¿Sciolidependencia?
*Por Ernesto Tenembaum. El país es ancho y ajeno, y comprenderlo de un plumazo es sólo una utopía para ingenuos.
Los resultados electorales de la ciudad de Buenos Aires y Santa Fe, y la situación muy debilitada en la que quedó el gobierno nacional en Córdoba, permiten percibir un elemento, en el escenario político nacional, que seguramente tendrá una influencia importante en los tiempos que vienen: esto es, la incapacidad del proyecto que es hegemónico desde el 2003 para generar liderazgos propios en territorios significativos del país. Las performances de Daniel Filmus y de Agustín Rossi han sido –dicho esto con una piedad de la que carecieron algunos referentes de Carta Abierta, al menos en el primer caso– poco menos que pobres. Y la incapacidad para ofrecer liderazgos alternativos al delasotismo en Córdoba refleja, una vez más, esa carencia.
Las razones por las cuales el halo que parece recubrir a la presidenta Cristina Fernández de Kirchner desde su viudez no se transmite a sus referentes locales puede ser materia de especulaciones variadas. Pero, en cualquier caso, está claro que los votantes se orientan, una y otra vez, por razones menos ideológicas que las propagandizadas por los sectores más duros de la intelectualidad y el periodismo kirchneristas. O sea que la batalla cultural parece una entelequia: no importa si está ganada o perdida, como han calculado distintas personas, sino que está en duda su propia existencia, más allá de los fuegos de artificio que divierten a alguna gente.
Si uno prescinde, por un momento, de Cristina, el panorama que deja la sucesión de elecciones provinciales que está a punto de terminar refleja un variopinto de triunfadores donde casi no hay kirchneristas, salvo en las hiperdependientes provincias más pobres, como Misiones y La Rioja. De los territorios grandes, sólo queda en manos propias Tucumán, y la provincia de Buenos Aires, suponiendo que Daniel Scioli fuera K, algo que seguramente los intelectuales de Carta Abierta o los referentes periodísticos del progresismo K desmentirían, mucho más seducidos ellos por la propuesta, por ahora minoritaria, de Martín Sabbatella.
Dicho de otra manera: si Scioli hubiera optado por la variante del peronismo cordobés, seguramente la provincia de Buenos Aires se sumaría a la lista de territorios ajenos. Y entonces toda la política en el país cambiaría. El kirchnerismo, en este contexto, es –y será– más sciolidependiente que nunca.
Pero el hecho es que Cristina está, y su imagen positiva es muy alta, la de sus contendientes muy baja, y seguramente gane con cierta tranquilidad las elecciones.
Es decir que el país es ancho y ajeno, y comprenderlo de un plumazo es sólo una utopía para ingenuos: encerrar todo ese sinnúmero de diferencias en un paquetito armado y bien explicadito, en fin, es para mentes estúpidas o geniales, de esas que no abundan y mucho menos en esta doble página.
Lo que sí permite esta descripción es el pronóstico de una dificultad. Cuando empezó todo el proceso electoral, y el kirchnerismo ganó en Catamarca, con casi el 50 por ciento de los votos, y los candidatos presidenciales de la oposición se bajaban en tropel, y lo que quedaba, en fin, es lo que se ve, algunos seguidores de la Presidenta –ella misma tal vez– empezaron a soñar con la idea de una reforma constitucional que permitiera su continuidad en el poder, y con ella la del kirchnerismo, fuera lo que fuera este. El proyecto nacional triunfaría, o casi, en la Capital, haría un papel muy decoroso en alianza con sectores peronistas tradicionales en Santa Fe y Córdoba, y eso se coronaría con un triunfo aplastante de Cristina. El panorama posterior sería el de una oposición descabezada y dividida, con la cual sería fácil acordar una reforma semiparlamentarista. Además, la prensa estaría acorralada por el efecto de una campaña persistente que tendría como eje la supuesta apropiación de hijos de desaparecidos por parte de Ernestina Herrera de Noble.
Eso ya no ocurre.
Con lo cual, en el próximo período, Cristina Fernández de Kirchner tendrá que optar, seguramente, entre negociar la transición con alguno de los poderosos líderes territoriales del PJ –Daniel Scioli emergerá de las elecciones tan poderoso como ella–, o intentar ungir a un sucesor del propio riñón –Alicia, tal vez Boudou–, y enfrentarse al sector más descontento del PJ con el que seguramente habrá más de un tironeo. Todo eso para disfrute de la oposición que tendrá, al menos, en Mauricio Macri, un candidato bien parado después de octubre.
Esa es la realidad. Por supuesto, nada esto tiene un determinismo absoluto. En el medio, puede pasar realmente de todo. A fines del 2009, muy pocas personas podían haber previsto el resurgimiento de Cristina en las encuestas. Y a principios de este año, nadie avizoraba un triunfo tan aplastante de Macri o la aparición fulgurante de Miguel Del Sel.
La realidad puede cambiar, modificarse, sorprender.
Porque así es la vida.
Pero, por lo pronto, lo que reflejan las últimas elecciones, y también las próximas, es que nadie es dueño de todo.
Parece una obviedad.
Pero alguna gente a veces lo olvida.
Nadie es dueño de todo.
Quizás esté bien que las cosas sean así.
Al fin y al cabo, estamos todos contra los monopolios.
¿No?
(Dicho sea de paso: en el final de la transmisión de TN sobre la elección santafesina, mientras un periodista salía al aire desde el hotel donde Agustín Rossi había reconocido su derrota, un grupo de jóvenes idealistas coreó la consigna "Devuelvan a los nietos" para que saliera al aire, cosa que lograron. Algún dirigente, de esos adultos, que aún existen, ¿podría avisarles a los muchachos que ese gritito, tan estimulado por la televisión oficialista más dura, fue miserable siempre, pero ahora, dados los últimos acontecimientos, además refleja simplemente una mentalidad enceguecida por un tema que debería tratarse con respeto y piedad? No es algo que, a primera vista, resulte muy significativo, salvo para los involucrados que son los que importan. Y porque, además, ese tipo de gestos son casi una confesión de parte respecto de los objetivos de muchas personas al tratar este caso, que no era precisamente el de buscar la verdad, sino el de utilizarlo como arma.)