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Segundos afuera

A horas de la victoria de la derecha macrista en la Capital, Gustavo Nielsen me escribía, o mejor, compartía un suspiro de bronca: "El enano macrista de los porteños...".

A horas de la victoria de la derecha macrista en la Capital, Gustavo Nielsen me escribía, o mejor, compartía un suspiro de bronca: "El enano macrista de los porteños...". Por supuesto que es sencilla la operación: sustituir macrista por fascista. La tentación es absoluta, claro, y de hecho la estoy haciendo. Sin embargo, bajemos la ecuación sustitutiva y vayamos a lo que importa: veinte años no es nada, se sabe, pero veinte puntos es un volumen apreciable como para descartarlos de entrada. Tratar de analizar las múltiples causas por las que un analfabeto político obtiene un poco más que la cantidad de votos que consiguiera cuatro años atrás, es una tarea muy compleja, que excede a este hombre que escribe.

La estrategia de Macri se montó, básicamente, en trabajar desde la ausencia: nada de proyecto, nada de debates, nada de ideología. Ni una pizca de relieve, lo que hizo y consiguió fue planchar la campaña, desacreditarla desde la política, y en esa trampa cayeron unos cuantos. Solanas, al renunciar él también a su candidatura presidencial, garantizó que una porción posible de votantes a Filmus conservara su creencia sin variaciones culpógenas, por lo que el líder de Proyecto Sur sumó cuando restaba.

La campaña del candidato del Gobierno fue tardía, y de alguna forma se jugó a perder la primera vuelta por poco y mantener el foco de atención en una instancia de segunda que tampoco se iría a dar, pero con la atenuante de conseguir, en forma hipotética una victoria pírrica. Nada de eso sucederá. Mantener la chance de segunda vuelta, en este escenario, es ofrecer la prolongación de una victoria eminentemente local hacia otras instancia eleccionarias complejas para el oficialismo, como son las elecciones en Santa Fe y Córdoba. Sería lo más estimable que el Gobierno dé por perdida la elección en la ciudad autónoma, y con eso dejar que fluyan ríos de tinta hasta que el efecto local se deshilache y se recupere la porción de razonabilidad para las apetencias del Frente para la Victoria.

La performance de Filmus-Tomada fue buena, con relación al 2007 (23 por ciento), pero resulta insuficiente a tres meses y medio de las elecciones generales, y a casi un mes de las primarias. Las declaraciones de Carrió anticipando un efecto cascada a partir del triunfo del líder de la centroderecha que no lleva candidato presidencial, y la vergonzante decisión de Ricardo Alfonsín de adelantar su voto para Macri en segunda vuelta, no hace sino ver qué se esperaba por parte de la oposición deteriorada: oxígeno desde cualquier lugar posible, aunque viniendo de un sitio imposible. ¿Dónde quedó aquello que decía el candidato radical, sobre que "Macri es mi límite"? El voto metropolitano fue un clásico voto antiperonista, antigobierno, antimontonero, etc., y eso explica por qué un personaje oscuro como el rabino Bergman (un hombre financiado por el no menos oscuro empresario Carlos Icx) haya sacado treinta puntos más que Juan Cabandié, un hijo de desaparecidos cuya breve trayectoria legislativa y de militancia no soporta demasiadas objeciones. Pero las hubo, dado el recorte que consiguió con relación a los votos obtenidos por Daniel Filmus.

El sufragio sin contenido ganó en primera vuelta, y con creces. Habrá argumentos de parte de los votantes de Macri, pero cuando se los escucha, siempre se vuelve desde el insulto, el deseo de la cancelación del otro, la mirada sibilina con relación a quienes opinan distinto o pertenecen a otra extracción social, amén del reconocido desprecio por la articulación de cualquier política de Estado. Muchos demonios parecen alimentar el voto capitalino. El Frente para la Victoria alimentó esos miedos desde una falta de practicidad a la hora de articular una campaña visible.

Algunos explican la falta de carisma del actual senador y ex ministro de Educación, un técnico en su materia y un hombre respetado por la oposición. Pero tal vez no sea falta de carisma lo que supuso esta diferencia de veinte puntos, sino que a la hora de comenzar la campaña, ésta ya estaba terminando. Siempre se jugó el partido en el terreno propicio para Macri: a menos tiempo para discutir políticas, con las mínimas que hay, ya es suficiente para pisar fuerte de nuevo. Y lo fue.

La primera vuelta, entones, debiera ser la única. Alguien le debe decir al Gobierno que dé las elecciones por terminadas, y así volcarse a otros puntos electorales de sumo interés. La ciudad de Buenos Aires estuvo perdida para el Gobierno mucho antes de esta elección: demasiado se tardó en elegir un candidato, todo al filo de la inscripción de candidaturas. Y en este escenario, donde Macri representa una buena porción del descontento por quienes hoy gobiernan el país, es una excesiva ventaja para cualquiera. Ahora la oposición necesita de Macri, no como candidato, pero sí como un dirigente que puede ordenar la deshilachada oposición en un discurso más conservador, lejos del progresismo, y en las aguas diversificadas del pensamiento común. Ver para creer, claro, pero mejor actuar para entender.