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¿Se le puede ganar a Cristina Kirchner?

*Por Fernando Laborda. Hay indicadores objetivos que hoy dan cuenta de una importante ventaja de Cristina Kirchner de cara a las elecciones presidenciales.

Aun cuando algunas encuestas de intención de voto que se están difundiendo constituyan auténticas operaciones al servicio de quien las paga (el oficialismo), la distancia que hoy separa a la Presidenta de sus más cercanos perseguidores parece sideral.

Si con el abandono de la carrera electoral por parte de Mauricio Macri creció en otros sectores de la oposición la esperanza de una menor fragmentación, la irrupción de Hermes Binner como candidato y, en menor medida, la postulación de Alcira Argumedo por el partido de Fernando Solanas ("Pino") , volvieron a acrecentar la probabilidad de una fuerte dispersión de las fuerzas no kirchneristas.

Desde el peronismo, la consolidación del eje Eduardo Duhalde-Mario Das Neves y la más solitaria candidatura de Alberto Rodríguez Saá aumentaron la oferta opositora, pero también la confusión.

Un primer análisis indica que una oposición dividida en siete alternativas (Alfonsín, Elisa Carrió, Duhalde, Rodríguez Saá, Binner, Argumedo y Jorge Altamira) tiene muchas menos probabilidades de vencer. La atomización plantea el hipotético escenario de que, aun no llegando al 45%, Cristina Kirchner alcance al 40 o algo más, y supere por más de diez puntos al segundo y obtenga la victoria en la primera vuelta.

Claro que también la gran oferta de candidatos podría restarle algunos votos a la Presidenta e impedirle llegar a los 40 puntos, lo cual llevaría a una segunda vuelta con el postulante opositor mejor ubicado. Quienes adhieren a esta hipótesis, creen que tanto Binner, desde el progresismo, como Duhalde, en la provincia de Buenos Aires, podrían quitarle a Cristina Kirchner algunos votos clave para imponerse sin necesidad de ballottage.

La segunda esperanza de no pocos dirigentes opositores es que las tres grandes elecciones distritales que vendrán (Capital Federal, el 10 y el 31 de julio; Santa Fe, el 24 de julio, y Córdoba, el 7 de agosto) arrojen derrotas para el kirchnerismo que ayuden a desterrar el mito nacional de que Cristina ya ganó.

Inmediatamente, vendrán las primarias abiertas del 14 de agosto. Una elección en la cual no habría competencia, interna pues sólo se presentarían listas únicas. Lo absurdo de esta situación llevó al candidato a gobernador Francisco de Narváez a comentar que esos comicios no deberían realizarse. Quizá no advirtió que esas primarias pueden ser una oportunidad para realineamientos posteriores en la oposición, que terminen mitigando su fragmentación actual. No sólo porque desaparecerán de la competencia aquellos candidatos que no consigan el 1,5% de los votos, sino porque otros que no alcancen un resultado satisfactorio tal vez decidan abstenerse de presentarse en octubre y dar su apoyo a otro postulante con mejores chances.
Las primarias serán, por eso, bastante más que un match de práctica informal.

El gran partido se jugará después y las incógnitas para entonces serán dos: con cuántos y con qué jugadores saldrá a la cancha la oposición, y en qué condiciones llegará el kirchnerismo tras las lesiones que viene sufriendo por escándalos de corrupción. Si el partido se disputara este domingo, es claro que el kirchnerismo llegaría, casi como Belgrano frente a River, con una ventaja que podría ser decisiva. Pero aún faltan cuatro meses, lo cual es una eternidad en la política argentina.