos duelen en primera persona: Malvinas. Y no es que sólo nos duela el arrebato de esas tierras que afloran en la soledad austral, de las que la geografía argentina es su única compañera. Esto bastaría para entender por qué son nuestras, aunque aparezcan por ahí argumentos disparatados, sostenidos incluso por argentinos de patológica devoción europea.
Nos duele, además, el profundo cinismo de la comunidad global con inspiración occidental, como que la Organización de las Naciones Unidas (ONU) es capaz de autorizar ataques armados para hacer cumplir sus resoluciones y, en otras circunstancias, no es capaz de hacer cumplir sus determinaciones, como la de erradicar el colonialismo y, en el caso Malvinas, de fijar negociaciones por la soberanía.
Por si fuera poco, Gran Bretaña pidió a Estados Unidos que nos recuerde que no habrá negociaciones, es decir, justo a la cabeza suprarregional de la Organización de Estados Americanos (OEA), que acaba de reclamar diálogo sobre el tema.
¿Hasta cuándo formaremos parte del sinsentido de la OEA, organización al servicio de la política estadounidense, como bien lo sufrimos en la Guerra de Malvinas? El primer ministro inglés dijo que el tema está cerrado. "Punto final", exclamó.
Hoy sobreviven 16 enclaves coloniales en el mundo, de los cuales 11 pertenecen a Gran Bretaña. En el caso de Malvinas, el argumento tramposo es la decisión de pertenencia británica de un puñado de pobladores (es probable que muchos argentinos estarían dispuestos a mudarse allí para cambiar la decisión, pero no nos dejan).
Las empresas multinacionales reclaman "seguridad jurídica" cuando llevan sus capitales para que se multipliquen en el Tercer Mundo como las vacas en la vieja pampa argentina.
Eso mismo es lo que reclamamos los pueblos que, a esta altura de la convivencia humana, sufrimos a los prepotentes que nos imponen su desaforada voluntad por la fuerza, la sinrazón, la mentira, la injusticia y, si no alcanzara con esto, también por la muerte.