Se le debería poner freno al robo de elementos de metal en la vía pública
La delincuencia menor tampoco se toma descanso y sigue alterando la vida de la Ciudad, sumando dificultades al desenvolvimiento de una comunidad preocupada frente a signos reiterados de inconducta social.
Pequeños robos y sustracciones de elementos simples, pero necesarios para la seguridad de la población, están afectando las actividades de los vecinos aún en el radio más poblado, sin que se haya podido neutralizar tal irregularidad, como debería ser.
Ahora son los vecinos de 19 y 72 los que se mostraron preocupados por la cantidad de tapas de cámaras eléctricas robadas, en una situación que origina riesgos ante la posibilidad de que los más chicos puedan caer en esos pozos. Pero, asimismo, el peligro es mayor porque se trata de lugares donde se encuentran cables que alimentan a las cercanas torres de iluminación.
La desaparición de esas tapas de metal se registra desde hace unas dos semanas y los vecinos decidieron colocar ramas para advertir sobre la presencia de pozos, no obstante lo cual varias personas cayeron en ellos en los últimos días. Por último, no dudaron en señalar que las tapas pudieron haber sido robadas para reducir el metal y venderlo en el mercado clandestino.
Tal como se ha reflejado en incontables oportunidades en este diario, cada vez son más frecuentes los robos de aquellos elementos que están en la vía pública, o en sectores externos de las viviendas, y están fabricados con cobre, bronce y aluminio.
Así, el objetivo central de esta modalidad son los medidores de gas y de agua, las tapas de distintas redes de servicio y los cables de teléfono y de energía eléctrica, llegándose inclusive a robar equipos de cámaras de luz. Los perjudicados directos de estos robos son miles de vecinos, que se quedan sin esos servicios básicos hasta que las empresas reponen los elementos, además, claro está, de los serios perjuicios económicos que estos delitos provocan a las compañías prestatarias de los servicios.
También el hierro es uno de los metales buscados por estos delincuentes, razón por la cual -como también se ha reflejado tantas veces en este diario- ha crecido fuertemente en los últimos tiempos el robo de las tapas que en las veredas y calles cubren los accesos a cañerías y tendidos de diversos servicios y que se convierten así en peligros para los transeúntes, así como el robo de placas de monumentos, de frentes de inmuebles y hasta del cementerio.
Podría aducirse, frente a la falta de resultados en el combate a estos robos -si es que hay combate-, que no resulta fácil encontrar in fraganti a quienes los cometen. Pero está claro que esos ladrones son apenas un eslabón de una cadena delictiva que concluye en un creciente y ya vigoroso mercado negro en el que todos esos metales se comercializan a precios elevados. Y no debería entonces ser tan difícil detectar esos "mercados" y desbaratar una modalidad delictiva que destruye el equipamiento urbano y perjudica con demasiada frecuencia a miles de ciudadanos.